Pies
descalzos
Nada
de vértigos astrales y desconocidas piedras preciosas. Nada de forzosos
extrañamientos poéticos, de falsos ritos.
Hablaré de la tierra consagrada por el abuelo en el centro de mi infancia. De
su olor a lluvia o a vida cuando el amanecer me llama a la ventana, y el brillo
del mundo me devuelve su frase:
Písala con los pies descalzos. La energía que asciende por tu cuerpo te hermana
con el resto del universo.
Y aún, cuando recorro los andenes solos y oscuros y el viento acecha en mis
oídos refrescando el acalorado monólogo, un lejano olor a peces me recuerda el
mar.
Y busco un pedazo de camino y quiero olerlo.
Y quiero pisarlo.
Y aunque no es de tierra, la piel de mis pies toca el mundo.
Y mi sangre vuelve a ser parte de la sangre del universo.
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