domingo, 20 de marzo de 2016


ARLETTE LUÉVANO




Volar
como sueño de niño
como dedos en la sombra
con ligereza marina

Libre como la noche en silencio
subir al sueño de mamá
que viaja a ninguna parte
desde una tierra
sagrada en el recuerdo.


ROBERTO CARRIL




Balada en rojo



Desprovisto de labios para callar
o alas para el sueño infante,
el estadio de soledad nos aguarda en cada partida,
libreta rasgada con manchas de hollín
queda tierra, aire, alma
sin tiempo para trazar caminos
goteando el arpa y no llega al alba.



JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO



  
Le obliga a que la mire...


  
Es fruto agraz al paladar
y sedoso para los labios
que han conocido su contorno
y percibieron la afluencia.

Ella jugaba aquella noche
cautivada por la ternura
de una voz que a su decisión
sólo dijo: si tú lo quieres...

Ahora le obliga a que la mire,
para que vea lo que es suyo
y lo que luego ha de perder
cuando se aparte de sus ojos.




HÉCTOR DE PAZ




(Porque te invento con mi boca)



Porque te invento con mi boca
desde los pies que sostienen al mundo
hasta los cabellos que brotan de la noche
ya no hay sitio para el vacío
ni vacante para la ausencia.


De: Ahogada lumbre la sangre 



JOSÉ LEZAMA LIMA




La mujer y la casa



Hervías la leche
y seguías las aromosas costumbres del café.
Recorrías la casa
con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
Todas tus horas están justificadas
al pasar del comedor a la sala,
donde están los retratos
que gustan de tus comentarios.
Fijas la ley de todos los días
y el ave dominical se entreabre
con los colores del fuego
y las espumas del puchero.
Cuando se rompe un vaso,
es tu risa la que tintinea.
El centro de la casa
vuela como el punto en la línea.
En tus pesadillas
llueve interminablemente
sobre la colección de matas
enanas y el flamboyán subterráneo.
Si te atolondraras,
el firmamento roto
en lanzas de mármol,
se echaría sobre nosotros.




ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ




Parábola del huésped sin nombre



Han llamado a mi puerta,
que siempre está de par en par abierta
y que esta vez la ráfaga nocturna
cerró de un golpe...
                          Sola y taciturna,
en el umbral detiénese la extraña
silueta del viador. Lívida baña
su faz la luna; tiene el peregrino
sangre en los pies cansados del camino;
ojos en que retrátase y fulgura
una vasta visión que ha tiempo dura
en incesante asombro;
y con la gruesa alforja, la insegura
mano sustenta un báculo en el hombro.

-¿Quién eres tú? ¿De dónde
vienes, y adónde vas?... Y me responde:
-Nunca supe quién soy, y no sé nada
del principio y el fin de mi jornada.

¡Yo sólo sé que en la llanura incierta
de mi peregrinar, llegué a tu puerta;
que mi cansancio pide tu hospedaje,
y que a la aurora seguiré mi viaje.
Destino, patria, nombre...
¿No te basta saber que soy un hombre?

A sus palabras pienso que mi vida
es como una pregunta suspendida
en el arcano mudo, y digo: -Pasa,
sea la paz contigo en esta casa.

Y entra el viador, y nos quedamos luego
al amparo del fuego.
Nuestro mutismo sobrecoge y pasma,
y cual doble fantasma
que evocara un conjuro,
se alargan nuestras sombras en el muro...