domingo, 7 de julio de 2013

RAFAEL DE LEÓN




Romance de los ojos verdes



-¿De dónde vienes tan tarde?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo de ver unos ojos
verdes como el trigo verde.
El sueño juega y se esconde
en la plaza de mi frente;
cabalgo por las ojeras
de unos ojos en relieve.
El cuarto se va llenando
de mar, de barcos y peces,
acuarium improvisado
sobre el barniz de los muebles,
mientras que la media luna
de junio roja y solemne
se suicida sobre el filo
de la mañana que viene.
-¿De dónde vienes cantando?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo de ver unos ojos
verdes como el limón verde.
Por el río de la siesta
pasa un pregón hecho nieve
persianas atravesando:
Chumbos frescos, ¿quién los quiere?
La sábana de la cama
en silencio se defiende
amortajando suspiros
bajo la cal de sus pliegues
contra dos cuerpos desnudos
que su blancura oscurece;
muslos de trigo en mis muslos
brazos delgados y ardientes
que como ríos morenos
iluminados de fiebre
se precipitan sin pulso
por la llanura del vientre
en una lucha romana
de mirtos y de laureles.
-¿Dónde naciste? -En Tarifa,
¿Y tú? -En Sevilla.
Mis sienes
están preñadas de olivos
como tus ojos de verdes.
El silencio apuñalado
vuelve a sembrar las paredes
y un sueño de torres altas
y de relojes ausentes
sobre la cama cansada
echa su capa de nieve.
-¿De dónde vienes borracho?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo... vengo de la viña
y el olivarito verde.
-¿Qué mala hierba pisaste,
quién te atravesó las sienes
con ese mal fario...? ¡Dime!
-Son las cosas de la suerte,
unos la encuentran de espaldas,
otros la encuentran de frente,
y yo me encontré a sus ojos
verdes como el trigo verde.
-¿Quieres que te haga una taza
de hierbabuena caliente?
-Quiero su voz, luna y plata
diciéndome que me quiere.
-¿Quieres que te ate un pañuelo
y te lo anude a la frente?
-Quiero sus brazos de trigo
y su cintura de aceite.
-¿Quieres que cante una nana
para ver si así te duermes?
-Quiero sentirme en el cuello
su aliento de flauta breve.
-Entonces... mi corazón,
dime, ¡por Dios! lo que quieres.
-Quiero sus ojos. Sus ojos
verdes como el trigo verde,
como el limón y la albahaca,
como el mar y los cipreses,
como las almendras nuevas,
el romero y los laureles...
Si no me traes sus ojos,
¡dile que venga la muerte!



FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ




Soneto del amor victorioso



Ni el tiempo que al pasar me repetía
que no tendría fin mi desventura
será capaz con su palabra oscura
de resistir la luz de mi alegría,

ni el espacio que un día y otro día
convertía distancia en amargura
me apartará de la persona pura
que se confunde con mi poesía.

Porque para el Amor que se prolonga
por encima de cada sepultura
no existe tiempo donde el sol se ponga.

Porque para el Amor omnipotente,
que todo lo transforma y transfigura,
no existe espacio que no esté presente.


RUBÉN DARÍO




Primaveral


Mes de rosas. Van mis rimas
en ronda, a la vasta selva,
a recoger miel y aromas
en las flores entreabiertas.
Amada, ven. El gran bosque
es nuestro templo; allí ondea
y flota un santo perfume
de amor. El pájaro vuela
de un árbol a otro y saluda
tu frente rosada y bella
como a un alba; y las encinas
robustas, altas, soberbias,
cuando tú pasas agitan
de los himnos de esa lengua
sus hojas verdes y trémulas,
y enarcan sus ramas como
para que pase una reina.
¡Oh, amada míaI Es el dulce
tiempo de la primavera.
Mira en tus ojos los míos;
da al viento la cabellera,
y que bañe el sol ese aro
de luz salvaje y espléndida.
Dame que aprieten mis manos
las tuyas de rosa y seda,
y ría, y muestren tus labios
su púrpura húmeda y fresca.
Yo voy a decirte rimas,
tú vas a escuchar risueña;
si acaso algún ruiseñor
viniese a posarse cerca
y a contar alguna historia
de ninfas, rosas y estrellas,
tú no oirás notas ni trinos,
sino, enamorada y regia,
escucharás mis canciones
fija en mis labios que tiemblan.
¡Oh, ama mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
Allá hay una clara fuente
que brota de una caverna,
donde se bañan desnudas
las blancas ninfas que juegan.
Ríen al son de la espuma,
hienden la linfa serena;
entre polvo cristalino
esponjan sus cabelleras;
y saben himnos de amores
en hermosa lengua griega,
que en glorioso tiempo antiguo
Pan inventó en las florestas.
Amada, pondré en mis rimas
la palabra más soberbia
de la frase de los versos
de los himnos de la lengua;
y te diré esa palabra
empapada en miel hiblea...
¡Oh, amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
Van en sus grupos vibrantes
revolando las abejas
como un áureo torbellino
que la blanca luz alegra;
y sobre el agua sonora
pasan radiantes, ligeras,
con sus alas cristalinas
las irisadas libélulas.
Oye: canta la cigarra
porque ama al sol, que en la selva
su polvo de oro tamiza,
entre las hojas espesas.
Su aliento nos da en un soplo
fecundo la madre tierra,
con el alma de los cálices
y el aroma de las yerbas.
¿Ves aquel nido? Hay un ave.
Son dos: el macho y la hembra.
Ella tiene el buche blanco,
él tiene las plumas negras.
En la garganta el gorjeo,
las alas blancas y trémulas;
y los picos que se chocan
como labios que se besan.
El nido es cántico. El ave
incuba el trino, ¡oh, poetas!,
de la lira universal
el ave pulsa una cuerda.
Bendito el calor sagrado
que hizo reventar las yemas.
¡Oh, amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
Mi dulce musa Delicia
me trajo un ánfora griega
cincelada en alabastro,
de vino de Naxos llena;
y una hermosa copa de oro,
la base henchida de perlas,
para que bebiese el vino
que es propicio a los poetas.
En el ánfora está Diana,
real, orgullosa, esbelta,
con su desnudez divina
y en actitud cinegética.
Y en la copa luminosa
está Venus Citerea
tendida cerca de Adonis
que sus caricias desdeña.
No quiere el vino de Naxos
ni el ánfora de asas bellas,
ni la copa donde Cipria
al gallardo Adonis ruega.
Quiero beber del amor
sólo en tu boca bermeja.
¡Oh, amada míaI Es el dulce
tiempo de la primavera.


