Biombos
Parecían
salvarme de infinitos blancos,
apartarme,
retirarme del flagrante desnudo del dolor, de las eróticas flautas de los
termómetros,
del
reino de las islas de algodón,
del
temblor de los pulmones al otro lado,
de
la épica de los intensivistas doblando turno, del crujido de un corazón de
treinta y cinco años explotando en la tormenta de las sábanas.
Del
entubado anciano que solo quería despertar al lado del río de su pueblo
y
volver a ser buscador de oro en el Far West.
Toda
esa alegoría traspasaba al débil centinela del biombo, ése que pretendía
separarme
de
mi imagen y semejanza,
de
un volcán inflamado de ansiedades
De:
“No fue de charol mi otoño de adentro”
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