"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 3 de diciembre de 2022
MARTHA KORNBLITH
Diría
que hace mucho
apenas viví
la frágil certeza
de un sueño.
Diría
que un día
me prometieron un
jardín de rosas
pero ni siquiera logré atravesar
este puente sobre aguas
turbulentas.
Diría que mi vida
fue la de un trapecista
que ha perdido su cuerda
floja.
No diría
decir «aquellos tiempos»
algo tan obvio para uno
¿qué más da?
si todos los poetas
nos fundamos sobre un
primer lugar común.
De: “Sesión
de endodoncia”
ANDREA VALBUENA
Ojalá
nazcan con tu perfume las flores
Yo
quería dibujar tu sombra en cada sílaba
para
homenajear aquellas
que
nunca pudiste pronunciar.
Yo
quiero encontrar las palabras
que
supongan la perpetuidad de tus ojos
en
todos aquellos que leen.
Escribir
los versos que describan la manera
que
has tenido de hacerte eterno.
Vivirte
sin prisa, una y otra vez,
en
los poemas
y en
las fotos,
en
los cuentos,
las
certezas
y el
recuerdo de tu felicidad.
Siempre
fuimos más familia
cuando
peor vino el tiempo.
Tú
reblandeciste nuestros corazones
para
que, deshechos,
se
fundieran en uno solo:
más
fuerte,
más
capaz,
más
entero.
El
que hoy nos deja pensarte
y
sonreír.
Aunque
puedo asegurarte
que
en este jardín donde crecen las flores
siempre
caerá una lágrima con tu nombre.
De:
“Lagrimacer o el acto de derramarse”
JAVIER RUIBAL
En
la mitad dormida
Sobre
el lienzo marrón de los tejados
apura
la niebla su pereza
y la
mía se rezaga por mis párpados
plomizos,
pesados y entreabiertos.
Volvería
si pudiera yo a envolverme
en
los oscuros telones de algún sueño
donde
no soy ni yo ni lo contrario,
donde
no tengo norte ni gobierno,
vacante
de mis ansias y mis planes,
regresado
así a un punto muerto
donde
todos los principios son posibles
y
todos los finales aplazables.
Quién
sabe qué hay en la mitad dormida,
qué
reino de quimera involuntaria
nos
lleva de los miedos a la euforia,
nos
mece en los divanes de la calma.
Qué
suerte de álter ego alucinado
transita
por los campos de lo absurdo
donde,
a pesar de todos los peligros,
quisiéramos
quedarnos para siempre,
vivir
eternamente al otro lado.
De:
“Coraza de Barro”
PAUL MORAND
Oda
a Marcel Proust
Sombra
nacida del humo de vuestras fumigaciones,
el rostro y la voz
roídos
por el roce de la noche,
Celeste,
con su rigor, suave, me empapa en el jugo negro
de vuestro cuarto
que huele a corcho tibio y a chimenea apagada.
Tras
la pantalla de los cuadernos,
bajo la lámpara rubia y untuosa como un postre,
vuestro rostro yace sobre una almohada de tiza.
Me tendéis las manos enguantadas de filadiz;
silenciosamente vuestra barba repunta
en el fondo de vuestras mejillas.
Digo:
—Tenéis aspecto de seguir muy bien.
Respondéis:
—Querido amigo, he estado a punto de morir tres veces durante el día.
Vuestras ventanas cerradas para siempre
os rehusan al boulevard Haussmann
repleto hasta los bordes,
como un mortero brillante,
del estrépito de palastro de los tranvías.
¿Acaso nunca habéis visto el sol?
Pero lo habéis reconstruido, como Lemoine, tan verídico,
que vuestros árboles frutales en la noche
han dado flores.
Vuestra noche no es nuestra noche:
Está llena de los resplandores blancos
de las catleyas y de los trajes de Odette,
cristales de las flautas, de los candelabros suspendidos
y de las chorreras encordonadas del general de Froberville.
Vuestra voz, también blanca, traza una frase tan larga
que parece plegarse cuando, como un enfermo,
somnoliento que se queja,
decís: que se os ha causado una pena enorme.
Proust,
¿a qué saraos vais pues por la noche
para volver con los ojos tan fatigados y tan lúcidos?
¿Qué terrores a nosotros vedados habéis conocido
para volver tan indulgente y tan bueno?
¿Y sabiendo la tortura de las almas
y lo que ocurre en las casas
y que el amor daña tanto?
¿Eran
veladas tan terribles que dejasteis en ellas
esa rosada frescura
del retrato de Jacques-Émile Blanche ?
¿Y que aquí estáis, esta noche,
amasado en la palidez dócil de las ceras
pero contento de que se crea en vuestra agonía suave
de dandy gris-perla y negro?
Versión
de Ángel José Battistessa
JIM CARROLL
Los
anarquistas
Han
venido para adorar el dictado,
llegando espontáneamente en parejas
sobre vagones rojos y negros, un sol inclinado hacia Francia,
la radio… un buitre ha escalado el lago.
la pendiente vigente hacia una mina de azufre…
acontecimientos separados, pero ya recurrentes.
fue una chica…
concebida para instigar la conquista. los animales
reptando para lamer sus dedos de porcelana
ella dudaba en acantilados de coníferas gruesas… su vanidad
ondeando como las banderas azuladas de los Estadios…
las gaviotas… café… ella decidió días antes
engatusar a los bronceados rostros proletarios
una vez hubieran perfeccionado el manifiesto, completarían
el plan de ataque añadiendo piernas… aunque breves
y con deformaciones evidentes en los tobillos
los árboles derribados sobre la torpeza muda
de la noche… apertura tropical de estrellas…
el tucán… desayuno. ella ha dado a luz un niño
anoche sobre los escalones del umbral. él escapó
sometido a la tensión de la predicción.
la gente se alarmó. sin maná,
observaron un carnaval de destellos sobre las colinas
una energía… pero nutriente escaso…
la gitana… ese era su esquema aparente
para eliminar los factores benevolentes,
estimular sin auxilio, mientras tanto
acumulando brazos para la flota… inocencia.
ella finalmente habló.
el día era obviamente un adelanto de la semana.
viento amarronado… pergamino arrojado al paisaje
alabando las quejas del dictado. la sintonía
allanaba el camino. banderas cayeron de las verdes aguas infectadas
sobre el cielo. esas cosas le fueron confiadas.
ella no tenía control sobre aquel papel, había
incontables sustancias, como insectos…
objetos sin el obsequio del desenlace.
millones de burbujas emergiendo del instrumento
musical. sólo la gitana lo vislumbraba.
lo superficial se convirtió en una mentira… ella se transformó en
una realidad… su hijo permaneció
inconsolablemente despierto… días
días…
días…
JEANNE KAREN
En
el campo y en las casas desoladas, lo viejo no tiene técnica para permanecer.
La
tarde se mueve de forma voluntaria, no hay ni una sola pregunta después de
todo,
no
queda más que mirar, descifrar, cerrar los ojos. Levanté una mano para tocar el
fondo:
todo
era verde, seco y alocado; las espinas refulgían bajo el sol monstruoso.
Había
alguien que deseaba un beso, el otro quería huir al centro de sí mismo.
Sabemos
que cualquier universo comienza con una pequeña explosión
en un ojo, en la palma de una mano, en la
garganta, no sé dónde,
pero
ojalá sea lejos. La distancia me salva de mi propia cercanía.
