lunes, 26 de mayo de 2025


 

YEVGUENI YEVTUSHENKO

 

 

 

A lo largo de la plataforma cubierta de hielo…

 


A lo largo de la plataforma cubierta de hielo
resbaladiza como barco de pasajeros,
camina mi amada con nuestros hijos.
Ellos corren a lado de ella
y me ruegan con sus ojos:
“Padre, llévanos contigo…”

Igual que el sentimiento de una esposa de soldado, eso crece en ti.
Toda partida es esconderse como aquel juego de nuestras infancias.
¿Qué ocurre si no nos podemos encontrar el uno al otro?

Dentro de sus almas, nuestras esposas están siempre preparadas,
muy silenciosas, para convertirse en viudas
porque el ruido de las líneas del tren
comenzará a perforar sus almas.

Paradas casi al final de la plataforma,
tres figuras se van empequeñeciendo, derritiendo.
Tres figuras, mi familia completa.
Todos los monumentos son basura,
todos los obeliscos son únicamente colillas de cigarros.
¿Qué es lo que realmente queda? Sólo tres figuras:
mi patria natal a las puertas de la muerte.

 

 

YEVGUENI YEVTUSHENKO, TAMBIÉN EVGENI EVTUSHENKO O YEVGENY EVTUCHENKO

 

 

OSCAR WILDE

  

 

Amor intelectual

 


A menudo pisamos los valles de Castalia
y de antiguas cañas oímos la música silvana,
ignorada del común de las gentes;
e hicimos nuestra barca a la mar
que Musas tienen por imperio suyo,
y aramos libres surcos por ola y por espuma,
y
 hacia lar más seguro no izamos reacias velas
hasta bien rebosar nuestro navío.
De tales despojados tesoros algo queda:
la pasión de Sordello y el verso de miel
del joven Endimión; altivo Tamerlán
portando sus jades tan cuidados, y, más aún,
las siete visiones del Florentino.
Y del Milton severo, solemnes armonías.

 

PABLO VERLAINE

 

 

 

Grotesco

 


Sus piernas por toda montura,
Por todo bien el oro de sus miradas,
Por el camino de las aventuras
Marchan harapientos y huraños.

El prudente, indignado, los arenga;
El tonto compadece a esos locos aventurados;
Los niños les sacan la lengua
y las chicas se burlan de ellos.

Sin más que odiosos y ridículos,
Y maléficos, en efecto,
Y tienen el aire, en el crepúsculo,
De un mal sueño.

Y con sus agrias guitarras,
Crispando la mano de los liberados,
Canturrean unos aires extraños,
Nostálgicos y rebeldes

Y es, en fin, que sus pupilas
Ríe y llora – fastidioso-
El amor de las cosas eternas,
¡Viejos muertos y antiguos dioses!

Id, pues, vagabundos sin tregua,
Errad, funestos y malditos,
A lo largo de los abismos y de las playas
Bajo el ojo cerrado de los paraísos.

La naturaleza del mundo se aísla
Para castigar como es preciso
La orgullosa melancolía
Que te hace marchar con la frente alta,

Y, vengando en ti la blasfemia
De inmensas esperanzas vehementes,
Hiere tu frente de anatema.

 

FRANÇOIS VILLON

 

 

 

Balada a su Dama para Robert d'Estouteville

 


Al alba, cuando el gavilán se agita
Movido de placer y de nobleza,
Brinca el tordo y alegremente grita
Recibiendo a su amada en la maleza,
Ofreceros quiero, y por hacerlo vibro
Impaciente, lo dulce a aquel que ama.
Sabe que Amor lo ha escrito ya en su libro.
Este es el fin para el que Dios nos llama.

De mi vida seréis siempre la dueña
Enteramente, hasta la muerte mía:
Laurel afable con quien mi alma sueña,
Olivar noble que a Amargor enfría.
Razón ordena que perviva el fuego
(En este punto sigo su proclama)
que a vos me empuja, aunque parezca ciego.
Este es el fin para el que Dios nos llama.

Y cuando sobre mí avanza una pena,
cuando Fortuna arrójame un tormento,
tu mirada dulce y tan serena
los desvanece igual que al humo el viento.
Y yo no pierdo lo que voy sembrando
en vos, pues que ser mío el fruto clama.
Lo pide Dios: os seguiré cavando.
Este es el fin para el que Dios nos llama.
Oíd, Princesa, lo que grita mi ansia:
para siempre mi pecho vos reclama.
De vos espero idéntica constancia.
Este es el fin para el que Dios nos llama

 

PAUL VALÉRY

 

 

 

El cementerio marino

 ¡Oh alma mía, no aspira a la vida inmortal,

pero agota toda la extensión de lo posible!

Píndaro , Píticas III.



 

Calmo techo surcado de palomas,
palpita entre los pinos y las tumbas;
mediodía puntual arma sus fuegos
¡El mar, el mar siempre recomendado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!

¡Qué obra pura consume de relámpagos
vario diamante de espuma invisible,
y cuánta paz parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
trabajos puros de una eterna causa,
el Tiempo riela y es Sueño la ciencia.

Tesoro estable, templo de Minerva,
quietud masiva y reserva visible;
agua parpadeante, Ojo que en ti guardas
tanto sueño bajo un velo de llamas,
¡silencio mío!… ¡Edificio en el alma,
más lleno de mil tejas de oro. ¡Techo!

Templo del Tiempo, que un suspiro cifra,
subo a ese punto puro y me acostumbro
de mi mirar marino todo envuelto;
tal a los dioses mi suprema ofrenda,
el destellar sereno va sembrando
soberano desdén sobre la altura.

