"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 29 de marzo de 2016
ANA MARÍA JUANA ROJAS
Hoy
necesito
Hoy necesito
soñarme
hacerme
deshacerme
volver
siempre
a mi orilla
a mi orilla
ser
río.
Continuar.
HUMBERTO JARRIN
VI
Entra
a mis brazos,
cabes
como
el agua en la forma,
a mi
boca entra,
cabes
como
al viento el aroma,
a mi
pecho entra,
hecha
aire, suspiro, palabra, toda,
no
más alas
que
se agiten fuera,
a mi
vientre entra,
sos
claridad, semilla ardida
que
del fuego brota.
CONCHA LAGOS
Enamoradamente
he vuelto la cabeza,
allí, por la mañana de luz y de claveles,
con la viva alegría
del viajero que vuelve al lugar deseado.
allí, por la mañana de luz y de claveles,
con la viva alegría
del viajero que vuelve al lugar deseado.
Enamoradamente
por los altos balcones,
entre jardines tibios, con risas de muchachas
que ya están presintiendo el roce del amor.
entre jardines tibios, con risas de muchachas
que ya están presintiendo el roce del amor.
Lanzad,
lanzad los lazos. Sujetadlo con bridas.
Es el amor, cogedle. No perdáis un instante.
Es el amor, cogedle. No perdáis un instante.
OMAR SANTOS
Pertenencia
Perteneces
a los libros de la ausencia,
a la
patria que se mira
desde
los escombros.
Vives
en la palabra de los páramos,
en la
herida que somete,
en la
daga que asusta
a las
aves del relato.
No
sólo congregas a las filosofías
del
cardo,
a la
tribu enloquecida.
Tu
costumbre es un interminable soliloquio
que
repites sobre los epitafios.
Tienes
en tus manos la oscuridad del fruto,
la
ceniza que burla,
el
manantial turbio
donde
lavan su enfermedad los dioses.
Tienes
el ayuno y el talismán del enemigo,
lo
que el rebelde solloza ante el cristal.
Ignoran
la ofensa, no saben
más
de la incapacidad.
Ya ni
voltean a ver la piedra
de
los castigados
o la
enorme hiedra que cubre la fuente.
Conformes
se entregan a la libertad
de la
palabra o al prodigio del polvo.
En el
solar comparten sus pergaminos
acerca
de la doncella,
el
antiguo escapulario de sus hazañas.
A
veces los muertos creen que el amor
es
una criatura débil que llegará por su lámpara,
a
veces los muertos piensan que llegará el aroma,
el
cascabel inconfundible de la amada,
y
dormirán tranquilos, y pensarán en la salvación.
EUGENIO DE NORA
Una vez más tu látigo de fuego,
¡déspota de la sangre! , y adelante.
Tu música brutal de mar furioso
que el mundo toca, ¡y adelante!
¡Oh Capitán! Tú sabes que en la sombra
velé y velé mi guardia, cada noche,
y que nunca cedí. Que el medio día
no sonó a calma para mí. Que siempre
que tu voz me llamó, presente estuve,
pronto a mí guerra. Que la primavera,
rosa o mujer, no adormeció mi anhelo:
tú sabes, Capitán, que el mundo es breve
para tu voz Y para mi destino.
Y, por eso quizá...
Es madrugada,
Y un divino claror inunda el aire:
era violeta, es rosa. .., dime, dime,
¿dónde está lo que fue, quién lo sostiene?
Yo miro los colores que suceden
en el aire sereno, ahora que salgo
vencedor de la noche. ¡Alerta, alerta!
Miro el matiz aquél: oro entre rosa,
y siento así temblar mi vida leve.
Mi Capitán, mi espléndido Tirano,
¿cuál es tu voz; serás cuando yo huya?
¿O eres quizá inmortal?...
Pero tu sangre
es mi sangre, tu voz mi voz, tu impulso
es sólo mi apetencia.
Y yo he de irme.
Lo sé, bien sé: como el dolor violado
abandona esa tenue, tenue nube,
como el agua que fluye entre los juncos,
o el racismo cumplido en el otoño...
Un día me iré. ¿Cuál es nuestro destino?
¡Oh Déspota, tú apremias el mandato,
tu alto azote de mar, tu ardiente tralla!
¡Hay cumbres a escalar en donde el viento
ciñe de gloria la irradiante frente!
¡Guerras en que esgrimir, como una espada,
la voluntad de amar a hachazos ciegos!
¡Apetencia de ser! ¡Amor! ¡Los labios
aún vírgenes al beso donde el rojo
no es color, sino vida! ¡Criaturas
de belleza mortal! ¡Perenne gloria!
¡Ser! ¡Y ser más!
Tu látigo, Tirano,
restalle bien. Eso es la vida. ¡Sigue!
Pero luchar, amar, poseer la gloria,
¿es madurar el hombre hacia lo eterno?
¡No es vida, mi Demonio, lo que pido;
quiero inmortalidad y permanencia!
¡No! Sólo a Dios, a Ti, mi Dios oculto,
mi silencioso Dios, es a quien quiero,
¡Tú, mi Libertador!
Nunca el tirano
restallaría su látigo en mi sangre
si ella creyera en Ti como yo creo.
Pero la sangre es monte y viento y mar,
es loba, o savia de la tierra ardiente,
y ama su carne, mi Señor, la forma
que el tiempo nutre, la belleza vana.
