lunes, 6 de mayo de 2013

FUERTE DE GUADALUPE, PUEBLA

JAMID ALBÉN JARAMILLO





Mirándome en tus ojos



Mirándome en tus ojos, vida mía,
me convenzo que no han sido agotados
por poetas ni por enamorados
los cantares de amores todavía.

¡Oh! tus ojos de luz y lejanía
en que se ven mis ojos desolados,
tus ojos míos para siempre amados
y por los que torné a la poesía.

En su simplicidad y en su misterio
me voy hundiendo sin tesón ni imperio
como al cauce en descenso de dos ríos,

y náufrago en el mar de tus arrullos,
veo en la niña de los ojos tuyos
la angustiosa ternura de los míos.

ALFONSO CARVAJAL





Fatum


Transparente paladar del destino
Donde un lobo observa
Y llora solitario en el bosque.




ELENA TAMARGO





Compás de espera 



Mi pasado está invadido
y lloro lentamente.
Me ha llenado de miedo una noche en el Neva
me ha llenado de fe una tarde en Bakú.
Se quedó Samarcanda como alguna promesa
y la calle de Arbat para soñar a Eszenin
siempre, siempre.
Erré como torcaz
aplastada en la calle por un caballo ciego.
Me dan miedo mi pueblo y sus hombres
mientras Jesús del Monte se derrumba en silencio.
Una ciudad de espejos y banderas
y su empinada ronda de tenores.
Yo regreso a mis pájaros
al pequeño amarillo que no canta.
Ya no tengo balcón ni noches junto al mar
y otra campana traza mis compases de espera.
Estorbo como estorban los almendros
y en el farol se queman algunas mariposas.
Ciudad y almendro y yo
ay, qué desgracia.




JORGE BUCKINGHAM




  

  

Imágenes voyeuristas



Mirada angelical en los ojos de la niña,
Pasos se pierden sobre la vereda,
Marcos de ventana son atravesados,
Miradas furtivas dejan el luto.

En la habitación una silueta
Se agita entre todos los rincones,
Gotas caen:
Lluvia fuerte,
Cortina de cielo gris.

Ojos destellan y se alejan,
Sucumben ante un cuerpo;
Una imagen es inmortalizada:
La obra maestra de mi más morbosa soledad.




ALDO PELLEGRINI





La certidumbre de existir



Si

lo he visto todo

todo lo que no existe destruir lo que existe

la espera arrasa la tierra como un nuevo diluvio

el día sangra

unos ojos azules recogen el viento para mirar

y olas enloquecidas llegan hasta la orilla del país silencioso

donde los hombres sin memoria

se afanan por perderlo todo

En una calle de apretado silencio transcurre el asombro

todo retrocede hasta un limite inalcanzable para el deseo



pero tú y yo existimos

tu cuerpo y el mío se adelantan y aproximan

y aunque nunca se toquen aunque un inmenso vacío los

separe

tu y yo existimos


HÉCTOR ROSALES



  

Al fondo



Aturdidos por tantos barrotes, tantos
suplicios en áridos climas, viajamos
sobre las letras fusiladas
de los cuestionarios. En los ojos
se han entreverado frágiles cortometrajes
donde somos una esquina lluviosa,
un almacén sin puertas
ante el alba, quebrados bastones
en las plazas del invierno.

Aquí pregunto por ti, por ellos
y los otros. Acuden las tinieblas
murmurando el peligro.
Las fuerzas que alguna vez tuvimos
se agolpan bajo los muelles, destruidas.

Aquí cierro los ojos y lloro.
Un espantapájaros desmembrado
me imita al fondo
de la esquina lluviosa, verídica.