miércoles, 30 de septiembre de 2020

FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ

  


 

Epitafio a una mano de labrador

 

 


En la pauta feraz del labradío
escribiste la música del trigo.

 

Tu erudición de soles y trabajos,
predicando palabras de sudor,
halló crucifixión en el arado.

 

La noche de tu artesa repoblaste
con universos lúcidos de panes.

 

La amistad cotidiana de la tierra,
contagiándote toda, de tus dedos
hizo las cinco puntas de una estrella.

 

Crispada estás cual remansado río.
La eternidad es tu primer domingo.

 

 

JORGE CARRERA ANDRADE

  


 

¡Conejo: hermano tímido, mi maestro y filósofo!

 

 


¡Conejo: hermano tímido, mi maestro y filósofo!
Tu vida me ha enseñado la lección del silencio.
Como en la soledad hallas tu mina de oro
no te importa la eterna marcha del universo.

 

Pequeño buscador de la sabiduría,
hojeas como un libro la col humilde y buena,
y observas las maniobras que hacen las golondrinas,
como San Simeón, desde tu oscura cueva.

 

Pídele a tu buen Dios una huerta en el cielo,
una huerta con coles de cristal en la gloria,
un salto de agua dulce para tu hocico tierno
y sobre tu cabeza un vuelo de palomas.

 

Tú vives en olor de santidad perfecta.
Te tocará el cordón del padre San Francisco
el día de tu muerte. ¡Con tus largas orejas
jugarán en el cielo las almas de los niños!

 

 

 

DELIA QUIÑONEZ

  


  

Luz en contra



Envueltos en la sombra                                  
avanzan                                                
        ojos,                                          
                      luz                              
                              y eternidades.            
La balsa ancla                                          
                su inmóvil lucidez                      
en la proximidad del paraíso.                          
Ahora                                                  
luz en contra                                          
          navegan ecos nemorosos                      
                    y algas retenedoras del silencio.  
Pasto etéreo                                            
          retoña                                        
en olvido de sábanas.                                  
Aves de paso,                                          
            veleros indecisos                          
            cresta y estuma                            
eclipsan su dorada epifanía.                            
Paso al tiempo:                                        
        ardida claridad                                
                    navega en mar abierto.             

 

MARIANO BRULL

  

 

 

Ya se derramará como obra plena

 


 

Ya se derramará como obra plena
toda de mí –¡alma de un solo acento!–
múltiple en voz que ordena y desordena
trémula, al borde, del huir del viento.

 

Y de hallarme de nuevo –¡todo mío!–,
disperso en mí, con la palabra sola:
dulce, de tierra húmeda en rocío,
blanco en la espuma de mi propia ola.

 

Y el ímpetu que enfrena y desenfrena
ya sin espera: todo en el momento:
y aquí y allí, esclavo –sin cadena–
¡y libre en la prisión del firmamento!

 

DINA POSA

  


 

Retablo

 


La opaca lengua de la tarde
sangra en los cenagales
mientras un trágico perro
escoltado por horas sin rumbo
sacude la sombra de una balsa

Con las alas carcomidas
agonizan en los tejados
la ansiedad y la altivez
de las utopías

Cerca del malecón
una ola es el párpado
que se contrae
sobre una mulata desnuda

 

La Habana, 1998.

 

 

ELI URBINA

  


 

El fardo de la sombra

 

 


Entre los racimos de saliva y sangre
sólo el fardo de la sombra
la voz de esa mujer a la que amé
esa reja entre lo que soy
y los nombres del pasado

 

Todavía hay ansiedad
Aún hay vestigios de algo
que no termino de perder

 

La muerte se avecina
pero ya estoy en medio de la muerte
ya camino en esa acera
donde la suerte es otra
dimensión de la ironía
otro rostro de su rostro
y hay mensajes perdidos

 

Tal vez ya es suficiente
Quizá de nada sirve
alzar estas palabras contra la soledad.

 

martes, 29 de septiembre de 2020

RICARDO HERNÁNDEZ PEREIRA

 



La patria del ridículo

 


 

Habitamos una tierra de nadie
una tierra extraña
donde año con año plantan su carpa los eternos titiriteros
meten sus clavos en la entraña de nuestros hijos
y martillan rabiosos
con la sonrisa estampada en la mirada

 

Vienen a cambiarnos la vida, dicen
aseguran un regalo para nuestros ojos
y si realmente creemos
podremos hacer esos sueños
una entera realidad para nuestra carne

 

Se visten de lino
se pintan la cara
y nos presentan el estrafalario circo de las pulgas
y en medio de su sonrisa ridícula y atroz
nos narran, con altibajos, las proezas de sus alimañas
¡nos gritan en la cara sus acrobacias!
y nos exhortan
a que imitemos sus portentos
porque nosotros también somos (ellos bien lo saben)
hijos de la pulga
el piojo
la lombriz
y la cucaracha.

