Mi
perra tiene roña
Las
niñas le tiran piedras para que huya.
Y las amas de casa le ofrecen mendrugos con veneno.
Mi
perra, mientras durmió conmigo fue inmaculada.
Pero
un día llegó la primavera
y no respetó cerrojos ni candados.
Se
fue a la calle.
Y el
perfume de su sexo hasta entonces sólo mío
fue de la jauría.
Presurosas
carnes del “Duque”, del “Sultán”, del “Diablo”
y de tantos anónimos, miserables, escuálidos,
dispusieron del banquete.
Entre
todos le florearon su capullo, lo aguangaron.
Le dejaron sus pulgas y su rabia.
Y esta endemoniada comezón que con nada se nos quita
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