Más Tú lo sabes, Dios. Que no te olvido,
que a tu gloria combato. Que si amo
a mi sangre, a las dulces criaturas
que, de sangre también, hacen tu mundo,
es por tuyas, mi Dios. Dame el destino
de confiar en Ti, y cuanto haga
según mi sangre mientras dure el tiempo,
en tu gracia florezca.
¡Entonces llega,
oh Capitán de fuego, y nunca cese
tu mandato imperioso, y mi batalla!
Quiero creer, ¡También la vida es santa!
Y aunque vano es el mundo y sus criaturas,
y es Dios quien quiero que jamás me olvide,
¡Déspota, ordena! Y que mi amor disperso
me dé inmortalidad y permanencia.
¡déspota de la sangre! , y adelante.
Tu música brutal de mar furioso
que el mundo toca, ¡y adelante!
¡Oh Capitán! Tú sabes que en la sombra
velé y velé mi guardia, cada noche,
y que nunca cedí. Que el medio día
no sonó a calma para mí. Que siempre
que tu voz me llamó, presente estuve,
pronto a mí guerra. Que la primavera,
rosa o mujer, no adormeció mi anhelo:
tú sabes, Capitán, que el mundo es breve
para tu voz Y para mi destino.
Y, por eso quizá...
Es madrugada,
Y un divino claror inunda el aire:
era violeta, es rosa. .., dime, dime,
¿dónde está lo que fue, quién lo sostiene?
Yo miro los colores que suceden
en el aire sereno, ahora que salgo
vencedor de la noche. ¡Alerta, alerta!
Miro el matiz aquél: oro entre rosa,
y siento así temblar mi vida leve.
Mi Capitán, mi espléndido Tirano,
¿cuál es tu voz; serás cuando yo huya?
¿O eres quizá inmortal?...
Pero tu sangre
es mi sangre, tu voz mi voz, tu impulso
es sólo mi apetencia.
Y yo he de irme.
Lo sé, bien sé: como el dolor violado
abandona esa tenue, tenue nube,
como el agua que fluye entre los juncos,
o el racismo cumplido en el otoño...
Un día me iré. ¿Cuál es nuestro destino?
¡Oh Déspota, tú apremias el mandato,
tu alto azote de mar, tu ardiente tralla!
¡Hay cumbres a escalar en donde el viento
ciñe de gloria la irradiante frente!
¡Guerras en que esgrimir, como una espada,
la voluntad de amar a hachazos ciegos!
¡Apetencia de ser! ¡Amor! ¡Los labios
aún vírgenes al beso donde el rojo
no es color, sino vida! ¡Criaturas
de belleza mortal! ¡Perenne gloria!
¡Ser! ¡Y ser más!
Tu látigo, Tirano,
restalle bien. Eso es la vida. ¡Sigue!
Pero luchar, amar, poseer la gloria,
¿es madurar el hombre hacia lo eterno?
¡No es vida, mi Demonio, lo que pido;
quiero inmortalidad y permanencia!
¡No! Sólo a Dios, a Ti, mi Dios oculto,
mi silencioso Dios, es a quien quiero,
¡Tú, mi Libertador!
Nunca el tirano
restallaría su látigo en mi sangre
si ella creyera en Ti como yo creo.
Pero la sangre es monte y viento y mar,
es loba, o savia de la tierra ardiente,
y ama su carne, mi Señor, la forma
que el tiempo nutre, la belleza vana.
Más Tú lo sabes, Dios. Que no te olvido,
que a tu gloria combato. Que si amo
a mi sangre, a las dulces criaturas
que, de sangre también, hacen tu mundo,
es por tuyas, mi Dios. Dame el destino
de confiar en Ti, y cuanto haga
según mi sangre mientras dure el tiempo,
en tu gracia florezca.
¡Entonces llega,
oh Capitán de fuego, y nunca cese
tu mandato imperioso, y mi batalla!
Quiero creer, ¡También la vida es santa!
Y aunque vano es el mundo y sus criaturas,
y es Dios quien quiero que jamás me olvide,
¡Déspota, ordena! Y que mi amor disperso
me dé inmortalidad y permanencia.
CONSTANTINO KAVAFIS
Buen tiempo, mal tiempo
Me alegra que se vaya
el invierno con sus nieblas, temporales y frío.
La primavera entra en mí, oh alegría verdadera.
La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro,
no hay otro jardín como el del amor,
el calor de la canción derrite todas las nieves.
Que agradable cuando la primavera
siembra de flores las verdes campiñas.
Pero si tienes el corazón herido es como si llegara el invierno.
La tristeza puede empañar el mas brillante de los soles;
si estás apenado, Mayo parecerá Diciembre,
porque las lágrimas son tan frías como la nieve.
Me alegra que se vaya
el invierno con sus nieblas, temporales y frío.
La primavera entra en mí, oh alegría verdadera.
La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro,
no hay otro jardín como el del amor,
el calor de la canción derrite todas las nieves.
Que agradable cuando la primavera
siembra de flores las verdes campiñas.
Pero si tienes el corazón herido es como si llegara el invierno.
La tristeza puede empañar el mas brillante de los soles;
si estás apenado, Mayo parecerá Diciembre,
porque las lágrimas son tan frías como la nieve.
Versión de Miguel Castillo Didier
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