jueves, 31 de marzo de 2016


ANA ISTARÚ




Vida




Vida:
sella mi pacto contigo.
Hunde tus brazos azules
por el arco de mi boca,
derrámate como un río
por las salobres galerías de mi cuerpo, llega
como un ladrón, como aquel
al que imprimen en la frente de improviso
el impacto quemante de la dicha,
como quien no puede esconder más bajo el abrigo
una noticia magnífica y quiere reírse solo,
y está el amor que se le riega por los codos
y todo se lo mancha,
y no hay quien lo mire que no quiera
besar dos veces las palmas de sus manos.
Vida: asómate a mi carne, al laberinto
marino de mi entraña,
y atiende con arrobo irreprimible
a este niño infinitesimal
urdido por el cruce de fuego de dos sexos.
Por él he de partir en dos mi corazón
para calzar sus plantas diminutas.
Vida: coloca en su cabeza de la altura de un ave
el techo de tu mano. No abandones jamás
a este cachorro de hombre que te mira
desde el sueño plateado de su tarro de luna.
Coloca, con levedad silvestre, tu beso inaugural
en sus costillas de barquito de nuez. No lo abandones,
es tu animal terrestre, el puñado de plumas
donde se raja el viento.
Vida: acoge a esta criatura
que cabe en un durazno.
Yo te nombro en su nombre su madrina.
Alzo por ti mi vientre.
Vida: abre los brazos.


EUGENIO DE NORA




Adiós



¿Recuerdas? Era así. Césped de alfombra
florecía en colores dulcemente,
y en la vibrante y tibia y clara sombra
era verdad tu cuerpo adolescente.

Dorados, rosas, blancos, tus vestidos:
gaviotas de aquel cielo, extenuadas
por adioses inmensos, sólo oídos
en mis remotas playas deslumbradas.

¡Adiós, amor! Tu fuego ya en mi pecho.
¿Dónde el mundo y su forma, luz gozosa?
¡Huye, cintura breve, astro deshecho,

opaca ya en tu piel la luz hermosa!
Nada quedaba, boca. Así fui hecho
a la furia: besar un ascua rosa.





HUMBERTO JARRIN




Sueño confundido



Había sembrado mis ojos
en el sueño
pero los confundió la muerte
entre sus semillas
—germinó silenciosa, oscura—
ahora despierto como muerto
y llevo mi sueño
hecho pesadilla.

  
De: Breviario de amor oscuro.



CONSTANTINO KAVAFIS



  
A la entrada del café



Algo que dijeron al lado mío
dirigió mi atención a la entrada del café.
Y vi el hermoso cuerpo que parecía
como si el Amor lo hubiese forjado con su más consumada experiencia
plasmando sus armoniosas formas con alegría,
elevando esculturalmente la estatura;
plasmando con emoción el rostro
y dejando a través del tacto de sus manos
un sentimiento en la frente, en los ojos, y en los labios.



Versión de Miguel Castillo Didier

OMAR SANTOS




Peticiones



A la piedra olvidada por el sueño
Al muro que mostró la sangre del libro y el cordero
Al relámpago que escondió los abrazos del valle
A la fogata del débil que vino del relato
Al estallido que obsequió nuevas noches a la quimera
Al retorno de la maga y los esbirros
A las promesas que se aceptaron en el vientre libertino
Al siglo del atavismo y las mazmorras
Al país del engaño y las prohibiciones
Pídele el reposo del templo y la lámpara
Pídele el proverbio que descifra al vencido.



VICENTE GERBASI

  


