"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 18 de diciembre de 2016
ALEJANDRO DUQUE AMUSCO
Exvoto(Tumba de Il tuffatore, Paestum)
Una tumba, una lápida fúnebre
y en ella, como perro guardián cerca del amo,
el dibujo de un joven lanzándose
al vacío ?finas
hebras del aire.
Espirales.
Columnas.
Un mar lo acoge.
¿Un mar o un cielo adormecido?
El joven cae con lentitud ingrave
igual que una promesa que no termina nunca
de cumplirse: nadador que levita
en una zambullida hacia la luz.
Ay, tuffatore, estás y siempre vuelves,
rebrotas con el Árbol Cenital de inmarchitables ramas
que regalan sus frutos prodigiosos
para salvar los dones de la tierra,
el nudo de las noches y los días,
la espiral del azar,
el amor y la música ?dos formas
diferentes de llamar a lo mismo,
el latido del sol
entre el cielo y el mar, la caída y el éxtasis.
Con tu salto la muerte has traspasado.
Todo el espacio abre
ante tu vuelo inmóvil.
Profunda tumba azul.
De: "A la ilusión final"
Una tumba, una lápida fúnebre
y en ella, como perro guardián cerca del amo,
el dibujo de un joven lanzándose
al vacío ?finas
hebras del aire.
Espirales.
Columnas.
Un mar lo acoge.
¿Un mar o un cielo adormecido?
El joven cae con lentitud ingrave
igual que una promesa que no termina nunca
de cumplirse: nadador que levita
en una zambullida hacia la luz.
Ay, tuffatore, estás y siempre vuelves,
rebrotas con el Árbol Cenital de inmarchitables ramas
que regalan sus frutos prodigiosos
para salvar los dones de la tierra,
el nudo de las noches y los días,
la espiral del azar,
el amor y la música ?dos formas
diferentes de llamar a lo mismo,
el latido del sol
entre el cielo y el mar, la caída y el éxtasis.
Con tu salto la muerte has traspasado.
Todo el espacio abre
ante tu vuelo inmóvil.
Profunda tumba azul.
De: "A la ilusión final"
VICENTE ALEIXANDRE
No te
acerques. Tu frente, tu ardiente frente,
tu encendida frente, las huellas de unos besos,
ese resplandor que aún me da se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después
a ya una dura vida de lucero.
tu encendida frente, las huellas de unos besos,
ese resplandor que aún me da se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después
a ya una dura vida de lucero.
No
quiero que vivas en mí como vive la luz,
con ese aislamiento de estrella que se une con su luz,
a quien el amor se niega a través del espacio
duro y azul que separa y no une,
donde cada lucero inaccesible
es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza.
con ese aislamiento de estrella que se une con su luz,
a quien el amor se niega a través del espacio
duro y azul que separa y no une,
donde cada lucero inaccesible
es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza.
La
soledad destella en el mundo sin amor.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil
donde el hombre no puede encontrar su descanso,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil
donde el hombre no puede encontrar su descanso,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado.
Pero
tú no te acerques. Tu frente destellante,
carbón encendido que me arrebata a la propia conciencia
duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir,
de quemarme los labios con tu roce indeleble,
de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador.
carbón encendido que me arrebata a la propia conciencia
duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir,
de quemarme los labios con tu roce indeleble,
de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador.
No te
acerques, porque tu beso se prolonga
como el choque imposible de las estrellas,
como el espacio que súbitamente se incendia,
éter propagador donde la destrucción de los mundos
es un único corazón que totalmente se abrasa.
como el choque imposible de las estrellas,
como el espacio que súbitamente se incendia,
éter propagador donde la destrucción de los mundos
es un único corazón que totalmente se abrasa.
Ven,
ven, ven como el carbón extinto oscuro
que encierra una muerte;
ven como la noche ciega que me acerca su rostro;
ven como los dos labios marcados por el rojo,
por esa línea larga que funde los metales.
que encierra una muerte;
ven como la noche ciega que me acerca su rostro;
ven como los dos labios marcados por el rojo,
por esa línea larga que funde los metales.
Ven,
ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos,
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos,
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.
¡Ven,
ven muerte, amor; ven pronto, te destruyo;
ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo;
ven, que ruedas como liviana piedra,
confundida como una luna que me pide mis rayos!
ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo;
ven, que ruedas como liviana piedra,
confundida como una luna que me pide mis rayos!
MARCELO DÍAZ
RōNIN
Las
hojas del árbol cayendo en hélices
semejantes
al
tronco negro de tu descontento
ÁLVARO GARCÍA
Uno
lejos del otro, ven el río.
Los hechos se reavivan, senda de agua,
al heredar el río que es destello
del tiempo de vivir.
¿No lo recorre,
no salva realidad como pedazos
de limpia minería?
Cuando quiero saber dónde se unen
lo que nos hunde y lo que nos eleva;
miro nocturnamente fluir el río,
rotundidad que toca un ritmo leve
de ráfagas oscuras, de mesura,
de vida caudalosa y contenida.
Se marcha siempre el río hacia la luz.