AMADO NERVO




Después



Te odio con el odio de la ilusión marchita:
¡Retírate! He bebido tu cáliz, y por eso
mis labios ya no saben dónde poner su beso;
mi carne, atormentada de goces, muere ahíta.

Safo, Crisis, Aspasia, Magdalena, Afrodita,
cuanto he querido fuiste para mi afán avieso.
¿En dónde hallar espasmos, en dónde hallar exceso
que al punto no me brinde tu perversión maldita?

¡Aléjate! Me invaden vergüenzas dolorosas,
sonrojos indecibles del mal, rencores francos,
al ver temblar la fiebre sobre tus senos rosas.

No quiero más que vibre la lira de tus flancos:
déjame solo y triste llorar por mis gloriosas
virginidades muertas entre tus muslos blancos.




MARIO SALAZAR




La muerte de un toro



Un toro ha muerto en la arena
Su bravura ha perecido bajo el abuso de la desventaja
Sin lealtad ni partido limpio le han dado muerte
Su lomo corpulento y sus patas firmes dan vueltas alrededor
Valiente y altanero trata de defenderse de un destino firmado
Violento y solitario para el demonio rechazado
Las espadas se llenan de sangre y no desiste
El hombre en el traje de brillos sonríe y se pavonea
Miserable combate entre una bestia designada al infierno
Como los animales salvajes gigantes ha de ser libre
pero el imperio de cemento no le da oportunidad alguna
este es otro mundo ya sin edenes y libertades para una bestia indomable
es la sangre derramada en el ruedo bajo el suave y lento fuego del dolor
La existencia es cruel manifiesto de locura y sin razón
Los hombres y sus juegos han quebrado la voluntad de los seres fuertes
Las flores caen del cielo quiere pensar y no puede
En el ocaso moribundo de su suerte
Los hombres de poca osadía gritan al asesino que termine con el martirio
La vida ese camino sin salida más que para ir de bruces hacia la tierra
Siempre puede ser peor dice el seco contemporáneo ante lo que destruye
La sangre resbala y débil abstraído en su mutismo cae y muere.



GONZALO OSSES VILCHES





La Inmortalidad Del Cangrejo

A mi padre



Me encontré de repente, casi sin darme cuenta
por el viejo y nunca terminado camino de los recuerdos.
Recuerdos que alguna vez fueron pasos en mis zapatos;
ilusiones en mi alma, lágrimas en mis ojos.
Recuerdos que son sonrisas de niño,
esas mismas que uno siempre extraña por lo cristalinas
y por la inexplicable tibieza que las engendró,
quién sabe a través de qué misteriosos detalles.

Y cuando recordé me reencontré con tu imagen.
Noté la caricia de tu presencia en el aire,
el aroma siempre joven de tus días y sonreí,
deseé hablarte a través de este manto de distancias,
o acariciarte de manera sencilla; casi tímida.

Porque de todos los hombres que he amado, has sido el más perfecto.
Porque a veces las palabras se muestran impotentes o mudas
ante el empuje de nuestra difusa humanidad.
Y ¿sabes? … porque además es tu día, papá,
el día de los viejos macanudos con sabor a padres.

Sí , ya sé.
Sé que estamos lejos, ¡pero si es lo mismo!
¿No entiendes? Lo mismo…
porque siempre te veo majestuoso como el amanecer
que nos despierta orgulloso de poder ofrecernos su sol.
Y le digo, y te digo ¡Buen día!,
pero también digo, ¡viejo, te quiero!

¿Ves?, ya iniciamos nuevamente el diálogo.
Tírame un salvavidas (por favor) … y después ¡rememos juntos!
agarra tu guitarra y cantemos: inventa una melodía, yo pongo la letra.

Tú y yo pateando a dúo la distancia caprichosa de dos ciudades distintas.
Tómate un trago, viejo. La distancia… ¡La distancia es una mentira!
y hablemos de lo que sea, de ti, de mí, del clima…
mejor aún, ¡hablemos de la inmortalidad del Cangrejo!
Total… La locura, esta noche, corre por mi cuenta.