Balada del ausente
Entonces
no me des un motivo por favor
No
le des conciencia a la nostalgia,
La
desesperación y el juego.
Pensarte
y no verte
Sufrir
en ti y no alzar mi grito
Rumiar
a solas, gracias a ti, por mi culpa,
En
lo único que puede ser
Enteramente
pensado
Llamar
sin voz porque Dios dispuso
Que
si Él tiene compromisos
Si
Dios mismo le impide contestar
Con
dos dedos el saludo
Cotidiano,
nocturno, inevitable
Es
necesario aceptar la soledad,
Confortarse
hermanado
Con
el olor a perro, en esos días húmedos del sur,
En
cualquier regreso
En
cualquier hora cambiable del crepúsculo
Tu
silencio
Y el
paso indiferente de Dios que no ve ni saluda
Que
no responde al sombrero enlutado
Golpeando
las rodillas
Que
teme a Dios y se preocupa
Por
lo que opine, condene, rezongue, imponga.
No
me des conciencia, grito, necesidad ni orden.
Estoy
desnudo y lejos, lo que me dejaron
Giro
hacia el mundo y su secreto de musgo,
Hacia
la claridad dolorosa del mundo,
Desnudo,
sólo, desarmado
bamboleo
mi cuerpo enmagrecido
Tropiezo
y avanzo
Me
acerco tal vez a una frontera
A un
odio inútil, a su creciente miseria
Y
tampoco es consuelo
Esa
dulce ilusión de paz y de combate
Porque
la lejanía
No
es ya, se disuelve en la espera
Graciosa,
incomprensible, de ayudarme
A
vivir y esperar.
Ningún
otro país y para siempre.
Mi
pie izquierdo en la barra de bronce
Fundido
con ella.
El
mozo que comprende, ayuda a esperar, cree lo que ignora.
Se
aceptan todas las apuestas:
Eternidad,
infierno, aventura, estupidez
Pero
soy mayor
Ya
ni siquiera creo,
En
romper espejos
En
la noche
Y
lamerme la sangre de los dedos
Como
si la hubiera traído desde allí
Como
si la salobre mentira se espesara
Como
si la sangre, pequeño dolor filoso,
Me
aproximara a lo que resta vivo, blando y ágil.
Muerto
por la distancia y el tiempo
Y yo
la, lo pierdo, doy mi vida,
A
cambio de vejeces y ambiciones ajenas
Cada
día más antiguas, suciamente deseosas y extrañas.
Volver
y no lo haré, dejar y no puedo.
Apoyar
el zapato en el barrote de bronce
Y
esperar sin prisa su vejez, su ajenidad, su diminuto no ser.
La
paz y después, dichosamente, en seguida, nada.
Ahí
estaré. El tiempo no tocará mi pelo, no inventará arrugas,
no me inflará las
mejillas
Ahí
estaré esperando una cita imposible, un encuentro que no se cumplirá.
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