miércoles, 18 de junio de 2014

MIGUEL ARTECHE SALINAS


 


 

El viento arrastra al mar las arenas y escapa.
Fue en el verano viejo. Las raíces y el sueño
Cubrieron ya los cuerpos enterrados. Entonces

Vino otra vez el viento. Luego fue la partida.
Los imperiales fuegos devoraban terrones,
Arañaban las bocas troqueladas en tiempo.

La invencible mañana: las fuentes del estío:
La vastedad de piedra dilatada: el silencio
De la tierra: y el júbilo de aquella madrugada.

El aire nos talaba y adelantó las ruedas.
En ti nos recogimos, rayo extenso del águila
Sentada en el extremo del mundo. Tren pequeño:


El continente entero respiraba en tu espalda.
Entonces nos llevaste. De dos en dos subimos.
Te mirabas. Reías. Cantó el verano. Nadie.

Atrás dejamos todo, y lo perdimos todo:
La pesadez del ojo bajo el azul caliente
De la mañana; el húmedo restallar de los labios;

Tus cabellos tejidos; el anillo de llamas
Mordido en la cintura; los días, esas manos
Sobre amarillos ramos; esas voces sumidas

Por la grandiosa roca del año

………………………………………Así viajamos.
El mediodía estaba desprendido en la altura.
Y subimos. ¡Y el viento! ¡El granito! ¡El silencio

Del aire! Nosotros cuatro juntos.
Y ya no somos. Fuimos. ¿Y serenos, recuerdas?
Todavía en la sombra brilla alguna mirada

Fosforescente, vuelve todavía el pasado.
Lo terrible no es eso. Cuando se cumple el tiempo
De los viejos, y un niño renace de esa muerte,

Y está todo en el término que fuera señalado:
Sólo hay un hueco, un hijo de la tierra, una cifra
Para este mundo seco. Pero nosotros, ¿dónde

Cumpliremos los meses que olvidamos un día?
Hace falta ser viejo para entrar en la muerte,
Y entonces sólo había cuatro rostros perdidos.

Y ascendimos. ¡La brisa! ¡El escollo! ¡El silencio
Terrible de la noche combada en pétreo filo!
Y subimos. Y estaba toda la gran altura

Quemándose en la curva del espacio. Buscamos
Toda esa noche el río. Y cuando estuvo cerca:
Nos miramos los rostros sin encontrar los ojos;

Nos vimos separados por una luz extraña.
No hay regreso; hay partida de regreso: hay lugares
Para ver el pasado -en la fotografía

Amarilla, en la lluvia del adiós, en el cuerpo
Besado-: y hay momentos para tomar las llaves
Y arrojarlas al vado tenebroso, al bramido

De la ola y el trueno. Pero el tiempo más duro
Es el que nos impide seguir en el camino.
Entonces nos cantaron las voces sigilosas,

Nos vimos separados por esa luz extraña.
Y era un frío, ¿no es cierto?, y era un torrente helado,
Mi amor, ¿ya no recuerdas?, ¿no es verdad que temblaste

Bajo la inmensa tela de tinieblas? Y el río
Sonaba en su pequeño pulso de agua escondida.
Temblando sumergimos los cuerpos largamente

Desnudos, solitarios. Pensé en la casa entonces:
Pensé en el viaje muerto y en el muerto que fuimos:
Recordé la partida del barco: el golpe

De Castilla y el polvo
De España dividido por los antepasados.
Volví a escuchar sonidos de mis pasos: estaban

Las cartas que fluían sobre el hueco del tiempo.
Ya no soy y eso he sido. Nuestras vidas: perdidas.
Pero algo enseña siempre la carrera del año.

Ninguno de nosotros podrá ser lo que ha sido.
A lo más tendrá ausencia, si es que puede pensarla
Cuando llegue la tarde con la vejez de silla.

Todo será palabra referida a palabra:
Miedo, rabia en la tarde, temor del viejo que oye
Llegar la tarde: sombra, locura que aparenta

Indiferencia: frío del polvo justiciero.
¿Y estaremos entonces para decir lo escrito?
¿Qué ha sido de nosotros? Tantos idos por siempre...