Mi tierra



En la yerba tostada por el día, el sueño del caballo
nos rodea de flores, como el dibujo de un niño,
mientras la fruta cae del espeso follaje plateado,
que tiembla y brilla en las cigarras de una luz solitaria.
¿En qué edad vivo, ahora que atravieso esta soledad de fuego,
esta tristeza donde muge el toro en lontananza, esta nostalgia
donde el cacto crece entre las colinas y va hasta el horizonte,
esta monótona melancolía de la paloma torcaz, escondida,
aquí junto al río, más allá, no se sabe dónde, junto a la muerte,
bajo el cielo límpido que transporta alguna nube ardiente?
Ando entre derretidos espejos donde la flor se desfigura,
donde la miel resbala con el cuerpo deforme de los árboles,
por donde el ave pasa con un efímero temblor de iris.
La tierra muestra sus rojas heridas, sus pedruscos, sus cuevas,
sus grandes hormigas, sus gruesas hojas aceitosas, sus palmas,
sus viviendas de barro, donde el hombre cuelga su guitarra.
La gente seca en el viento del sol pieles de toro,
muele el maíz, hace el almidón, teje la fibra dorada,
mas anda como invisible, en silencio, en la pesadumbre,
en el humo del tabaco, buscando yerbas medicinales,
Interrogo y no recibo respuesta, y sólo alguna voz,
desde una puerta oscura que guarda la pobreza,
me dice: "Cuídate de la muerte en estos campos de la soledad",
y vuelve a esconderse, mientras el viento mueve sus llamas,
y levanta el polvo entre las resecas espigas,
entre los ancianos que permanecen sentados junto a la ceniza.
Nada de hecho, sólo siento el sol, silbar la serpiente;
nada he dicho aún, sólo sé que amo esta gente sonámbula,
que del mundo sólo conoce esta tierra roja, estas colinas rojas,
donde crece la vegetación más amarga y sedienta.
Nada sé, sólo oigo pasos, voces y cantos quejumbrosos,
y por la tarde veo que llevan un ataúd hacia la noche.



miércoles, 30 de marzo de 2016


LARISSA ORELLANA




III



Primavera regresa
con nieve en el alma,
una crisálida invisible
y árboles callados.



De: Primavera blanca.

LÊDO IVO




El portón



El portón se abre el día entero
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche es tan silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.
Mi cama blanca como la vía láctea
es breve para mí en la noche negra.
Ocupo todo el espacio del mundo. Mi mano desatenta
derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.
En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo.
Soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo.
Soy la hormiga que, guiada por las estaciones,
respira los perfumes de la tierra y el océano.
Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar que deterioran los navíos,
el silbo negro del tren entre hogueras,
la mancha que oscurece el tambor de queroseno.
Si antes de dormir cierro mi portón
en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche y conoce el camino, igual que los muertos
que aunque jamás verán, saben dónde estoy
cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
se agitan en la oscuridad, gritan palabras que huyeron del diccionario y respiran el aire de la noche que huele a jazmín
y a dulce estiércol fermentado.
Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paisaje de la brisa y me rodean.
¡Oh misterio del mundo!, ningún candado cierra el portón de la noche.
En vano fue que al anochecer pensara en dormir
solo
protegido por el alambre de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.
En la noche, una simple brisa destruye los muros de los hombres.
Aunque mi portón amanece cerrado
sé que alguien lo abrió, en el silencio de la noche,
y asistió en lo oscuro a mi sueño inquieto.


Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres


LETICIA CARRERA



  
Ser de este tiempo



Cubres mis ojos.
Platicamos durante dos horas.
El café se toma fuerte y sin azúcar.

Los silencios son cobijas.
Las miradas no se cruzan.
Caminamos.

Hablamos un idioma común.
La carcajada es picante.
Mañana es nosotros.

Esperar un minuto las palabras.
Regalar los sueños propios.

La casa nos habita.
El tacto nos revela.
La tranquilidad es entraña.
Hoy es regalo.


RENEÉ ACOSTA




En la biblioteca de Tokio



En la biblioteca de la escuela imperial de Tokio
hay un libro donde un niño dejó en 1958
una mariposa muerta en uno de los poemas
de Saito Mokichi por la muerte de su madre

En 1962, una estudiante pidió de préstamo
ese mismo libro y colocó una flor junto
a la mariposa, dos días después de la muerte
de su madre

En 1968, un profesor de literatura japonesa
del siglo XX, pidió el libro para impartir
su clase
leyó solamente las primeras páginas
porque tenía prisa y devolvió el libro

Ese mismo año un estudiante pidió el libro
encontró la mariposa y  se llevó la flor
mientras que la mariposa permaneció
otros años más en los libreros
indescifrada con los signos



CARMEN INÉS PERDOMO




Sentencia



Invento tu piel,
como el fuego que nace en mis pupilas.

Hoguera,
                labios pálidos, 
                                       voces olvidadas.

