"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 1 de diciembre de 2015
SERGIO GARCÍA
1
Tus
azules contornos
tus
amplias riveras
se pueblan
de verdes
y queridas
presencias
Tu cuerpo
se viste
de rojas
fluorescencias
dejando
al olvido
amarillas
ausencias
BLANCA CASTELLÓN
Nota
al pie de una renuncia
Ayer como a eso de las cuatro
te escribí un poema
más bien adefesio del idioma
mezclé el clamor del pasto
con lágrimas de mal agüero
y la amplitud de un beso suave
el poema resbaló
dio giros como los bailarines de tango
cansado de tantas vueltas
bostezó con una abertura inmensa
y ahí en su aliento amodorrado se detuvo
desisto ahora y para siempre de escribirte otro poema.
Ayer como a eso de las cuatro
te escribí un poema
más bien adefesio del idioma
mezclé el clamor del pasto
con lágrimas de mal agüero
y la amplitud de un beso suave
el poema resbaló
dio giros como los bailarines de tango
cansado de tantas vueltas
bostezó con una abertura inmensa
y ahí en su aliento amodorrado se detuvo
desisto ahora y para siempre de escribirte otro poema.
ANDREA COTE
Estación
de luz
Verás,
es tu ciudad o mi ciudad que no descansa,
en la que siempre hay algo a
punto de venirse abajo. Por ejemplo, la lluvia —
derrumbada en ese sitio donde
estuvo la luz— ya sabes; o los árboles quemados
de cielo a media tarde,
aniquilados como pájaros que se lanzan desde
el aire y caen en los parques,
arrastrando desde arriba hasta aquí la manía
de caer. Porque es verdad que es mi ciudad,
que es del otoño, la casa misma de todo lo que
lentamente se desploma hastiado de durar
en el aire y la intemperie de la luz.
Verás, aquí es el sitio de las cosas desplomadas,
el lugar donde nos fascinamos
con el desmoronamiento paulatino de los muros
que inician con el tiempo el descenso hacia
sí mismos, simplemente, y con el único fin de
vernos sucumbir ante el encanto de las casas
derrumbadas, tan sucias o tan viejas
—nos da igual— cuando sólo nos importa
que las casas enfiladas habrán de caer
—como también se caen las tardes de su luz—
porque esta ciudad, que es del otoño,
es la casa de las cosas que siempre son más
bellas cuando están a punto de acabar.
en la que siempre hay algo a
punto de venirse abajo. Por ejemplo, la lluvia —
derrumbada en ese sitio donde
estuvo la luz— ya sabes; o los árboles quemados
de cielo a media tarde,
aniquilados como pájaros que se lanzan desde
el aire y caen en los parques,
arrastrando desde arriba hasta aquí la manía
de caer. Porque es verdad que es mi ciudad,
que es del otoño, la casa misma de todo lo que
lentamente se desploma hastiado de durar
en el aire y la intemperie de la luz.
Verás, aquí es el sitio de las cosas desplomadas,
el lugar donde nos fascinamos
con el desmoronamiento paulatino de los muros
que inician con el tiempo el descenso hacia
sí mismos, simplemente, y con el único fin de
vernos sucumbir ante el encanto de las casas
derrumbadas, tan sucias o tan viejas
—nos da igual— cuando sólo nos importa
que las casas enfiladas habrán de caer
—como también se caen las tardes de su luz—
porque esta ciudad, que es del otoño,
es la casa de las cosas que siempre son más
bellas cuando están a punto de acabar.
ROSA CHACEL
Mariposa
nocturna
¿Quién podría abrazarte, diosa oscura,
quién osaría acariciar tu cuerpo
o respirar el aire de la noche
por entre el pelo pardo de tu cara?...
¡Ah!, ¿quién te enlazaría cuando pasas
sobre la frente como un soplo y zumba
la estancia sacudida por tu vuelo
y quién podría ¡sin morir! sentirte
temblar sobre los labios detenida
o reír en la sombra, descubierto,
cuando tu manto azota las paredes?...
¿Por qué venir a la mansión del hombre
si no se es de su carne ni se tiene
voz ni se puede comprender los muros?
¿Por qué traer la ciega noche extensa
que no cabe en el cáliz de los límites...
Desde el tácito aliento de la sombra
que la floresta tiende en las vertientes
-quebrada roca, imprevisible musgo-,
desde troncos o lazos de lianas,
desde la voz lasciva del silencio
vienen los ojos de tus alas lentas.
Da la datura su canción nocturna
que trasciende al compás que va la hiedra
ascendiendo hacia el talle de los árboles
cuando el crótalo arrastra sus anillos
y leves voces laten en gargantas
entre el cieno que nutre al lirio blanco
mirado por la noche intensamente...