Ignorados los nombres... las manos... y los ojos.
Sin ser, sin estar siendo, a pesar de que fuimos.
Sumergirnos temblando los cuerpos y esperamos

Siete días al borde de la corriente: cartas
Llegaron. Luego: alguna. Luego: la carta noche.
El puente estaba roto: la marca derrumbada

Del granito pesaba sobre nuestras espaldas.
No podemos volvernos. Tal vez ya no podemos
Volvernos. No pudimos volvernos. ¿Y a qué altura

Sacamos nuestros panes y extendimos las mantas?
"Es la hora del hambre, pues suenan ya los timbres
Del hambre. Y dime entonces: ¿Ya ha llegado? ¿No es cierto?

Y dime -no te vayas-, ¿es que sabes la hora
En esta altura donde los relojes se paran?"
La fuerza de la luna sujetaba los ojos:

El gran rostro magnético del espacio: la estrella
Oteando, traidora, los cuerpos ensañados:
El aliento de escarcha de las piedras inmóviles:
La quietud espantosa de estar algo aguardando:
Y azul, azul profundo: profundo azul oscuro
Más profundo: insondable: y negro azul y negro

Volviéndose infinito: y la luna más negra
Y el espacio y la estrella negreándose, negreándose.
Y vino el frío oscuro... Pero en la noche oímos

Respirar suavemente. Una, dos, tres estrellas
Brillaron en el pecho del sur... voces ignotas
Gritaron nuestros nombres. Levantamos los rostros.

El agua estaba cerca. Subió la luz de nuevo
Cantando: jubilosa entró en nuestras pupilas,
Y cuando nos llamaron, entramos en las aguas

De fuego y esperanza. Sobre la madrugada
Creció el árbol inmenso. Y encima de sus ramas
Temblando vimos toda la eternidad del mundo.

 

 

 

PABLO NERUDA


 
 
Cuando Chile

 

OH Chile, largo pétalo
de mar y vino y nieve,
ay cuándo
ay cuándo y cuándo
ay cuándo
me encontraré contigo,
enrollarás tu cinta
de espuma blanca y negra en mi cintura,
desencadenaré mi poesía
sobre tu territorio.

Hay hombres
mitad pez, mitad viento,
hay otros hombres hechos de agua.
Yo estoy hecho de tierra.
Voy por el mundo
cada vez más alegre:
cada ciudad me da una nueva vida.
El mundo está naciendo.
Pero si llueve en Lota
sobre mí cae la lluvia,
si en Lonquimay la nieve
resbala de las hojas
llega la nieve donde estoy.
Crece en mí el trigo oscuro de Cautín.
Yo tengo una araucaria en Villarrica,
tengo arena en el Norte Grande,
tengo una rosa rubia en la provincia,
y el viento que derriba
la última ola de Valparaiso
me golpea en el pecho
con un ruido quebrado
como si allí tuviera
mi corazón una ventana rota.

El mes de octubre ha llegado hace
tan poco tiempo del pasado octubre
que cuando éste llegó fue como si
me estuviera mirando el tiempo inmóvil.
Aquí es otoño. Cruzo
la estepa siberiana.
Día tras día todo es amarillo,
el árbol y la usina,
la tierra y lo que en ella el hombre nuevo crea:
hay oro y llama roja,
mañana inmensidad, nieve, pureza.

En mi país la primavera
viene de norte a sur con su fragancia.
Es como una muchacha
que por las piedras negras de Coquimbo,
por la orilla solemne de la espuma
vuela con pies desnudos
hasta los archipiélagos heridos.
No sólo territorio, primavera,
llenándome, me ofreces.
No soy un hombre solo.
Nací en el sur. De la frontera
traje las soledades y el galope
del último caudillo.
Pero el Partido me bajó del caballo
y me hice hombre, y anduve
los arenales y las cordilleras
amando y descubriendo.

Pueblo mío, verdad que en primavera
suena mi nombre en tus oídos
y tú me reconoces
como si fuera un río
que pasa por tu puerta?

Soy un río. Si escuchas
pausadamente bajo los salares
de Antofagasta, o bien
al sur, de Osorno
o hacia la cordillera, en Melipilla,
o en Temuco, en la noche
de astros mojados y laurel sonoro,
pones sobre la tierra tus oídos,
escucharás que corro
sumergido, cantando.