La muerte me diluye en tu cuerpo.



MOISÉS VEGA





Habrá otros días bajo el castaño
para oírnos correr entre las hojas
otra será la sangre contenida
sobre las voces de la tierra
habrá otros senos maduros y dóciles
donde descansar la cabeza

y también ese dolor será en vano


De: Namasaga


martes, 29 de marzo de 2016


ANA MARÍA JUANA ROJAS




Hoy necesito



Hoy necesito
soñarme
hacerme
deshacerme
volver
siempre
a mi orilla
ser río.
Continuar.




HUMBERTO JARRIN




VI



Entra a mis brazos,
cabes
como el agua en la forma,
a mi boca entra,
cabes
como al viento el aroma, 
a mi pecho entra,
hecha aire, suspiro, palabra, toda,
no más alas
que se agiten fuera,
a mi vientre entra,
sos claridad, semilla ardida
que del fuego brota.


CONCHA LAGOS



  
Campo abierto



Enamoradamente he vuelto la cabeza,
allí, por la mañana de luz y de claveles,
con la viva alegría
del viajero que vuelve al lugar deseado.
Enamoradamente por los altos balcones,
entre jardines tibios, con risas de muchachas
que ya están presintiendo el roce del amor.
Lanzad, lanzad los lazos. Sujetadlo con bridas.
Es el amor, cogedle. No perdáis un instante.


OMAR SANTOS



  
Pertenencia



Perteneces a los libros de la ausencia,
a la patria que se mira
desde los escombros.
Vives en la palabra de los páramos,
en la herida que somete,
en la daga que asusta
a las aves del relato.
No sólo congregas a las filosofías
del cardo,
a la tribu enloquecida.
Tu costumbre es un interminable soliloquio
que repites sobre los epitafios.
Tienes en tus manos la oscuridad del fruto,
la ceniza que burla,
el manantial turbio
donde lavan su enfermedad los dioses.
Tienes el ayuno y el talismán del enemigo,
lo que el rebelde solloza ante el cristal.
Ignoran la ofensa, no saben
más de la incapacidad.
Ya ni voltean a ver la piedra
de los castigados
o la enorme hiedra que cubre la fuente.
Conformes se entregan a la libertad
de la palabra o al prodigio del polvo.
En el solar comparten sus pergaminos
acerca de la doncella,
el antiguo escapulario de sus hazañas.
A veces los muertos creen que el amor
es una criatura débil que llegará por su lámpara,
a veces los muertos piensan que llegará el aroma,
el cascabel inconfundible de la amada,
y dormirán tranquilos, y pensarán en la salvación.




EUGENIO DE NORA



  
Canto al demonio de la sangre



Una vez más tu látigo de fuego,
¡déspota de la sangre! , y adelante.
Tu música brutal de mar furioso
que el mundo toca, ¡y adelante!
¡Oh Capitán! Tú sabes que en la sombra
velé y velé mi guardia, cada noche,
y que nunca cedí. Que el medio día
no sonó a calma para mí. Que siempre
que tu voz me llamó, presente estuve,
pronto a mí guerra. Que la primavera,
rosa o mujer, no adormeció mi anhelo:
tú sabes, Capitán, que el mundo es breve
para tu voz Y para mi destino.

Y, por eso quizá...

                                    Es madrugada,
Y un divino claror inunda el aire:
era violeta, es rosa. .., dime, dime,
¿dónde está lo que fue, quién lo sostiene?
         Yo miro los colores que suceden
en el aire sereno, ahora que salgo
vencedor de la noche. ¡Alerta, alerta!
Miro el matiz aquél: oro entre rosa,
y siento así temblar mi vida leve.
Mi Capitán, mi espléndido Tirano,
¿cuál es tu voz; serás cuando yo huya?
¿O eres quizá inmortal?...
                                     Pero tu sangre
es mi sangre, tu voz mi voz, tu impulso
es sólo mi apetencia.
                                    Y yo he de irme.
Lo sé, bien sé: como el dolor violado
abandona esa tenue, tenue nube,
como el agua que fluye entre los juncos,
o el racismo cumplido en el otoño...
Un día me iré. ¿Cuál es nuestro destino?

