lunes, 12 de septiembre de 2016


ÁNGEL COLLADO RUÍZ




II



La noche es trampa que susurra
escalofrío sediento de augurio
pesadumbre por el día transcurrido
bola de miedo que cae por la escalera
sinfín de poemas pegados en el techo
trueno lluvia
gatos que aman en gran orgía
marea de fibra que amenaza tragarlos
No puedo centrar la vista
todo se vuelve opaco
no encuentro brújula que indique el baño
deambulo a ciegas
Entre sábanas que vuelan
ella me atrapa antes que caiga
Me dice algo al oído
se posa deslumbrante en el marco de mi vista
anuda la insistencia
se muda dentro
muerde
asfixia
Pone trono a mi impaciencia
agota ruidos
aquieta mareas que navegan mi mente
ordena segundos que son vitales
sujeta mis hombros acerca su boca
desciende
besa
sonríe
Me habita



ALFONSO CANALES



  
Pájaro herido



Vuelo inútil : la luna ya ha perdido tu espíritu
y tu canto ya tiene por estela el silencio.
Pronto, estrella llovida, recipiente de nada,
nublarás unas flores o el brillo de una piedra.

Ni un rumor, ni una lágrima multiplican tu muerte,
ni un suspiro da eco tristemente a tu pico:
nadie siente que pierdas tu lugar en el aire
y que, al igual que duermen peces entre las olas
y hombres entre la tierra, no tengas tu descanso
en los azules vientos que acarician tus alas.

Y las nubes ya saben que es tu último,
y que, pronto tu boca la canción de tu vida
cantará silenciosa: pero guardan su llanto,
pero guardan su llanto para los olivares.


MARÍA CHOZA




El campo de nadie



Las nubes imitan
las líneas
de los cerros.
¿Ésa es parte del cielo o de la tierra?
No se sabe dónde empiezan.
No se sabe dónde terminan.

Un cerrito está mirándonos
y mi madre dice
Dios es buen dibujante,
lo hizo todo en un solo trazo.


De: Los campos no elíseos


SANDRA CORNEJO




Dolor primario



Una rueda de niños
canta la canción a la Bandera

Bajo el pórtico
temerosa de la risa
de los otros
mira
naturalmente.

Guardapolvo blanco
tablitas en el pecho y en el vientre
rejas
entre la niña común
y el mundo.

Nada ocurre
naturalmente.
Nadie es
común.
 


De: Ildikó

MARÍA ZAMBRANO




La llama



     Asisitida por mi alma antigua, por mi alma primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí. Yentonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma .Y de ella venían las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá, donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella, él... Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.



RAUL ORLANDO ARTOLA




La Habana, 1958



Chucho Valdés le afinaba
el piano a mi abuela
cuando vivíamos en el malecón
y ella regenteaba un burdel.
Mi abuela le decía
negro buaié
y lo esperaba días y días
prendiéndole velas
al Santo de los Negros Afinadores.
Lo atendía con café y canela
mientras Chucho le afinaba
el instrumento.
Así aprendió a tocar
el piano.
Mi abuela creyó que era
un desperdicio
que negro tan lindo y hábil
sólo usara el clavijero
como parte de su trabajo
y no por puro placer.
Entonces le permitió
que deslizara sus dedos
por todo el encordado.
Era una maravilla
cómo sonaban las cuerdas
del piano de mi abuela
en las manos
de Chucho Valdés
practicando.