 

Octubre, oh primavera,
devuélveme a mi pueblo.
Qué haré sin ver mil hombres,
mil muchachas,
qué haré sin conducir sobre mis hombros
una parte de la esperanza?
Qué haré sin caminar con la bandera
que de mano en mano en la fila
de nuestra larga lucha
llegó a las manos mías?
Ay Patria, Patria,
ay Patria, cuándo
ay cuándo y cuándo
cuándo
me encontraré contigo?

 

Lejos de ti
mitad de tierra tuya y hombre tuyo
he continuado siendo,
y otra vez hoy la primavera pasa.
Pero yo con tus flores me he llenado,
con tu victoria voy sobre la frente
y en ti siguen viviendo mis raíces.

 

Ay cuándo
encontraré tu primavera dura,
y entre todos tus hijos
andaré por tus campos y tus calles
con mis zapatos viejos.
Ay cuándo
iré con Elías Lafferte
por toda la pampa dorada.
Ay cuándo a ti te apretaré la boca,
chilena que me esperas,
con mis labios errantes?
Ay cuándo
podré entrar en la sala del Partido
a sentarme con Pedro Fogonero,
con el que no conozco y sin embargo
es más hermano mío que mi hermano.
Ay cuándo
me sacará del sueño un trueno verde
de tu manto marino.
Ay cuándo, Patria, en las elecciones
iré de casa en casa recogiendo
la libertad temerosa
para que grite en medio de la calle.
Ay cuándo, Patria,
te casarás conmigo
con ojos verdemar y vestido de nieve
y tendremos millones de hijos nuevos
que entregarán la tierra a los hambrientos.

 

Ay Patria, sin harapos,
ay primavera mía,
ay cuándo
ay cuándo y cuándo
despertaré en tus brazos
empapado de mar y de rocío.
Ay cuando yo esté cerca
de ti, te tomaré de la cintura,
nadie podrá tocarte,
yo podré defenderte
cantando,
cuando
vaya contigo, cuando
vayas conmigo, cuándo
ay cuándo.


 

 

GABRIELA MISTRAL


 
 
Este largo cansancio

 

Este largo cansancio se hará mayor un día
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía
por donde van los hombres, contentos de vivir...

Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué, no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura:
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

 

 

 

EFRAÍN BARQUERO



 

Canto a esta mujer

 

Canto a esta mujer que me acompaña
hija, hermana y madre ella misma,
tierra de donde me alzo al sol primero
y después dulzura que llena mis frutos.
Canto a esta mujer que está en silencio
como millares de hijos en el vientre,
pero que silenciosa viene y va
más liviana que un pájaro en el viento.
Canto a esta mujer que está tejiendo,
a esta otra que está amamantando,
canto en ellas a la fertilidad
y a la eternidad de mis huesos en la tierra.
Canto a esta mujer que ahí me espera
como puerta en la inmensidad del mundo,
a estos cabellos donde se enreda el viento
que empuja nuestras banderas al combate.
Canto a esta mujer de larga cabellera
y a estos de donde nace el agua,
canto a su sexo de donde volveré a nacer
y a su sangre que regará sin término.
Canto a esta mujer que me acompaña
con los senos henchidos por mi anhelo.
Canto a esta mujer, todas las mujeres,
y dejo la esperanza perseguida del hombre
en la tierra sagrada de sus vientres.

 

FERNANDA SIERRA


 

La ley

 

Ciertamente escribo
Rara vez rimo
No me gusta la gramática
Es demasiado dramática
No me gusta la narrativa
Es demasiado creativa
Me asusta la lectura
Te lleva a la locura
No quiero crear
Capaz que me haga mal
Las letras son mentirosas
Te suenan armoniosas
No quiero ser letrada
Prefiero morir analfabetada

 

EDUARDO FARIÑA POVEDA


 

Quemando el uniforme

 

Nuestra conducta es un ácido tridente
Que acaricia al culo de dios
Inoculándole vacunas autor referentes
Con una decoración monumentalmente hipócrita.

Jugar a los manipuladores de pesadillas
Bajo una lluvia de migajas de última generación
Y la sobredosis sangrienta del báculo
Un simple mostrario, diminutas semillas
Se folla a Satanás pensando en dios
Los que más masturbaron medallas
Jamás se acostaron con la guerra
Y los neutrónicos muñecos
Con suerte vieron salida
De lo que aun se discute.

¡Peste sacra!, el infierno tapiza tu templo
Subconjunto del tercer planeta
En la fiesta de su caminar
El anticristo sabe como aperitivo.