¡Oh Déspota, tú apremias el mandato,
tu alto azote de mar, tu ardiente tralla!
¡Hay cumbres a escalar en donde el viento
ciñe de gloria la irradiante frente!
¡Guerras en que esgrimir, como una espada,
la voluntad de amar a hachazos ciegos!
¡Apetencia de ser! ¡Amor! ¡Los labios
aún vírgenes al beso donde el rojo
no es color, sino vida! ¡Criaturas
de belleza mortal! ¡Perenne gloria!
¡Ser! ¡Y ser más!
                             Tu látigo, Tirano,
restalle bien. Eso es la vida. ¡Sigue!

Pero luchar, amar, poseer la gloria,
¿es madurar el hombre hacia lo eterno?
¡No es vida, mi Demonio, lo que pido;
quiero inmortalidad y permanencia!
    ¡No! Sólo a Dios, a Ti, mi Dios oculto,
mi silencioso Dios, es a quien quiero,
¡Tú, mi Libertador!

                              Nunca el tirano
restallaría su látigo en mi sangre
si ella creyera en Ti como yo creo.
Pero la sangre es monte y viento y mar,
es loba, o savia de la tierra ardiente,
y ama su carne, mi Señor, la forma
que el tiempo nutre, la belleza vana.
      Más Tú lo sabes, Dios. Que no te olvido,
que a tu gloria combato. Que si amo
a mi sangre, a las dulces criaturas
que, de sangre también, hacen tu mundo,
es por tuyas, mi Dios. Dame el destino
de confiar en Ti, y cuanto haga
según mi sangre mientras dure el tiempo,
en tu gracia florezca.
                                ¡Entonces llega,
oh Capitán de fuego, y nunca cese
tu mandato imperioso, y mi batalla!
Quiero creer, ¡También la vida es santa!
Y aunque vano es el mundo y sus criaturas,
y es Dios quien quiero que jamás me olvide,
¡Déspota, ordena! Y que mi amor disperso
me dé inmortalidad y permanencia.



CONSTANTINO KAVAFIS



  
Buen tiempo, mal tiempo



Me alegra que se vaya
el invierno con sus nieblas, temporales y frío.
La primavera entra en mí, oh alegría verdadera.
La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro,
no hay otro jardín como el del amor,
el calor de la canción derrite todas las nieves.
Que agradable cuando la primavera
siembra de flores las verdes campiñas.
Pero si tienes el corazón herido es como si llegara el invierno.
La tristeza puede empañar el mas brillante de los soles;
si estás apenado, Mayo parecerá Diciembre,
porque las lágrimas son tan frías como la nieve.


Versión de Miguel Castillo Didier



lunes, 28 de marzo de 2016


JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO




Palabras para Julia



Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía, es mejor vivir
con la alegría de los hombres,
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto,
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Un hombre sólo, una mujer
así, tomados de uno en uno,
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti,
cuando te escribo estas palabras,
pienso también en otros hombres.

Tu destino está en los demás,
tu futuro es tu propia vida,
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares,
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname, no sé decirte
nada más, pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre, siempre, acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.


ARMANDO ROMERO




Mi infancia



Yo también al desaparecer mi infancia estuve presente. Con un grueso hato de oraciones y un látigo sibiloso se cortó esa calle por donde arrastraba las piedras o bus­caba escarabajos. No dijo de azules begonias ni de las otras matas en el patio, se fue como trepando por esa escalera que llevaba al abovedado. Se arrepintió de una mirada furtiva a los senos de la niña vecina y aplastó el cigarrillo contra uno de los postes del alumbrado. Mi infancia ya no estaba allí cuando vino el radiopatrulla a buscarla.



HÉCTOR DE PAZ




Día 13



Viví engañado:
“en todo caracol
habita el mar”
me dijeron
desde niño
pero
estaba
el eco
de tu voz.


De: Bitacora de sal tatuada 



CHARLES BAUDELAIRE



  
A la que pasa



La avenida estridente en torno de mí aullaba.
Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa,
pasó aquella muchacha. Con su mano fastuosa
Casi apartó las puntas del velo que llevaba.

Ágil y ennoblecida por sus piernas de diosa,
Me hizo beber crispado, en un gesto demente,
En sus ojos el cielo y el huracán latente;
El dulzor que fascina y el placer que destroza.

