"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 17 de agosto de 2021
RAQUEL CAMPOS
7.
prefiero
el hilo que costura a los grandes e inmensos poemas aquellos que no se acaban
al cerrar la página prefiero el frío que olvida calentar tan siquiera un hilo
de calor humano en tus espaldas de mi sudor helado prefiero lo feo a lo bonito
pues con los bonitos no hay empatía posible a sus dolores bonitos de platea
prefiero lo feo que habita en mí y que nunca me salió desde la infancia cuando
me fue arrebatada la belleza y borrada la llama de solo un día de frío prefiero
el hilo de ariadna que me hace escapar de aquello que no tenía escapatoria hoy
soy yo el hilo que mueve las cuerdas de mis intenciones sin dueño sin nombre
sin la esperanza de un día belleza en los hijos de las formas distantes que de
mí que no se atrevan que no me midan pues yo frío yo sí yo
prefiero
De: “Sand trip”
ANTONIO LAU PIÑA
Barco de papel
Pienso por primera
vez
que no pertenezco a ninguna parte,
que ninguna parte me pertenece.
Jorge
Teiller
Llevo
años
viviendo
con delirios de escape
yendo de aquí
hacia allá
esperando encontrar
algo
que no sea
mi reflejo
ni nada que me recuerde
a los charcos que se hacían
en los baches de Tijuana
cuando llovía
uno nunca
sabe
que tan
profundos
realmente
son,
me pone nostálgico
pensar
como es que durante la última inundación
se taparon las alcantarillas
como siempre
sucede
provocando que el agua se acumulara
por las avenidas
creando un violento rio
que a su paso se llevó:
autos, árboles, perros, gatos,
al sol, señales de stop,
y a mis amigos,
a todos ellos,
cada uno de nosotros
fue arrastrado
como hojas otoñales
por el cauce
directo
al naufragio.
Por
eso hice mi propio barco de papel
para colarme por la primera alcantarilla abierta
que encontrase
sin
tripulación ni alimentos a bordo
y escapar de nuevo
como lo he hecho durante años
a cualquier sitio en donde poco valga
lo que sea que vivimos
en el pasado.
CITLALI SANTOS
No
No
me ames como amarías a tu esposo.
No quiero que tu risa se refrene al volumen adecuado
para no interrumpir un partido de fútbol.
Ni que la carne asada sea el descanso de tus viernes.
No quiero que nuestros hijos se vuelvan tuyos cada que comienzan a llorar.
No quiero que me toques ni me pienses
cual miembro sacudido
sostenido con la furia del ahogo.
Que tu placer se limite a sentir el de otro.
Que no grites porque es de putas.
Y tú eres casada.
Mujer buena.
Esposa.
No deseo ser deseada como deseas al hombre.
Ni te deseo como el hombre te desea.
No te salvaré del destino infatigable que nos persigue a todos.
De ti misma.
Me desentiendo de ese amor.
No quiero promesas, idealizaciones.
Tibiezas. Horarios de atención.
Me gusta el vigor del ser
que no esconde el miedo
entre los puños.
Yo sé tender la cama, servirme de comer, lavar el plato.
Sé ocupar las manos, sostener con ellas, dar placer sin culpa.
No me ames como amarías a tu esposo.
Al borde del suicidio.
Pensando en servir, en ser puntual a sus necesidades.
En pagar sus caricias y atenciones con tu tiempo.
Sin cuestionar si quiera,
que eso más que amor,
se llama trabajo.
TERESA NOYOLA
Mariposa
Pecho
abierto,
tajada
de autopsia,
soy
mariposa de carne,
rajada,
la
navaja desde el cuello baja
hasta
la cintura,
entra
en mí todo el mundo.
Cómo
duele,
pero
mira mi sonrisa,
escucha
mi carcajada,
admira
mi idiotez.
No
hay mejor forma de estar viva
que
estar abierta,
y
advertir que la verdad ignorada
es
que no estás encadenada a nada.
No
tendrías por qué
apropiarte
así del mundo,
ni
de las palabras,
ni
de la narrativa.
Nada
te pertenece.
No
es tuya la ciencia,
ni
las letras de los libros,
ni
los poemas que escribes.
Nada,
absolutamente nada, es tuyo.
Sentir
lo contrario sería errar egoísta.
Tampoco
tú eres de nada ni de nadie;
si
acaso, del sol
que
primero acaricia
y
luego quema.
ANA CORVERA
Epílogo
α)
Conozco
la historia desde el corazón de cien hombres.
En
entrevistas hechas por diversas causas lo confesaron:
casi
nadie soporta la herida del verdadero amor.
Muchos
tienen una mujer distinta en la boca, en las manos, en el sexo,
cuando
hablan de lealtad ante sus hijos o los hijos de sus hijos.
El
dos por ciento supo hacer a un lado su prejuicio
y
quemó en sus adentros los miedos, las máscaras,
la
tela de araña que circunda la vida tácita de cada hombre
para
abrir un espacio a la mujer que de cualquier forma
iba
a dejarles huella.
Noventa
y ocho de los encuestados eligieron la comodidad frente a la duda.
Por
eso se quedaron con mujeres que tuvieron el cabello de anuncio televisivo,
la
piel del color de una medalla que se gana sin esfuerzo,
la
voz que se repite sin hilos negros.
Yo
no sé si cada hombre elige no quedarse con el amor que lo sacude,
si
esa posibilidad lo haría feliz. Yo sé que el dos por ciento
de
los hombres prendió fuego a sus certezas
y
llovió sobre la ausencia de alguien que no fue memoria.
β)
Él
quiso irse cuando vio su fragilidad en el color de mis ojos.
Negro
un futuro donde no estaba sólo su nombre.
Negra
su herida al no saberse sólo bello sino transparente.
Él
quiso irse pero escribe cartas, tararea canciones al amparo de la fibra óptica.
Pone
un pie entre la mujer que lo salva ahora y mi nombre,
les
dice a otros que no supo, que no fue capaz,
que
cuando abrió los ojos ya estaba ella
y la
vida sigue porque ya no importa el asombro sino saber estar.
Él
les dice a otros que vengan y me digan que escuche,
que
quizás con una palabra pueda, ahora sí,
quedarse
para siempre.
Envuelta
en mis heridas de imperfección y transparencia,
guardo
silencio. Me digo que quisiera entrevistar a otros cien hombres
porque
el amor no puede ser tan triste,
y
que quizá por diversas causas uno de ellos acepte
que
el fuego nos transforma y lo levante conmigo
aunque
la zozobra nos estalle por dentro.
ALE PASTORE
Las piedras
Me
até las piedras a los pies,
bañé de fango el trozo de carne
que colgaba de mis ojos.
Me ofrecí siendo las sobras,
en aquella mesa de cuervos
y colibríes.
Pero ascendí,
como ellos,
entre los pinos
me fui sin preguntar
¿cuán
difícil era la ceniza?
Allá
abajo el desasosiego
dejó hendido el pulso del lenguaje,
y la lluvia dejó temblando las piedras.
Mi cuerpo cabalgó sobre ellas
hacia todos los confines,
cruzando el desierto me vi nacer.
N.Y, oct. 2022