Tríptico
Cuando
medía el tiempo
mis pasos por la tierra
sus signos encontraba
en esas nubes llenas
que caían al río
como si de sus velas
el navío del cielo
desprenderse quisiera.
Y yo las recogía
una a una, en la espera
de ponerlas de nuevo
sobre la nave aquella
que en el agua flotaba.
Eran nubes de vida
con vocación de estrellas,
y en el alba nacían
otra vez nubes nuevas.
Hoy
que el tiempo quieto
tan sólo mido huellas
en la bóveda madre
donde la nave espera
zarpar por otro océano
sin nubes, sin estrellas,
oigo un eco de imágenes
en la corriente espesa,
como si de una música
que oscuramente fuera
las notas de las nubes
ya todas en cadena
de blancura, que el tiempo
sembrado devolviera
en signos trasparentes
de un alma, que acudiera
a entregárseme, entera.
Viene
la luz ya tibia
con suavidad de plata
veteada de memoria
de una canción lejana.
Del dorso de la loma
nostalgia de campanas
a un punto eterno fija
el aire que ahora pasa.
Y queda aquí suspenso
un arco de palabras
que va de orilla a orilla
esperando la barca.
Vendrá la barca oscura
sobre ese cielo de agua
que pone en los paisajes
la turbiedad sagrada,
y se oirá en el silencio
romperse las palabras
una a una, cayendo
como gotas cantadas
de una canción: “va llena
de su carga la barca;
fijo ha quedado el aire
su luz tibia, de plata.”
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