Sobre montes velludos, sobre playas
donde las olas blancas se deshojan
la soledad tendida está a tu vuelo...
¿Por qué traes a la alcoba,
a la ventana abierta, confiada, el terror?...
¿Quién podría abrazarte, diosa oscura,
quién osaría acariciar tu cuerpo
o respirar el aire de la noche
por entre el pelo pardo de tu cara?...
¡Ah!, ¿quién te enlazaría cuando pasas
sobre la frente como un soplo y zumba
la estancia sacudida por tu vuelo
y quién podría ¡sin morir! sentirte
temblar sobre los labios detenida
o reír en la sombra, descubierto,
cuando tu manto azota las paredes?...
¿Por qué venir a la mansión del hombre
si no se es de su carne ni se tiene
voz ni se puede comprender los muros?
¿Por qué traer la ciega noche extensa
que no cabe en el cáliz de los límites...
Desde el tácito aliento de la sombra
que la floresta tiende en las vertientes
-quebrada roca, imprevisible musgo-,
desde troncos o lazos de lianas,
desde la voz lasciva del silencio
vienen los ojos de tus alas lentas.
Da la datura su canción nocturna
que trasciende al compás que va la hiedra
ascendiendo hacia el talle de los árboles
cuando el crótalo arrastra sus anillos
y leves voces laten en gargantas
entre el cieno que nutre al lirio blanco
mirado por la noche intensamente...
Sobre montes velludos, sobre playas
donde las olas blancas se deshojan
la soledad tendida está a tu vuelo...
¿Por qué traes a la alcoba,
a la ventana abierta, confiada, el terror?...
CARMEN JODRA DAVÓ
1. Será un centauro, un ser hermafrodita...
Será un centauro, un ser hermafrodita,
el toro violador y la paloma,
con las mórbidas formas de una poma
y el escudo anguloso de un escita.
Será otro yo, y así, será exquisita
la unión. No dejaremos ni una coma
en donde estaba antes, y aun la Roma
de Nerón aparecerá marchita.
¿"Noverat iam luxuriam..."? Las bacantes
serán vestales, y piadosas preces
sus gritos: ¡nadie gana a dos estetas!
Danzando sobre él con pies sangrantes,
quebraremos mil veces y mil veces
el cristal que cantaron los poetas.
Será un centauro, un ser hermafrodita,
el toro violador y la paloma,
con las mórbidas formas de una poma
y el escudo anguloso de un escita.
Será otro yo, y así, será exquisita
la unión. No dejaremos ni una coma
en donde estaba antes, y aun la Roma
de Nerón aparecerá marchita.
¿"Noverat iam luxuriam..."? Las bacantes
serán vestales, y piadosas preces
sus gritos: ¡nadie gana a dos estetas!
Danzando sobre él con pies sangrantes,
quebraremos mil veces y mil veces
el cristal que cantaron los poetas.
De "Concupiscencia"
ANA INÉS BONNIN
Hombres descalzos
Grávida luz, me hiere tu silencio;
quéjate, grita, rómpeme la sangre
con un feroz escalofrío.
Será la muerte, sí, pero no importa.
¡Morir hasta que el mundo resucite!
Morir hasta que sean en el mundo
los hombres recorriéndolo descalzos:
¡la humanidad por fin enriquecida!
Hombres descalzos;
por su planta desnuda, justos, buenos.
Hombres que al ir andando en carne viva.
sintieran el dolor de cada hombre
latir en cada piedra que rozaran;
sintieran cada gota de rocío
temblar a cada sed, a cada lágrima,
morir a cada muerte, y gota a gota,
encadenando así nuevos rocíos.
Hombres descalzos;
por su planta desnuda,
sobre la tierra lentos y seguros,
como una enredadera sorprendente,
como si Dios sus águilas postrase,
y fueran en el mundo las palomas.
Grávida luz, me hiere tu silencio;
quéjate, grita, rómpeme la sangre
con un feroz escalofrío.
Será la muerte, sí, pero no importa.
¡Morir hasta que el mundo resucite!
Morir hasta que sean en el mundo
los hombres recorriéndolo descalzos:
¡la humanidad por fin enriquecida!
Hombres descalzos;
por su planta desnuda, justos, buenos.
Hombres que al ir andando en carne viva.
sintieran el dolor de cada hombre
latir en cada piedra que rozaran;
sintieran cada gota de rocío
temblar a cada sed, a cada lágrima,
morir a cada muerte, y gota a gota,
encadenando así nuevos rocíos.
Hombres descalzos;
por su planta desnuda,
sobre la tierra lentos y seguros,
como una enredadera sorprendente,
como si Dios sus águilas postrase,
y fueran en el mundo las palomas.
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