sábado, 9 de octubre de 2021

DANIEL CUNDARI

 

  

 

2

 

Y más allá, en la luz cegadora,

próxima a la transparencia líquida del aire,

encima de la estatua arenosa

de la plaza escueta,

                                                                                              más allá

                del paraíso perdido de tu infancia,

entre Escila y Caribdis,

bajo las manos hendidas de los pescadores,

de las redes, de los veleros anegados,

mi madre se había sentado

en la roca candente,

en la grava bárbara y rosa,

                donde Glauco se enamora.

 

                La miré. Y aún más allá,

enjabonado de sal, la dejé

confundirse entre la marejada y el sueño,

para siempre.

 

De: “Poemas para delinquir”

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario