"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 27 de julio de 2025
JESÚS GÓMEZ MORÁN
Cada
quien su vida
Reza
la oración que Jesús enseñó a sus discípulos:
nadie sabe de qué lado mascan las iguanas,
pero qué tal las lagartijas:
A
vista de pájaro, en procesión de sepelio,
una hilera de luces que en la noche
como murciélagos cuelgan.
A la salida del banco un experto en relaciones
públicas rehúye el encuentro franco
con su incómodo conocido.
En una cama de hostal, durante la siesta,
recede un hedor ácido producto
de una sesión de crápula.
Al borde del tianguis una penca de plátanos
bajo el sol se pudre lentamente
de la cáscara al hueso.
Sobre la estepa del altiplano los zopilotes
como agujas de reloj perforan
el crepúsculo espíreo.
A la hora cero de la mañana una mujer al tacto
intenta maquillarse mientras viaja
en un vehículo de redilas.
Fuera de su órbita, en goterones escurre la savia
por el concreto que machuca el tallo
monótono del chayote.
Frente
a una primitiva y punzante zozobra
donde todo está por hacerse de nuevo,
hallarás un mundo que espera
le pongas el pie encima.
Así en la tierra como en el cielo,
cada quien su vida,
mi estimada lagartija.
ALEJANDRO SCHMIDT
Por algo será
No están ni vivos ni muertos
están
allá
debajo del farol
en la casita de Dios
yo
lo comprendo
(estábamos vivos y muertos)
una patria era el viento
y a
vos
cómo te fue con el caudal
y el camalote
de la sangre derramada
aclamada
por
algo será
que
los llevaban a galpones musicales
y cantaba el jilguero ay! ay! ay!
tarde
tarde
MIGUEL ÁNGEL ZAPATA
Ensayo
sobre la Rosa
Unas rosas re-raras oh
Oscar
Hahn
1
Busco
siempre rosas raras para mis floreros de barro. Rosas que borren la tinta gris
y los colores exagerados del cielo. Rosas que no lloren pero que sientan el
vacío de los largos patios de la memoria, las puertas que se han cerrado y
esperan una mano para volver a vivir. La lluvia nos moja sin saberlo, y la rosa
piensa que tiene voz de oro, no sabe que es sonido de una silaba incolora.
2
Los
mirlos le carcomen su pecho colorado y siente un dulce dolor inexplicable. La
rosa de la ciudad es distinta a la rosa del campo. Una es mundana y le gusta la
noche, los avisos luminosos y la gente que la mira con prisa. La otra es como
la tinta verde de los geranios y conoce el cielo como su propia muerte. Por eso
tal vez siempre busco rosas raras para mis floreros de arcilla: rosas más
calladas, menos presuntuosas, rosas de bosque o de patio privado.
3
En
una época fui repartidor de rosas. Llevaba belleza a las casas. Alegraba los
corazones de la gente, y muchas veces vi prenderse las ilusiones tras las
puertas y las ventanas. Algunas veces llevé rosas a los cementerios donde la
muerte se confundía con la hermosura de la hierba. También traje rosas en
floreros de barro, tal vez por eso me atraigan tanto las macetas, los tulipanes
y los pistilos de Georgia.
4
Mi
madre es una rosa llena de ríos. Hermosa curiosidad su piel: una perfecta
combinación de canela con miel, sólo comparable con los interminables campos de
Chulucanas. Mi madre es una rosa de noventaiseis pétalos bien dispuestos por el
algarrobo y el mango. Cada espacio en su lugar: la voz que entona canciones del
novecientos y el corazón abierto como una manzana. Es la rosa más bella
de mi jardín.
5
En
otra época coleccioné una exquisita variedad de rosas. Mis hijas fueron las
rosas más bellas de California. Las rosas no caen ni se mueren, en cambio, se
levantan como un roble cuando quieren, son el sol y la sombra de cada día: la
trenza de las niñas, el sol del ingrato azar.
6
A
veces pienso en la rosa de Blake y su gozo carmesí, o en los mares interiores
de la rosa de Rilke y sus cámaras ardientes respirando el orificio de una tarde
vana. Aquí mi lámpara de hierro no sofoca mis inquietudes, ni la ceniza ni la
piedra estropea mi fe. Mas allá de todo están las rosas bermejas de Milton y de
Borges rozándoles la cara mientras miran un cuadro del Bosco. Después de todo
el camino es la piedra o la ceniza.
El florero nos suplica: déjame ver la ceniza, después la rosa.
GRACIELA SALINAS
Asombro
Vamos
con el rostro en llamas
hijo del silencio enardecido,
colgamos el asombro en la inocencia
que arrastró nuestra caída
poblando de sombra las pestañas.
RIGOBERTO PAREDES
Letra para un himno
De algo que bien pudiera llegar a ser un país;
de un país que no puede ser, todavía,
estoy hablando.
Falta
mucho, todo
lo que un país quiere tener:
un nombre, un nombre propio de país;
tierras, mares y cielos del país;
muertos, vivos por un país;
belleza, poetas y animalitos
a salvo en su país.
Un
país que no duela sin querer.
Un país que no duela.
Otro país.
Un
país que no puede ser, todavía,
es mi país.
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