viernes, 25 de julio de 2025

CARLOS MARZAL

 


 

Meditación abstrusa

  

 

Es extraño. 

Si trato 
de recordar el fuego de las noches sagradas, 
un verano violento -como cualquier verano-, 
con su luna de sangre y crepitar de brasas, 
recuerdo esa violencia y la felicidad, 
recuerdo el fuego, pero aquí no está el fuego, 
aunque yo sé que ardía en esas noches. 

Resulta sorprendente. 

Si vuelvo atrás la vista, 
hacia nuestras reuniones, sé lo que confesamos, 
rememoro el ingenio de los viejos amigos, 
puedo escuchar la risa, 
y esa desesperanza 
de la que se alimenta cualquier joven, 
porque se sabe fuerte, invulnerable. 
Y, sin embargo, aquí, en la presente noche, 
nadie se ríe ya, y la desesperanza 
no es siempre un alimento adolescente. 

Es curioso. 

Si miro 
las páginas de un libro, o esos rostros 
que hablan en la pantalla y nos conmueven, 
yo sé que nunca fueron, como sí sé que fueron 
mi fuego y mis amigos, 
son palabras que nadie ha pronunciado 
al margen de esos libros, son los rostros 
de quien prestó su rostro a quien no existe, 
y sin embargo están en esta misma noche, 
y son y me acompañan y me ayudan. 

Lo que parece eterno en la memoria 
ha dejado de serlo, y lo que nunca 
vivió en nosotros mismos es nuestra eternidad. 
Es extraño, es curioso, es sorprendente: 
no estoy del todo en mí, y cuando acudo 
a lo que debí ser, todo ha cambiado. 
Estoy donde no estoy, y en lo que no soy yo, 
y hasta en no importa dónde, 
y hasta en no importa cuándo. 

 

 

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