"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 30 de marzo de 2021
VLADIMIR MAÏACOVSKI
4.
Mi universidad
¿Sabe francés,
restar,
multiplicar?
¡Declina maravillosamente!
¡Que decline!
Pero, oiga,
¿Acaso usted podría cantar en dúo,
con los edificios?
¿Usted acaso comprende
el idioma de los tranvías?
El hombre, a veces,
apenas sale del cascarón
y ya lleva libros bajo el brazo,
y cuadernos escritos.
Yo,
aprendí el alfabeto en los letreros,
hojeando páginas de estaño y hierro.
Los maestros,
toman la tierra,
la descarnan,
la destrozan,
y enseñan:
-Toda ella
no es más que un globo pequeño, redondo.
Pero yo,
con los codos aprendí geografía.
No en vano he dormido tanto sobre la tierra.
Los historiadores se atormentan con importantes preguntas:
-¿Era o no roja la barba de Barbarosa?
¡Que sea!
No me gusta meterme en las mentiras con telaraña.
Yo conozco de Moscú, cualquiera de sus historias.
Hablan de Dobroliúbov (para que lo odien)¹
pero su apellido está en contra,
protesta la familia.
Yo,
desde niño.
aprendí a odiar a los gordos,
a los que se venden por una comida.
Se sientan,
charlan,
y para gustarle a la dama,
hacen sonar sus pobres ideas
con sus frentes llenas de monedas.
Yo,
dialogaba sólo con los edificios,
y las tomas de agua, eran mis interlocutoras,
con la ventana del oído atento escuchando,
los techos oían lo que les arrojaba al oído.
Y luego,
de noche,
sobre una cosa
o la otra
nos pasábamos charlando,
moviendo la "sinhueso".
1.- Escritor
ruso; su apellido significa literalmente, bondad amorosa: es un juego de
palabras de Mayacovski
De:
“Amo”
Escrito en 1922, dedicado a Lili Brick. Es de carácter autobiográfico.
TATIANA FAIA
Los
gatos de la calle Adriano
uno
de ellos se enredó
y no
por engaño
en
una red que cubría la fachada
de
un edificio en obras
en
calle Adriano
nos
paramos para verlo
no
nos dimos cuenta
cómo
adquirió este hábito
salió
no sé de dónde
atravesó
el paseo
zigzagueando
entre los turistas
y
desapareció por un hoyo de la red
repetía
la misma escena casi todos los días
se
enrollaba para dormir suspendido
encima
de nuestras cabezas
en
un ángulo que parecía incómodo
su
cuerpo como un inminente balón de agua
buscando
entre la sombra
el
mediodía del sol de otoño
sin
ángulos agudos ni aristas
su
perfecta circularidad
nos
vigila con los ojos abiertos
cuando
entiende que lo observamos
y
nos sigue cuando comenzamos a seguir de frente
los
ojos puntean como aguzadas puntas de lápiz
el
inesperado apunte de nuestra presencia
nos
sigue aun cuando ya no estamos a su vista
sus
ojos sin embargo
entran
de nuevo por la red del túnel
atravesando
por el lado oscuro de la memoria
donde
dejaran una pequeña marca
como
una boya olvidada en medio del océano
que
a veces regresa a la superficie
nos
deja delante de una indecisión de pormenores
que
no son parte de ningún hecho
de
nuestra biografía
apenas
algo que se pierde en el discurso de nuestros días
y
comienza a subir
por
el pelo blanco del hocico
con
una mancha amarilla en la oreja
unos
ojos verdes cristalinos
un
gato callejero en calle Adriano
la
terquedad de predador con que las imágenes
de
una curiosidad aleatoria nos persiguen
y
regresan sin cómo ni por qué
cerradas
en la gracia de un movimiento
hábitos
favoritos entrecruzándose
como
el nuestro en un punto donde un destino para
mira
hacia nosotros
rehace
el camino de vuelta a través de las sombras
y
acelera en un salto vertical
que
rebasa varias veces nuestra propia altura
INGEBORG BACHMANN
XII
Boca que durmió en mi boca,
ojo que vigiló mi ojo,
mano-
y
los que me arrasaron, los ojos!
¡Boca que pronunció la sentencia,
mano que me ejecutó!
Del
poema Cantos durante la huida contenido en el poemario "Invocación a la
Osa Mayor"
Versión de Cecilia Dreymüller y Concha García
JAIME TORRES BODET
Voz
Tú me llamaste al íntimo rebaño
-única voz que manda cuando implora-
mientras la burla despreciaba el daño
y florecía, en el cardal, la aurora.
Era la intacta juventud del año.
Principiaban el mes, el día, la hora...
Y el corazón, intrépido y huraño,
te oía sin creerte, como ahora.
¡Ay!, porque -desde entonces-, ya disperso
sobre la vanidad del universo,
a cada paso, infiel, te abandonaba
y con cada promesa te mentía
y con cada recuerdo te olvidaba
¡y con cada victoria te perdía!
THIAGO DE MELLO
La
creación del mundo
No
desfloré a nadie.
La primera mujer que vi desnuda
(era adulta de alma y de cabellos)
fue la primera que me mostró los astros,
pero no fui el primero a quien se los mostró.
Vi el resplandor de sus nalgas
de espaldas a mí: era morena,
más al darse vuelta quedó dorada.
Sonrió porque sus pechos me asombraron,
por mi mirada de adolescente no acostumbrado
a la gloria de la belleza corporal.
Era de mañana en la selva, pero nacían
estrellas de sus brazos y resbalaban
por el cuello, lo recuerdo, era el cuello
lo que me enseñaba a deletrear secretos
guardados en la clavícula. Pedía,
ya echada de bruces y llamándome,
que posara mis labios por los pétalos
con rocío de la nuca, eran lilas;
que alisara, levemente, con las yemas
las espaldas de espumas y esmeraldas;
quería que mi mano recorriera,
yendo y viniendo, el valle de la columna,
trés doucement, porque me cuidaba.
ella inauguró en mí la alegría
inefable de dar felicidad.
Tanto conocimiento no podía
ser sino innato, pienso ahora.
Pero no.
Era un saber hecho de experiencia,
más que ingenio para transmitirlo.
Ella era de otras aguas, una fuente
de treinta años, que vino desde el Sena
con el destino de darme de beber
—en la aurora de sus ojos, en sus pechos,
en la boca musical, en el mar del vientre,
en la risa de azucena, en la voz densa,
en las cejas y en el vértice de las piernas—
la miel antigua de la sabiduría,
de saber que el deseo crece cuando entiende
que la chispa se enciende en la ternura,
que las antesalas se prolongan
hasta que uno esté listo para entrar en el cielo.