Última noche
Me
hablas a mí
De
hombres oscuros
Que llegan
a la
barra de los bares
Pretendiendo
beber
A
costa de quienes
Guiñan
el ojo
En
la presa equivocada
Y
terminan arrastrándose
Hacia
la puerta
Tarareando
cuchilladas
Entre
los dientes
me
hablas a mí
de
hambre
cuando
solo el olor
del
aceite
de
los mercados
saciaba
el apetito
y
daban ganas de llorar
por
el asco
me
hablas a mí
del
miedo
de
la paranoia
del
terror
a
entrar
en
una cabina telefónica
para
esperar un automóvil
con
las marcas de la muerte
no
me hables
de
lo que se siente
cuando
te rompen el corazón
después
de bajar la guardia
y el
sudor
te
arrastra bajo tierra
a un
pozo encementado
no
me hables
como
si fuéramos niños
dejando
migas de pan
en
las calles
para
encontrar el camino
a la
cordura
sólo
encontramos
hoteles
sucios
y
malos negocios
al
guardarlas en los bolsillos
déjalas
ahí
para
que sean alimento
de
las cucarachas
que
se esconden
entre
las fisuras
del
concreto
no
me hables
mientras
bebo
no
me interesa
escuchar
a alguien
decir
lo mismo que yo
-mirémonos
en
el espejo de los licores
una conversación
silenciosa-
observa
a los demás
todos
sienten lo mismo
un
perro rabioso
les
arrancó el amor
de
las manos
ninguno
tuvo
el valor
para
mirar de frente
a la
eternidad
ahora
se
quejan
como
tú lo haces
de
que nada tiene sentido
de
la desilusión
del
desencanto
de
las formas en las cuales
se
suicidarán
para
vengarse
no
me hables
de
segundas oportunidades
porque
son
las
que siempre
duelen
más
si
quieres
improvisamos
una canción
para
que todos puedan llorar
mientras
reímos
sarcásticamente
si
quieres
golpeamos
las mesas
de
esta cantina
o
subimos al centro
a
buscar balas perdidas
en
las esquinas
porque
da lo mismo
ya
no queda nadie
a
quien le importemos
no
me hables
de
hijos
de
llevarme lejos
y
protegerme
de
mí misma
no
me hables
de
la civilidad
de
los trenes amarillos
de
la seguridad social
del
frío
que
hace explotar
las
tuberías
yo
soy un mounstruo
y
esta selva
de
boxeadores viejos
es
mi jardín secreto
y mi
familia
no
me hables
de
corazas
de
rencores
de
odios
yo
sólo
tengo
mi
reputación
que
es la llave
para
que las navajas
silben
en el silencio
que
dejo
tras
de mí
no
me hables
de
amor
de
seguirte
a
otras ciudades
de
conseguirme empleo
y
matrimonio
yo
solo
voy
detrás
de
quien me siguió primero
de quien
me cuidó
y me
dio un lugar
en
su pobreza
de
quien trinchó
con
sus dedos
los
trozos de vidrio
de
mi destilado
para
que siguiera bebiendo
no
me hables
por
favor
que
duele
tanta
falsa rudeza
y
los amigos van cayendo
uno
a uno
enredados
con la saliva
esto
es
lo que dejaste
para
cultivar
esto
que
te asusta
demoró
años
en
volverse
tan
severo
tan
crudo
tan
inclemente
no
te acerques
muchacho
que
las luces rojas
de
este barrio de negros
comienzan
a
caerte encima
ya
no eres invisible
cuando
caminas
junto
a la grasa
estas
arenas movedizas
solo
son
para
los que tienen
un
cajón desvencijado
lleno
de promesas
de
la peor clase
para
no naufragar
para
los que arden
en
el reflejo de los cristales
de
un hotel
durante
una tormenta eléctrica
sin
saber nada
el
uno del otro.
De: “Hospicio”
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