domingo, 9 de mayo de 2021


 

ANA ROMANO

 


 

Acuerdan

 


Acuerdan

un sentido

vocablos discontinuos

Brota

la entelequia

Los versos

troquelan su poética

Cauto

envolvente

el café

asiste.

 

 

De: “Alfil rojo”

 

HERNANDO DE ACUÑA

 

  

 

Jamás pudo quitarme el fiero Marte



Jamás pudo quitarme el fiero Marte,
por más que en su ejercicio me ha ocupado,
que en medio de su furia no haya dado
a Apolo de mi tiempo alguna parte;

 

pero quiero, Lavinio, ahora avisarte
que ya me tiene ausencia en un estado
do casi yerran el discurso usado
mi estilo, mi razón, mi ingenio y arte.

 

Lo que en mí fue cantar silencio sea,
y canten los que esperan de su canto
que el amor baste a mejorar su suerte;

 

a mí me quede sólo el triste llanto,
pues muero no mirando a Galatea,
y el poderla mirar también es muerte.

 

EDUARDO MOGA

 

 

 

Asperja rojos
el cielo acuchillado.
La luz se agrieta.

JAMES SCHUYLER

 

 

La luz adentro

y la luz afuera: la opacidad
de una lluviosa mañana de abril:
sombras sutiles
que proyecta la lámpara
sobre la luz del día,
una luz no forzada,
la esencia
de la nubosidad
que baja brumosa hasta la calle:
y el marco
imblancamente blanco de una foto enrollada
se modela
como la luz del norte
modeló la cara en esa foto:

 

y contra una ventana
un árbol muestra
cada hoja levemente coloreada
de otro tono sombrío, algunas
transparentes, otras
no: y en la punta
la oscuridad partida
por la luz que cae
desde afuera (creada
por su ausencia)
yace luminosa dentro de sí misma:
la luminosa oscuridad interna.

 

 

SUSANA SZWARC

  

 

¿Cómo?

 

 

Veamos lo real:
por ejemplo el río
-de acá hasta acá
podríamos inventar
una puerta para la casa
pero no-
veamos cómo
porque sí
un viento
tal vez provocado por el mismo río
no arrastra un sombrero hacia su centro
Veamos después
algo más:
la lluvia
que comienza por inundar el sombrero
hace crecer las aguas a tal punto
que nos es imposible seguir viendo
porque lo real salido de cauce
nos ahoga



VIGGO MORTENSEN

 

 

 

Un beso de esos

 


Y te acordarás de noches
ya entrando en invierno
cuando volvíamos solos
vos y yo con las estrellas
y la luna, hablando poco,
sin horizontes, quietos
con ojos en las mansas
curvas de la carretera
desierta, manos y caras
tan cerca, sin saber
pero sabiendo a lo mejor
algo, cómodos juntos,
disfrutando el viaje
por ese nuevo mundo,
esa vida, esos minutos,
esas horas sin contar.
Sin prisa, sin dudas,
sin más que la sencilla
alegría de conocernos.

 

La verdad, aunque moleste,
es contagiosa. Encuentro
árboles que se agachan
dondequiera que vaya,
contándome sus secretos.
Me empapa la lluvia roja
y azul, de tantos colores.
Sos la isla que imagino.
Oigo arranques inciertos
de un antiguo piano ruso
que se ahoga, deslizando
pobres preludios, callando
hacía un mejor silencio.
Noto cambios en tu piel,
ruidos salen de tus dedos.
Tu mirada es de buho, fija
y luminosa, guiándome
para que siga tu soñar.
Estoy de acuerdo con todo
lo que me enviás. Tu voz
parte la niebla, mis labios
beben golpes de tu tambor,
preciosa jaula de costillas
que vibra con gritos acabados.
Duele la fuerza del bienestar,
de nuestra limpia conexión.

 

Doy gracias a la misteriosa
clemencia de todo lo santo
que te puso en mi camino.
Podríamos rastrear juntos
si queremos ver lo que hay
adelante, avanzar mano
en mano, boca a boca,
unidos por las tripas,
la memoria, brindando
por el futuro regalado.
Agradezco inundación
del Sí. No cabe miedo
en el repentino paraíso
que alimenta la ternura.
Te quiero lavar, peinar,
y no te secaré. Quiero
que te acostés sobre mí,
que me moje, me derrita
y me hunda la pureza
de tu deseo. Me enfermo,
lo acepto. Llamás, contesto.
No supe hasta que te fuiste,
ni sé ahora que no estás,
cuanto habías querido ver,
cuanto quedó por decir.

 

Cuando anoche me frenó
tu sabio reconocimiento
del despegue que intenté
negar me preguntaste
si me faltaba algo. Vos,
dije. Te busco bajo
este cielo de invierno,
despierto, pronunciando
nuestro frágil idioma,
lengua propia, palabras
hundidas en los huesos,
sal que me tiñe la boca
con huellas de tu ausencia.
Volé de noche y me asustó
no hallarte. Extraño tu luz,
tu aire que salva y cura.
Tengo barba, te aviso.
Me llena saber de vos
y quiero que lo sepas.
Respiro con vos. Guardo
las caricias que me diste
y te las voy a devolver
cuando llegue la ocasión.

 

No sé de donde vino
esa calima, esa cara
de ojo por ojo, ese labio
superior. Sigo sin idea
de otra música, añorando
la sombra de tu parpadeo.
Aún te huelo. Cierro cortinas
para ver lo que dejaste.
Ahorco preguntas, respuestas.
En vano intento curar dudas
fingiendo que no importan.
Tu cuerpo es mi mundo,
todo lo que veo. Tu sol
quiero ser, y ponerme
en tus hombros, sentirte
cerrar los ojos en el nido
de nuestro descanso. Adoro
la marcha de tu corazón,
esa corriente de sangre
que marca el compás
de mi averiado andar. Quedan
brasas del inesperado
desvelo. Recuerdo sin falta,
sin pena, sin fin la hermosura
de la sorpresa, la luna apenas
completándose, rodillas frías,
maleta sin hacer, las fotos
y frases colgadas en el espejo,
el despertador mudo, nariz
contra sábana. Tu cuerpo es
mi mundo. Acábame la vida
con un beso de esos.