¡Quién va!
Los
vi detenerse,
y mi voz multiplicose
rebotando en los picachos
como en cojín de resortes.
Cruzaba
en ese momento
un paso de angostos bordes:
A la derecha, el abismo,
tinta o residuo de noche;
adelante, los jinetes;
a la izquierda -muro- el monte.
Seguí
avanzando en la sombra,
hacia las sombras inmóviles.
traspuesto el paso difícil,
me tropecé con sus voces:
-¿Adónde
marcha el amigo?
-Al pueblo de más al norte.
Me
esperan mi vieja madre
Y mis hermanos menores.
Los dejé un día de marzo;
Cinco años van desde entonces.
Ancha
mi voz y serena;
La suya opaca y de cobre
Miré brillar las pupilas
en un fulgor de emociones.
-Acompañaré
al amigo
hasta que trasponga el monte.
Cinco
jinetes tomaron
Rumbo a las constelaciones
Bajaron cinco jinetes
Con firmes pasos de bronce.
Cuatro
pararon de pronto
Y el otro siguió hacia el norte,
Después de estrechar las manos
Tendidas de los cuatro hombres.
Clareó
mas tarde en el cielo.
Amanecer de limones.
Palabras de agua liviana.
Pájaros madrugadores
Cerca,
maitenes y boldos;
lejos, Rancagua y sus torres;
y entre sus casas, mi casa,
con ciruelos y parrones
¡y mi madre con sus ojos
de mares y horizontes!
Detrás
el recuerdo grande
de un bandido que era un hombre.
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