sábado, 11 de noviembre de 2023


 

HERNÁN LAVÍN CERDA

 

 

 

El ataúd amarillo




Yo, el ataúd amarillo todavía, estoy muy triste
porque se me murió, dicen
que se me está muriendo el cadáver
y no puedo, dicen, ya no puedo, aún dicen
que no podré enterrarlo en lo más profundo
de mi vientre.

No hay espacio, cómo me duelen los huesos, no hay ni habrá espacio:
quisiéramos dormir, no es algo fácil,
vente a dormir junto a mis huesos, es mejor
que te subas ahora mismo, vente a dormir con mis huesos,
y al fin me voy, me iré en el aire, me voy durmiendo poco a poco.

Sueño que aún estoy muy triste porque no sé a quién corresponde
el cadáver, este pobre cadáver que recién se nos ha muerto
y no sabría cómo resucitarlo en lo más profundo de mi vientre:
no hay espacio, el cadáver sonríe, tiembla, sonríe una vez más,
se agita en su larga muerte sin caber en mí, no hay espacio.

Entonces yo, el ataúd amarillo, trato de escaparme lejos de la ciudad
y termino en aquel rincón de un velatorio público
donde aún me observan dos mujeres de una edad indefinida.
Una de ellas dice después de un silencio que parece inagotable:

Dios mío, este pobre y melancólico ataúd, como don Juan Rulfo,
no tiene dónde caerse muerto y le fallan las rodillas,
que en paz descanse,
le fallan y le seguirán fallando los huesos de la memoria y el abismo
       de las rodillas.
¿No crees que debiéramos morder su lengua
para ver si permanece mudo, si al fin se levanta
o reacciona con asombro y algo de locura, mandándonos al infierno?

Claro que sí, responde la otra mujer y muerde al ataúd
en una de las últimas articulaciones de su cadáver
que no tiene dónde resucitar o más bien caerse muerto.

Amarillo en su espíritu, el ataúd se estremece
y es capaz de emocionarse hasta las lágrimas:
"Esperé a tenerlo todo", dice, más bien piensa y
suspira
sin saber muy bien lo que al fin dice apenas: "Nos
llegaban rumores".

De pronto salgo del sueño y no estoy muy triste, por fortuna, pues
       ya no me importa saber a quién pertenece
el cadáver que se acaba de morir de a de veras,
ese pobre cadáver que recién se nos ha muerto y no hay espacio,
la resurrección es amarilla, nunca hay espacio, no hay
ni habrá espacio para sepultar al moribundo
en esta tierra de nadie, junto a los huesos de Juan Rulfo
que todavía nos alumbran más allá de San Juan Luvina, de olvido
       en olvido.

 

ELIZABETH NEIRA

 

 


 

Algunas consideraciones acerca del estado del arte en Chile

 

 

Amor mío

debo confesarte
que
los poetas, en general
no todos, claro
lo tienen
chico
pero entusiasta

 

Los pintores
en cambio
lo tienen grande y gordo
pero débil como una ballena agónica, varada en costa equivocada

Los milicos y los pacos
imagino
lo deben tener duro y arqueado
como sus corvos asesinos

 

El tuyo mi amor, en cambio
es hermoso como un arcángel
pero está lleno de veneno

 

 

ÁNGEL ORTUÑO

 

 




Historia natural y moral de las Indias

 

 

Somos el armadillo, el mono
araña, el perro
chihuahueño, la llama.

 

Nunca tuvimos oportunidad de subir
al arca de Noé.

 

Pero no nos ahogamos
sino en el dolorido asombro
de algún fraile

 

y en el olor del cuarto de la adúltera.

 

FRANCISCO MONTAÑA

 

 



Los habitantes

 

 


No son peces los que habitan el agua de las ciudades.

 

No, otros seres circulan en su densidad.
Dejan que un abrazo envuelva sus cuerpos, no amoroso ni cercano,
el producto de la circunstancia, de la cañería, del cauce incontrolable del desagüe.

 

Pero, éstos son sus habitantes:
un poco de mierda que pierde densidad,
el resto de semen que se escapa de las piernas,
un escupitajo y la juagadura de un cuerpo cansado…
lágrimas que vuelan como ángeles invisibles,
sombras y texturas,
siempre restos, deshechos, basura
y también burbujas,
instantáneos cristales para un adivino que vendrá,
formas sujetas a la nada.

 

No son esqueletos de pescados los que adornan las ventanas de los niños que se asoman y no ven ninguna playa,
tampoco son sus ojos sin párpados los que miran fijamente hacia los lados,
ni sus bocas que se abren y sujetan la vida del hilo suave del aire,
no, no son peces.

 

Otros seres pueblan esta agua,
animales sin nombre ni recuerdo, cercanos a los sueños, con la piel esquiva como el rastro líquido de la mirada,
cuerpos ajenos a cualquier taxonomía.
Almas pasajeras y disueltas.
Un poco de aire, un sonido cansado que estremece los tubos, lengua de un mundo que poco importa,
un temblor de tuberías, juagaduras que nadie reclama,
movimientos caprichosos de texturas maleables,
nada que merezca la atención.

 

 

FABIO MORÁBITO

 

 



Dos poemas




Quedó cautiva la pelota
entre las ramas.
Ellas le tiran piedras,
pero no pueden verla y tiran a lo menso.
Cansadas, se sientan en el pasto.
Así, de vez en cuando
una pelota logra que la olviden.
Renuncian a bajarla, se hacen grandes
y la pelota ahí, mientras maduran.
Pero la rueda no es la misma: dos
se han ido,
se va otra más y queda
sólo una,
y la pelota ahí, cautiva,
ya parte, se diría, de la corteza,
mientras la cuarta, que no olvida,
sigue tirándole a lo menso.

* * *


Si observo un punto en el piso
o una mancha en el muro
se vuelven en seguida
un insecto que se mueve.
Me digo: no es verdad,
pero la agitación prosigue,
hay algo que palpita
frente a mí, se arrastra, lo estoy viendo.
¿Es cosa de la presión alta
o de la presión baja?
¿Cuál es la presión justa
de las arterias
para poder mirar un punto
largamente
sin irse por las ramas?
Extiendo el brazo
y toco el punto: es sólo un punto,
vuelvo a mirar y el trance
recomienza: se ha movido,
me miro el dedo a ver si tiene sangre.

 

EDUARDO CASAR

 

 


Los signos cambian




Los signos cambian
desde la utilidad del agua
hasta la rotación del cuerpo y la mirada.

Si ponemos el (agua) entre paréntesis
inventamos un charco o una presa;
si la ponemos entre guiones
                        -agua-
un sistema de riego;
si va entre admiraciones
es la sed la que se abre
paso hasta nuestros labios.

¿Qué sucede
con  la palabra “amor”  entre comillas?
Pónselas, y tendrás que pensar
dónde escondes las manos,
las palabras se vuelven temblorosas
entre comillas
y no quieren ya decir
 lo que dicen.

¿Qué sucede
si pongo tu nombre
entre interrogaciones?

Desapareces, y
...la sombra que te sigue
se convierte en respuesta.