 

Y mientras nos cantan sus canciones de feria
mientras nos muestran sus títeres siniestros
y danzan y lanzan

 

papelitos que la audiencia come
como palomitas de maíz
nos envuelven en su telaraña de ideas infinitas.

 

“Estas ideas son maravillosas”, sentencian

 

al mismo tiempo que nos sacan de los bolsillos
las pocas monedas que nos quedan para soportar el hambre de las horas
nos sustraen los sueños
mientras depositan en nuestras manos
un espejo para reírnos de lo que hallamos
en el fondo de su reflejo

 

“Respetaréis estas ideas”, dicen
mientras levantan su carpa
y nos anudan con sus lazos y correas

 

“¡Respetaréis las ideas!”
gritan

 

“¡Respetaréis!”
gruñen, mientras se alejaban afanosos,
sin dejar de apuntarnos con sus cañones de ensueños celestiales

 

Y así
se marchan
dejando a los habitantes de aquella extraña tierra
con una enorme sensación de desasosiego
deseando olvidar
por al menos unos cuantos años
la enorme vergüenza que les carcome la cara
anhelando a que llegue otro nuevo circo
que nos haga reír y olvidar
al menos por unos instantes
los días de miseria y desencuentros
que nos dejaran los actores del circo anterior.

 

 

ANNA VENTURA

   

 


En el nombre del espíritu


"Y hablarás a todos los que tienen sabiduría en su corazón, a
quienes yo he llenado del espíritu de entendimiento"
(Éxodo 28,2)


 

 

Estas pequeñas hojas arderán
con todo lo demás, si ya está escrito la
hora del exterminio. Pero,
como todavía se nos da la palabra,
pronunciamos el disenso.

.

SUSANA VÁZQUEZ

  

 

 

Un Océano dos Almas

 


 

Vienes del océano

mantra absoluto

Atiborrada espuma salobre

corriente inefable

Sobre planeas

la razón inerte

Quiero explorar tu misterio

marea sin dominio

Azotas la historia

en las orillas rotas

Cuajas los insomnios

congregados al cuerpo

Leguas desconocidas

universos imprevisibles

Timón de tormentas

dualidad de alma

Dispuestas a un arcón

al tsunami de la vida.

 

ANA TORRES LICÓN

  



Meditación

 


 

Observo atenta al silencio
tan leve como espuma,
tan luminoso,
cayendo entre mis manos.
Lo palpé
como el fulgor matinal que se cuela por la ventana,
como el ruido de las calles en la madrugada.
Lo disfruté
pude sentirlo surcar mi piel
y me tatuó con la tinta del viento,
me abrazó como un padre;
en él me refugié de mi misma,
hui de recuerdos y deseos.
para no perderme.
Siempre imaginé al silencio
sentado junto a mi abuelo,
siempre lo imaginé
jugando con los perros
echando suertes y apostando
con aquel limosnero,
Ahora el silencio es
mi cómplice.

 

JORGE SUÁREZ

  


 

El caminante

 

 


Fiel monólogo, lengua demorada

en la miel del recuerdo, pero en vano:

todo recuerdo es un licor lejano

y toda evocación es siempre nada.

Nada, la red febril de tu mirada

captura sólo el humo del verano

y la piel que acaricias en tu mano

es ya tacto sin luz. Acongojada

por tanta sombra, sus farolas verdes

prende la calle taciturna. Muerdes

tu soledad, tu soledad, tu grito,

mientras que va dejando tu pisada

rosas de polvo, sobre la calzada,

camino de la muerte, al infinito.

 


De: “Sonetos con Infinito”

 

JOHANNA CARVAJAL

  



Benzaiten

 

 

 

La flauta se mezcló

con el acunar de los bosques,

la madera trajo hoy peces de bambú.

 

*

 

El ruido de los laúdes

despertó al animal,

a la fiera que dormitaba

dentro de la caverna…

Desde la oquedad

de la piedra,

la montaña floreció.

 

lunes, 28 de septiembre de 2020

ALEX FLEITES

 



Visione laterale di nudo femminile

 

Para Roberto Fabelo

 


 

La noche aún no ha descendido
hasta el momento en que se funda
con el negro de los ojos

 

Es la peor hora
para la vista lateral de un cuerpo
que la luz resolvía con generosidad

 

Tan fina es la nariz
Exactos los volúmenes del seno y la pierna
La lúbrica mano justo en el lugar

 

El pobre Albert la entrevió
cercana y distante como el fruto
en la rama más alta del ciruelo

 

Y es rotunda como la verdad
Y es implacable como la venganza
Y es irrebatible como el tiempo
Y es sensible como el llanto
Y es, en resumen, como las grandes palabras
que nunca servirían para develar,
en su perfecta imperfección,
el amado perfil de una mujer desnuda