Da miedo regresar al asidero
que un día nos salvó, continuidad
que tizna de dolor aún las manos.
El río brilla indemne en sí, futuro,
agua arrugada, inútil, que deshoja la presa
porque ha llovido más
de lo que necesitan las ciudades
y es música que suena a controlada
demolición del tiempo, del espacio
para que lo distante pueda unirse
y no estemos en un solo lugar.
Música intacta,
oscura entre la luz de medianoche,
voz de mujer, melena por la risa
o tiempo a escala; ríe una mujer
como una soledad de isla visible
en vuelo, isla ciudad con un preludio
de herrajes sobre el verde del solar
donde el balón se pierde ante unos niños
y al fondo la ciudad de luz de almíbar,
el murmullo flotante en la estación,
el esquema de árboles enjutos
del parque denso desde el pie del puente
y luego poco a poco masa ocre,
un punto desde el cuarto
donde la gabardina cae mojada
y se enciende una música o reenciende
la misma imaginada al elegirla:
metal de oscuridad, tensión del aire,
más viva contra el cielo en esa altura
donde sentir la redondez del mundo.
Parece que descansan las estrellas.
Escucho el disco y miro la ciudad.
La luz estaba quieta y se ha marchado
y se adentra la música en la noche
como si nunca hubiera que morir. [...]
Los hechos se reavivan, senda de agua,
al heredar el río que es destello
del tiempo de vivir.
¿No lo recorre,
no salva realidad como pedazos
de limpia minería?
Cuando quiero saber dónde se unen
lo que nos hunde y lo que nos eleva;
miro nocturnamente fluir el río,
rotundidad que toca un ritmo leve
de ráfagas oscuras, de mesura,
de vida caudalosa y contenida.
Se marcha siempre el río hacia la luz.
Da miedo regresar al asidero
que un día nos salvó, continuidad
que tizna de dolor aún las manos.
El río brilla indemne en sí, futuro,
agua arrugada, inútil, que deshoja la presa
porque ha llovido más
de lo que necesitan las ciudades
y es música que suena a controlada
demolición del tiempo, del espacio
para que lo distante pueda unirse
y no estemos en un solo lugar.
Música intacta,
oscura entre la luz de medianoche,
voz de mujer, melena por la risa
o tiempo a escala; ríe una mujer
como una soledad de isla visible
en vuelo, isla ciudad con un preludio
de herrajes sobre el verde del solar
donde el balón se pierde ante unos niños
y al fondo la ciudad de luz de almíbar,
el murmullo flotante en la estación,
el esquema de árboles enjutos
del parque denso desde el pie del puente
y luego poco a poco masa ocre,
un punto desde el cuarto
donde la gabardina cae mojada
y se enciende una música o reenciende
la misma imaginada al elegirla:
metal de oscuridad, tensión del aire,
más viva contra el cielo en esa altura
donde sentir la redondez del mundo.
Parece que descansan las estrellas.
Escucho el disco y miro la ciudad.
La luz estaba quieta y se ha marchado
y se adentra la música en la noche
como si nunca hubiera que morir. [...]
De "El río de agua"
FRANCISCO CERVANTES
Autorretrato tomado en febrero
Un
laberinto de papeles.
Algunos hoscos garabatos,
Y el sueño en que me pierdo a ratos
Son, acaso, los retratos
Que de mí hubiera, los más fieles.
Pienso mientras estos signos trazo,
En si quedará de mí memoria alguna.
Y mientras varias obsesiones, una a una,
Me definen, un recuerdo me importuna.
Es todo lo que dejo acaso.
Algunos hoscos garabatos,
Y el sueño en que me pierdo a ratos
Son, acaso, los retratos
Que de mí hubiera, los más fieles.
Pienso mientras estos signos trazo,
En si quedará de mí memoria alguna.
Y mientras varias obsesiones, una a una,
Me definen, un recuerdo me importuna.
Es todo lo que dejo acaso.
DENNIS ÁVILA
Los pies en la tierra
Intento
imaginar
los
primeros zapatos de mi padre.
¿Tuvieron
el color que surge
en la
corteza de los árboles
cuando
va a amanecer?
¿Sus
cordones fueron implacables,
como
aquellos que amarraron
la
leña de las haciendas vecinas,
que
él y sus hermanos
ansiaron
en los días lluviosos?
La
suela, ¿lo suficientemente gruesa
para
aplastar espinas?
El
tacón, ¿inamovible,
capaz
de entender un nuevo equilibrio?
Delgado,
sin duda, el camino de sus hilos
en
esta dimensión desconocida
por
unos pies descalzos.
¿Los
tomó de alguna estantería
o
salieron del corazón de un zapatero
directo
a sus pies?
¿Temió
gastarlos, a las cinco de la mañana,
para
arrear las vacas
de
los señores feudales de su infancia?
¿Los
llevó a la escuela en su jornada mixta
o al
vender melcochas
antes
y después de cada clase?
¿Alcanzó
los labios
de
alguna muchacha que pudo visitar,
por
fin, con los pies limpios?
Siempre
me conmovió
la
historia no contada
de
los zapatos de mi padre.
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