Como en deleite el fruto se deslíe,
como en delicia truécase su ausencia
en una boca en que su forma muere,
mi futura humareda aquí yo sorbo,
y al alma consumida el cielo canta
la mudanza en rumor de las orillas.

¡Bello cielo real, mírame que cambio!
Después de tanto orgullo, y de tanto
extraño ocio, mas pleno de poderes,
a ese brillante espacio me abandono,
sobre casas de muertos va mi sombra
que a su frágil moverse me acostumbra.
A teas del solsticio expuesto el alma,
sosteniéndote estoy, ¡oh admirable
justicia de la luz de crudas armas!
Pura te tomo a tu lugar primero:
¡mírate!… Devolver la luz supone
taciturna mitad sumida en sombra.

Para mí solo, a mí solo, en mí mismo,
un corazón, en fuentes del poema,
entre el vacío y el suceso puro,
de mi íntima grandeza el eco aguardo,
cisterna amarga, oscura y resonante,
¡hueco en el alma, son siempre futuro!

Sabes, falso cautivo de follajes,
golfo devorador de enjutas rejas,
en mis ojos cerrados, deslumbrantes
secretos, ¿qué cuerpo hálame a su término
y qué frente lo gana a esta tierra ósea?
Una chispa allí pienso en mis ausentes.

Sacro, pleno de un fuego sin materia;
ofrecido a la luz terrestre trozo,
me place este lugar alto de teas,
hecho de oro, piedra, árboles oscuros,
mármol temblando sobre tantas sombras;
¡Allí la mar leal duerme en mis tumbas!

¡Al idólatra aparte, perra espléndida!
Cuando con sonrisa de pastor, solo,
apaciento carneros misteriosos,
rebaño blanco de mis quietas tumbas,
¡las discretas palomas de allí aléjalas,
los vanos sueños y ángeles curiosos!

Llegado aquí pereza es el futuro,
rasca la secuencia nítido insecto;
todo ardido, deshecho, recibido
en quién sabe qué esencia rigurosa…
La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el amargor, claro el espíritu.

Los muertos se encuentran bien en esta tierra
cuyo misterio seca y los abrega.
Encima el Mediodía reposando
se piensa ya sí mismo se concilia…
Testa cabal, diadema irreprochable,
yo soy en tu interior secreto cambio.

¡A tus temores, sólo yo domino!
Mis arrepentimientos y mis dudas,
son el efecto de tu gran diamante…
Pero en su noche grávida de mármoles,
en la raíz del árbol, vago pueblo
ha asumido tu causa lentamente.

En una densa ausencia se han disuelto,
la arcilla roja absorbió la especie blanca,
¡la gracia de vivir pasó a las flores!
¿Dónde del muerto frases familiares,
el arte personal, el alma propia?
En la fuente del llanto larvas hilan.

Agudo gritos de exaltadas jóvenes,
ojos, dientes, humedecidos párpados,
el hechicero seno que se arriesga,
la sangre viva en labios que se rinden,
los dedos que defienden hechos últimos,
¡va todo bajo tierra y entra al juego!

Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas
libre ya de colores del engaño
que al ojo camal fingen onda y oro?
¿Cuando seas vapor tendrás el canto?
¡Vaya! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa,
¡la sagrada impaciencia también muere!

¡Magra inmortalidad negra y dorada,
consoladora de horroroso lauro
que maternal seno haces de la muerte,
el bello engaño y la piadosa argucia!
¡Quién no conoce, quién no los rechaza,
al hueco cráneo ya la risa eterna!

deshabitadas testas, hondos padres,
que bajo el peso de tantas paladas,
sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas,
el roedor gusano irrebatible
para vosotros no es que bajo tablas
dormís, ¡de vida vive y no me deja!

¿Amor quizás u odio de mí mismo?
¡Tan cerca tengo su secreto diente
que cualquier nombre puede convenirle!
¡Qué importa! ¡Mira, quiere, piensa, toca!
¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho,
de este viviente vivo de ser suyo!

¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea!
¡Me has traspasado con tu flecha alada
que vibra, vuela y no obstante no vuela!
¡Su hijo me engendra y mátame la flecha!
¡Ah! el sol… ¡Y qué sombra de tortuga
para el alma, veloz y quieto Aquiles!

¡No! ¡No!… ¡De pie! ¡En la era sucesiva!
¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra!
¡Pecho mío, el naciente viento bebe!
Una frescura que la mar exhala,
ríndeme el alma… ¡Oh vigor salado!
¡Ganemos la onda en rebotar viviente!

¡Si! Inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera, clámide horadada
por los mil y mil ídolos solares,
hidra absoluta, ebria de carne azul,
que te mueres la cola destellante
en un tumulto símil al silencio.

¡Se alza el viento!… ¡Tratemos de vivir!
Cierra y abre mi libro el aire inmenso,
brota audaz la ola en polvo de las rocas!
¡Volad páginas todas deslumbradas!
¡Olas, romped con vuestra agua gozosa
calmo techo que foques merodean!

 

FADWA TUQAN

 

 

 

Cogemos las canciones…

 


Cogemos las canciones
de tu cansado y derretido corazón,
y bajo el denso mar de las tinieblas,
con amorosa luz,
holocaustos e inciensos, las amasamos.
Insuflamos en ellas la fuerza del pedernal y de la roca,
y luego las tornamos a tu límpido y puro corazón,
¡oh, pueblo combatiente y paciente!