domingo, 2 de julio de 2017


ELVIRA SASTRE




Quiero hacer contigo todo lo que la poesía aún no ha escrito,



Cualquiera diría al verte
que los catastrofistas fallaron:
no era el fin del mundo lo que venía,
eras tú.

Te veo venir por el pasillo
como quien camina dos centímetros por encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
-en mi vida-
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de poesía en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más guapa del barrio.


Te sientas
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.

Y yo sonrío
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el cubo de la basura.
Y tú sonríes
y descubres el hormigueo de mi espalda
y me dices que una vida sin valentía
es un infinito camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.

Beso
uno a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te gusta mi libertad
y a mí me gusta sentirme libre a tu lado;
me gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.

Tienes el pelo más bonito del mundo
para colgarme de él hasta el invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del sol;
posees una risa capaz de rescatar al país
y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.

Y de repente pasa,
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada esquina.

Si la palabra es acción
entonces ven a contarme el amor,
que quiero hacer contigo
todo lo que la poesía aún no ha escrito.



GUILLERMO FERNÁNDEZ




II
Clemente I
90?-99



Deja que el amanecer romano entre a la orfandad
de tu celda
El crimen llegará con el olor de los hachones últimos
de la noche y la proximidad de unos pinos lejanos
la muerte de Anacleto te nombra sucesor y tu espíritu
lucha a muerte contra la duda y la certeza
Pero las llaves están sobre tu mesa siervas de tu voluntad
Ahora tu alba puede dormitar entre pechos y corazas o
agitarse en las premoniciones de los hechos
impacientes
Es tu primera noche en esta casa nueva y sus muros
blancos han teñido de blanco el estupor
Tienes la potestad para inventar la docilidad de mi rebaño
para venir hacia mí hablándome de siglos
coagulados
Por mi sueño camina tu fantasma
Abdico al reino y sus caminos fatigados porque a un lado
de tu celda Evaristo engrasa ya la maquinaria
silenciosa


23 de febrero de 1973 


De: “La hora y el sitio”



GONZALO ROJAS




Desde abajo



Entonces nos colgaron de los pies, nos sacaron
la sangre por los ojos,
con un cuchillo
nos fueron marcando en el lomo, yo soy el número
25.033,
nos pidieron
dulcemente,
casi al oído,
que gritáramos
viva no sé quién.

Lo demás
son estas piedras que nos tapan, el viento.



ELVA MACÍAS




Vitosha*


Río de piedras
                                                     a Jaime Sabines



Hace millones de años
estuve allí,
cuando la montaña erguía su placidez
estuve allí,
cuando en su vientre se gestaba un gigante
estuve allí,
cuando se iniciaron los furores de su parto,
y el cráter, como una pelvis dilatada volcó su cauce,
estuve allí.
Sentí la fortaleza en el dolor
y el placer inmenso
al tiempo que bullía la cauda de piedras.
Desde hace siglos
brotan de nuestros ojos de madre
vertientes de agua fresca y rumorosa
que pulen las piedras inmensas.
Vítosha*
—río de piedras permanentemente detenido—
testigo del paso del gigante.


* Vitosha: testigo geológico, montaña a cuyas faldas está la ciudad de Sofía, Bulgaria.



ÓSCAR HAHN




666 reencarnación de los carniceros



Y vi que los carniceros al tercer día,
al tercer día de la tercera noche,
comenzaban a florecer en los cementerios
como brumosos lirios o como líquenes.

Y vi que los carniceros al tercer día,
llenos de tordos que eran ellos mismos,
volaban persiguiéndose, persiguiéndose,
constelados de azufres fosforescentes.

Y vi que los carniceros al tercer día,
rojos como una sangre avergonzada,
jugaban con siete dados hechos de fuego,
pétreos como los dientes del silencio.

Y vi que los perdedores al tercer día,
se reencarnaban en toros, cerdos o carneros
y vegetaban como animales en la tierra
para ser carne de las carnicerías.

Y vi que los carniceros al tercer día,
se están matando entre ellos perpetuamente.
Tened cuidado, señores los carniceros,
con los terceros días de las terceras noches.



MARCELO DANIEL FERRER




Ella



Siempre me sorprende cuando la veo
Entre la gente y de la nada se aparece.
Y del modo sublime en que la luz pinta colores
En lo tenue de un amanecer en calma;
O la agonía de una tarde imprime
En el celeste cielo diminutos agujeros.
Ella, con sólo una pizca de ella,
Da presencia a mis vacíos de ausencia
Y enciende luceros que guían mi alma
Hasta su alma bella.

Habrá miles que se le asemejan
Me digo sorprendido cuando la miro ahí,
Entre toda esa gente que me resulta indiferente.
Pero si ella un día por razones que Dios no quiera
No apareciera,
Los amaneceres perderían sus colores
Si ya no pudiera amanecer con ella,
Y las tardes
Las tardes dejarían que las noches
Se sorprendieran sin estrellas.