Relámpago en tinieblas, fugitiva belleza,
Por tu brusca mirada me siento renacido.
¿Volveré acaso a verte? ¿Serás eterno olvido?

¿Jamás, lejos, mañana?, pregunto con tristeza.
Nunca estaremos juntos. Ignoro adónde irías.
Sé que te hubiera amado. Tú también lo sabías.

Versión de José Emilio Pacheco




ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR



  
Fue en Los Robles donde ella, que sabía...



Fue en Los Robles donde ella, que sabía,
Dijera la verdad. Aquella noche
Estaban dadas todas las estrellas.
Tiempo de suspirar juntas las bocas.
Parpadeaba una luz, alguien volvía
A hacer la hoguera frente a la caverna.
Marcharon entre armas a la gloria.
Nada en su cuerpo, suave como el agua,
Anunciaba los hijos de su cuerpo.
Era toda alma en la soñada cama,
Era un incendio, era una primavera,
Una muchacha azul bajo la lluvia,
Una bahía en quien entrar a gritos,
Una bandera ondeando en el combate,
Una batalla de azucenas cálidas.
Era ella.


SERGIO CORDERO




He partido…



he partido mi pan
en dos mitades

pero te doy las dos






domingo, 27 de marzo de 2016


VICENTE GERBASI




Mi padre el inmigrante



V

A veces caigo en mí, como viniendo de ti,
y me recojo en una tristeza inmóvil;
como una bandera que ha olvidado el viento.
Por mis sentidos pasan ángeles del crepúsculo
y lentos me aprisionan los círculos nocturnos.
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Escucha. Yo te llamo desde un reloj de piedra,
donde caen las sombras, donde el silencio cae.


ÁLVARO RODRÍGUEZ TORRES



Para alguien que aún no regresa en el tiempo I



Tu amistad como un amor no menos lúcido,
una marea que desobedeciera a la luna;
días de aguas altas hasta cubrir las rocas,
y luego ?enfática- la resaca.
Pero la sangre sabe,
ninguna levedad impugna su destreza;
de lo vivido en aquellos días
quedan en verdad algunos momentos,
ya la invulnerable a la mala memoria
ya las pretensiones del tiempo.



FRANCISCO HILARIO SAAVEDRA BARRIOS





De los que se han ido pero siguen presentes



Sobre el pedestal temblando
de rojos atardeceres.
Se avista la mirada que busca
y se agrietan los sueños
¿Será el destino, será la aurora?
O el silencio que sucumbe y cae
y tiñe de olvidos que no llegan.
No sé si la mañana se hizo lágrimas
de rocíos que lamen mi lengua.
Hoy mis ojos avistan lejanías.
Hoy todo se hace carne.
Aún los diminutos segundos
que blasfeman misericordias.
Ponme un clavel blanco a mis alas
y perfuma el recuerdo que trae.
Y cuando te hagas presente,
desde el vacío.
Dame el abrazo que nunca diste.
Sé de mis recuerdos...
Esa luz que persiste y alumbra.


LARISSA ORELLANA




IV



Le digo a mi sombra
que existe una manera
de rescatar el bosque.

En mi corazón
están las semillas.


De: La lluvia del bosque.



ÁLVARO RUIZ FERNÁNDEZ




De “un hombre solo en una casa sola”.

                                                             A Jorge Teillier.



No fuimos capaces de incendiar la casa
reducirla a cenizas
e irnos a los bosques
sin miedo
Tarareando viejas canciones irlandesas
como aquella del marinero borracho
shanties extraídos de viejos cancioneros celtas
por los caminos polvorientos del estío
por alamedas que llevaban a la plaza del pueblo
donde las muchachas pretendían tu corazón de alondra
ahora cubierto por un frío bolsillo depositario
de estampas y angelicales medallas protectoras
en un bar de la calle Nueva York.
Con la misma canción aquella en el oído
¡qué vamos a hacer con el marinero borracho!
cruzando los brazos sobre la mesa de un otoño en la ventana
con toda la oblicuidad de la luz en el rostro.


ARGENTINA CASANOVA





De lejos se ve el mar.



