viernes, 15 de noviembre de 2013

NICOLÁS GUILLÉN




Rosa tú, melancólica




El alma vuela y vuela
buscándote a lo lejos,
rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo.
Cuando la madrugada
va el campo humedeciendo,
y el día es como un niño
que despierta en el cielo,
Rosa, tú, melancólica
ojos de sombra llenos,
desde mi estrecha sábana
toco tu firme cuerpo.
Cuando ya el alto sol
ardió con su alto fuego,
cuando la tarde cae
del ocaso deshecho,
ya en mi lejana mesa
tu oscuro pan contemplo.
Y en la noche cargada
de ardoroso silencio,
Rosa, tú, melancólica
rosa de mi recuerdo,
dorada, viva, y húmeda,
bajando vas del techo,
tomas mi mano fría
y te me quedas viendo.
Cierro entonces los ojos,
pero siempre te veo
clavada allí, clavando
tu mirada en mi pecho,
larga mirada fija,
como un puñal de sueño.

SEVERO SARDUY



Renuncia a tu cuidado, bien lo sé...


Renuncia a tu cuidado, bien lo sé: tras
ese dolor que tu embestida aqueja,
en alivio y placer muda la queja,
más sosegada cuanto más penetras.

Cerveza transmutada o sidra añeja,
del oro tibio la furiosa recta
su apagado licor suma y proyecta
sobre el cuerpo deseoso que festeja

tanto derrame. A bálsamos o ardides
que atenúen la quema de tu entrada
nunca recurras. Mientras menos cuides,


unjas, prevengas, o envaselinada
disimules, mejor. Para que olvides
el mudo simulacro de la nada.

JOSÉ MARTI





XXXV - Qué importa que tu puñal...



¿Qué importa que tu puñal
Se me clave en el riñón?
¡Tengo mis versos, que son
Más fuertes que tu puñal!  

¿Qué importa que este dolor
Seque el mar, y nuble el cielo?
El verso, dulce consuelo,
Nace alado del dolor.



SERAFINA NÚÑEZ





Poema



Te converso en el claustro de mi sangre,
tú respondes, eres el eco de mi propio ser,
el inaudito, el de las verdes costas infinitas,
el que no anota el tiempo de los otros.
Dibujas parabanes y leyendas,
te mueres por la paz de mis recintos
cuando la noche abre sus penumbras,
sus delicados reinos de fragancia
al destino tenaz de mis asombros.
Yo soy esa mujer que pasa incierta
entre nieblas, palomas y memorias.


VÍCTOR FOWLER CALZADA





De lo perdido



Nada de lo perdido volverá con la lluvia.
Las voces, los gestos de aquellos
a quienes deseábamos
y ahora son un hueco en la respiración.
Quemaduras al borde de las mesas
en las paredes, encima de la piel.
El agua será una purificación
pero no es un regreso.
No vuelven los objetos, ni sonidos,
ni escenas que tuvieron algún significado
o incumplieron su misión.
Tal vez, mientras observamos absortos
la enorme pared de agua que se desploma,
pasa lo Perdido, aunque irreconocible ya.
La memoria lo ha transformado en bucólico.
¿Quién tocaba a la puerta aquella vez?
¿Qué mano recorría los caballos
haciendo breves surcos
y era un placer sentirla?
Sensaciones lejanas, perdidas. Tal vez enfrente de nuestros ojos
todo se repite, pero gastadas las formas,
como en los aquelarres. Quemaduras al borde de las mesas,
en las paredes, encima de la piel.
Quemaduras en el cerebro. Establecer analogías con el agua
es peligroso en este país
donde nunca termina de llover


VIRGILIO PIÑERA





Vida de flora



Tu tenías grandes pies y un tacón jorobado.
Ponte la flor. Espérame, que vamos juntos de viaje.

Tú tenías grandes pies. ¡Qué tristeza en el aire!
¿Quién se mordía la cola? ¿Quién cantaba ese aire?

Tú tenías grandes pies, mi amiga en seco parada.
Una gran luz te brotaba. De los pies, digo, te brotaba,

y sin que nadie lo supiera te fue sorbiendo la nada.
Un gran ruido se sentía en tu cuarto. ¿A Flora, qué le pasa?

Nada, que sus grandes pies ocupan todo el espacio.
Sí, tú tenías, tenías la imponderable amargura de un zapato.

Ibas y venías entre dos calientes planchas:
Flora, mucho cuidado, que tus pies son muy grandes

y la peletería te contrata para exhibir sus hormas gigantes.

Flora, cuántas veces recorrías el barrio
pidiendo un poco de aceite y el brillo de la luna te encantaba.

De pronto subían tus dos monstruos a la cama,
tus monstruos horrorizados por una cucaracha.

Flora, tus medias rojas cuelgan como lenguas de ahorcados.
¿En qué pies poner estas huérfanas? ¿Adónde tus últimos zapatos?

Oye, Flora: tus pies no caben en el río que te ha de conducir a la nada;
al país en que no hay grandes pies ni pequeñas manos ni ahorcados.

Tú querías que te tocaran el tambor para que las aves bajaran.
las aves cantando entre tus dedos mientras el tambor repicaba.

Un aire feroz ondulando por la rigidez de tus plantas,
todo eso que tú pensabas cuando la plancha te doblegaba.

Flora, te voy a acompañar hasta tu última morada.
Tú tenías grandes pies y un tacón jorobado.


1944.