Guixar
Llueve
en Guixar, en las estaciones del mundo,
en cada traviesa… cada catenaria renegrida.
No sobre aquellas sino en aquellas;
en su intemporalidad misteriosa y mundana.
Llueve
en los vagones varados color sangre;
viejos leviatanes que conversan mudamente.
No sobre aquellos sino en aquellos;
en su digna y herrumbrosa obsolescencia.
Llueve,
a través de los techados de los andenes,
en las recuas de rostros rojizos y grisáceos.
No sobre aquellas sino en aquellas;
en su caminar humedecido, parsimonioso.
Llueve
por tanto en ti como igualmente en mí,
en lo que fuimos y en lo que ya no seremos.
No sobre nosotros, ni en nosotros;
sólo en el cadáver de lo nuestro, aun intacto.
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