La tempestad se fue pero quedó la furia,
llevó las aguas más adentro
lejos de la costa el mar se revolvía en su fracaso
dejó medusas y caracolas a la deriva
Todos miramos la desnudez absurda de la playa sin el mar
las aves migraron apenas antes del abismo de la oscuridad
Ahí a lo lejos se ven las aguas,
sus olas escondidas dejan el desamparo
cascos de barcos, corazas de cayucos, huesos de otros naufragios
huellas de trilobites de antes del primer diluvio y la lluvia universal
trasluce en las piedras abandonadas
el polvo de cardúmenes arriados con el huracán,
Queda la soledad de la vaciante
aprieta los ojos del pescador
están las huellas, pasos de los que arrastran el alijo
y manos arrancan al pulpo
de las entrañas del hueso del caracol
Navega Orestes y Ulises,
Quetzalcóatl en canoa de piel de serpiente
todos vuelven hacia el mar en el regreso a casa
Desde cuándo el mar no escucha voces que lo nombren para amarlo
y sólo siente el odio de los náufragos, la soledad de las islas

En las avenidas puede mirarse el desierto lejos de la playa
¿a dónde se va el mar cuando repliega las aguas?
Puedes quemar las naves sobre las cenizas del mar,
haz de tu canto el camino de la tierra
Rema el navío sobre las arenas
varado en la playa enfila su vela hacia la tormenta
¿Hasta dónde recorre las sinaguas un barco en busca del océano?
Navega el hombre hacia dentro
para encontrar el paraíso,
atraviesa los ríos de Caronte
Se va el mar
en un ensayo del instante primero,
de cuando volcó sus aguas por primera vez
epílogo para el último minuto de la eternidad.

sábado, 26 de marzo de 2016


ARLETTE LUÉVANO





Hoy llueve. Las palabras salen sin invitación. Vuelan hacia las nubes para empatarse con sus hermanas de agua. Desnudas, se acercan unas a las otras, se apilan, se contagian. Llueven con la música fría del desamparo.

Está de más decir que yo quisiera llegar hasta ti del mismo modo. Sobra decir, pero no hay más que dejarse llevar con transparencia.

Cuando llegan a la tierra estas palabras, se adelgazan hasta ser una pequeña línea. Se vuelven oscuras y arenosas. Se estrellan contra la tierra con la fuerza de una batalla y se dejan morir suavemente, con la resignación impregnada. La música cesa. El silencio es el pretexto para deshilvanar el fárrago que acaba de caer. Los restos son sólo humedad sin soberbia.

La boca queda abandonada, es una cripta enorme formada de pliegues y vapores. Se consuela en su tibieza.




ROBERTO CARRIL



  
Entre el averno y la luz.



¿Qué decir del destello?,
vida de instantes.
¿Qué decir del vacío?,
otoño perenne, seco paladar.
¿Dónde está su risa,
su cena o los sueños?


JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO



  
Las mujeres de antes



En los Paseos junto al mar
en las sillas de mimbre de los bares
reclinadas en suaves chaises-longues de terciopelo
fumando cigarrillos atrevidos y exóticos
vestidas de colores muy decentes
o en lugares cerrados y más íntimos
mirándose al espejo
retocando sus labios y empolvándose
las mujeres de antes parecían irreales
eran como otra cosa algo distinto
pero cuando nos daban caramelos
o las fotografiaban de perfil
todos todos sabíamos que aquello se acababa
que no podía ser
que la hermosa película no iba a continuar siempre
y que la extraña joya que al parecer tenían
escondida en los pliegues del escote
o quizás entre las piernas
iba a volverse pronto mercancía barata
que ellas eran como nosotros
con sus deseos y melancolías
con sus trabajos y su desengaño.

Y entonces ¿para qué fingirse diosas
si ni ellas lo querían
y para qué tanto suspiro absurdo
tanta mano bellísima frotando en solitario
tanto dedo en saliva
si de la fiesta aquella sólo iban a quedar
algunos viejos cuadros y montones de cajas de sombreros
llenas de fotos ocres junto a discos partidos?



HÉCTOR DE PAZ




(Es el rumor de tu sangre)



Es el rumor de tu sangre
un mantra silencioso
que despierta con el tacto
de mis labios.


De: Ahogada lumbre la sangre