"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 18 de julio de 2017
JORGE CUESTA
Paraíso perdido
Si en el tiempo aún espero es que, sumiso,
aunque también inconsolable, entiendo
que el fruto fue, que a la niñez sorprendo,
no don terreno, más celeste aviso.
Pues, mirando que más tuvo que quiso,
si al sueño sus imágenes suspendo,
de la niñez, como de un arte, aprendo
que sencillez le basta al paraíso.
El sabor embriagado y misterioso,
claro al oído (el mundo silencioso
y encantados los ruidos de la vida)
vivo el color en ojos reposados,
el tacto cálido, aires perfumados
y en la sangre una llama inextinguida.
ALEJANDRA RETANA BETANCOURT
Los
pájaros reconocen los cielos que volaron sus padres.
Cuando duermen, sueñan con ancestrales horizontes.
Los recuerdos de esos sueños los guían al migrar por primera vez.
Los hombres, con suerte, heredan una canción o dos.
Con un poco más de suerte, esas canciones hablan del mundo por venir.
Y sí son de verdad afortunados, esos hombres, pueden soñarlas y entonarlas.
Cuando duermen, sueñan con ancestrales horizontes.
Los recuerdos de esos sueños los guían al migrar por primera vez.
Los hombres, con suerte, heredan una canción o dos.
Con un poco más de suerte, esas canciones hablan del mundo por venir.
Y sí son de verdad afortunados, esos hombres, pueden soñarlas y entonarlas.
ENRIQUE CASARAVILLA LEMOS
Sonata
La
violeta, los lirios, la muerte con Elena!
¿Qué deseo, qué busco en el sueño del mundo?
Voy libremente entre cosas tristes, con la pena
de un destino sin vida; o lo aparto o me hundo.
Dulce como la flor, infinita azucena
en la tristeza de las tardes, errabundo,
grande como la luz, esperanza serena,
la busco en un suspiro solitario y profundo.
La abrazo en un suspiro solitario y piadoso,
la abrazo en un suspiro, sin que hacia mí la llame,
y en un altar la pongo, de la tierra, ruinoso,
mientras las hiedras negras me hablan de que la olvide,
y la primera estrella me dice que la ame
en un sumiso exceso, que el mundo no me impide.
¿Qué deseo, qué busco en el sueño del mundo?
Voy libremente entre cosas tristes, con la pena
de un destino sin vida; o lo aparto o me hundo.
Dulce como la flor, infinita azucena
en la tristeza de las tardes, errabundo,
grande como la luz, esperanza serena,
la busco en un suspiro solitario y profundo.
La abrazo en un suspiro solitario y piadoso,
la abrazo en un suspiro, sin que hacia mí la llame,
y en un altar la pongo, de la tierra, ruinoso,
mientras las hiedras negras me hablan de que la olvide,
y la primera estrella me dice que la ame
en un sumiso exceso, que el mundo no me impide.
SERGIO EDUARDO CRUZ FLORES
En Thiais
para
Paul Celan
Esta
es mi última profecía:
un
hombre de sal ascendiendo en el cielo
hacia
un nuevo cielo inevitable.
Confío
en ella. La sé. La he visto
marcada
en el nombre de los árboles,
abrasada
en los campos veraniegos.
Confío
en ella. Mi profecía
un
día dejará de arrullarme
y
abriré mis brazos a la tierra prometida,
confío
también
en
ella. Mañana, si Dios quiere,
me
levantaré temprano y echaré agua
a los
campos donde mis muertos florecen;
si
encuentro una flor blanca
que
me recuerde a tus manos, prometo
no
cortarla: la juntaré con los olores de la tierra
para
guardar su voz entre tus regalos
y te
la ofreceré como caricia
para
siempre.
MARIEL M. DAMIÁN
Reflejos
De
las mil maneras que hay para hacer el amor sin tocarse,
está
el concentrarme en tus ojos
y
descubrir la inocencia vestida de niña
hurgando
en los escombros de tu conciencia
para
buscar a tientas y en un rincón de tu pecho
las
piezas del Lego de tu infancia.
Es el
tiempo el que no pesa
y en
el fondo de tus ojos eres Yo misma.
Ahí
están los monstruos del armario y
las
hormigas que anidan bajo la cama.
Ahí
el mar que se hace llanto y
el
grito del mundo que contienes en tu boca.
De
las mil maneras que hay para hacer el amor sin tocarse
está
el mirar de cerca tus ojos
y
encontrarme – a veces – minimizada
entre
la córnea vidriosa del cielo
y la
sangre tibia de los párpados.
La
pequeña imagen de mi cuerpo
se
hunde en el color de tus pupilas
y se
asoma de vez en cuando al vacío
para
saludar al reflejo que soy
cuando
estás conmigo.
RAFAEL CANSINOS ASSENS
Vav
La noche tiene espejos profundos y opacos, en los cuales se refleja la verdad como
en un pozo.
Espejos diáfanos, claros y opacos, a la manera de los valles, en los cuales el más pequeño detalle resalta ante los ojos
y que tienen la inexorable serenidad de la conciencia.
Espejos claros y tranquilos, semejantes a las lunas que descubren los guijarros del sendero;
y ante los cuales el hombre libertino puede contar todas sus arrugas y la mujer impura todas
sus manchas.
Espejos lúcidos y diáfanos, en cuyo fondo cárdeno se reflejan frentes pálidas, mejillas descarnadas y ojos verticales
como abismos.
Espejos de reproches y de remordimientos, cuyos cristales se empañan de suspiros y que son como lunas veladas,
bajo el hálito frío de los infortunados.
La noche tiene espejos profundos y opacos, en los cuales se refleja la verdad como
en un pozo.
Espejos diáfanos, claros y opacos, a la manera de los valles, en los cuales el más pequeño detalle resalta ante los ojos
y que tienen la inexorable serenidad de la conciencia.
Espejos claros y tranquilos, semejantes a las lunas que descubren los guijarros del sendero;
y ante los cuales el hombre libertino puede contar todas sus arrugas y la mujer impura todas
sus manchas.
Espejos lúcidos y diáfanos, en cuyo fondo cárdeno se reflejan frentes pálidas, mejillas descarnadas y ojos verticales
como abismos.
Espejos de reproches y de remordimientos, cuyos cristales se empañan de suspiros y que son como lunas veladas,
bajo el hálito frío de los infortunados.
De "El candelabro de los siete brazos"
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