 

CARLOS MASS CANTO

  



retengo los poemas en el tintero

por remordimiento a la tala de árboles

 

los retengo en la memoria

en el estómago & en la cicatriz de la cara

 

el cuerpo se hincha

no importa que me salgan flores o pus

 

hoy/ no habrá poesía

 

PEDRO LUIS MENÉNDEZ

  

 

 

VIII

 


 

No te envidiaban luna en el silencio
pero te conocían lágrima en el puente
Antes de ti apenas oleaje
te nombraban azul como cristal
Querrían todos verte desatenta de ti
muy lejos del titán y de la fuerza
cuando labras la noche
en un espacio inútil de figuras
perdidas sin sosiego
sin alma sin sosiego
aventurando siempre
la maraña del hambre
No te envidiaban luna tu confianza
infinita de quien se anuda áspera
y se crece al morir
cual una huella pura de artificio
pero te conocían lágrima celosa
detrás de las costumbres y promesas
Así te conocían
tan feroz y feraz como la muerte
tan inhábil tan dulce tan infierno
como un fuego cruzado sin respuesta
como un ojo que arde
repentino de sí hacia la pobreza
la temida y cobarde pleitesía
el aguijón amargo de las incomprensiones
atrás
en tierra
lejos de la vida

 

CARLOS CAÑAS

  


 

Con la voz, la alegría llega

 

 


Nueva voz nace
de la rosa y de los pasos.
Voz abierta en campana
y surgida de la tierra, de los cuerpos
y de las horas vacías.

Voz que de estrella viene en la noche
y de vientos y ramas en la aurora.
Voz que de los cuentos y de los niños
con flores, frutos y pájaros viene.
Voz que, trágica y tierna,
emerge de la sombra y de las abejas.

Voz extraña, voz de cosas secretas,
que en metálicas sonoridades
viene del ángel y del triángulo.

Y con la voz, la alegría llega.

La alegría llega: yo lo creo.
¿Y por qué no habré de creerlo
si todos, en mi rededor sonríen?

Sí, todos sonríen.
Sonríen aun dentro de las cavernas del dolor.

Sonríe el ángel de las calles sucias
y el panadero vestido de harina,
y el vendedor de diarios y la costurera,
el burócrata y el capitalista.

Todos ríen. Entonces, ¿por qué no he de reír?

Sí, tengo que reír. Tengo que reír,
porque tengo adquirido el derecho de reírme;
el derecho de reírme de mí mismo,
reírme del dolor y de la miseria,
del automóvil y de la carreta.
Tengo la Cédula y la Vialidad, y un diploma venido a menos,
es decir:
tengo el derecho de andar libre por las calles,
con la gracia de ser un ciudadano más.

Sin embargo, para ser feliz,
¿qué ley me acredita?

Sólo la risa existe
y he de reír.
La risa es mía.
La risa es mi llanto.
La risa es mi alegría.

La risa es mi capitana
en el muelle de las horas dislocadas.

Sí, he de reírme.
He de reírme desde mi negra raíz
a mi levantada copa.
He de reírme, porque hoy tengo
en las manos y en la cara
el mapa de la risa.
Mapa nacido por el llanto de la sangre
y por mi nombre de letras antiguas.

Y con el delirio de un náufrago
veo la flor del aire crecida en el paisaje.
Y luego, sin quererlo, escucho un relinchar de celestiales caballos.

Al mismo tiempo, una espada de verde fuego
me anuncia el camino de la esperanza.

Y espero:
una voz me llama
y la esperanza es mía.

IRMA LANZAS

  


 

Me has seducido

 

Me has seducido Yahvé
Y me dejé seducir por ti.
Jeremías 20:7

 



Llegaste cuidadoso amado amante
buscando mi cristal adormecido.
Tu fuego aunque era loco y trepidante
llegó como un susurro hasta mi oído.

 

Fue música tu voz que rumorosa
vibró en todo mi ser como campana.
Me derretí en tu entraña luminosa
cual gota de rocío en la mañana.

 

Me hallaste en soledad, nido deshecho,
sutil te me entregaste en un murmullo
y yo te apretujé contra mi pecho.

 

Al roce de tu pulso estremecido
salió mi corazón de su capullo
y en ti se sumergió con un latido.

 

Absoluto asombro, 2012.

 

SOMA

  

 

 

La fugitiva

 



Asesinaré a esa niña fugitiva,
pero antes le arrancaré las piernas,
entonces no tendrá más opción
que correr hacia sí misma.

 

No se da cuenta que de aquello que huye
la persigue dentro de su cabeza.

 

Y que no existe el lugar hacia dónde correr,
por eso le enseñaré a avanzar
hacia su propio centro,
día con día, sin moverse.

 

 

 

domingo, 27 de septiembre de 2020

SOFÍA CASANOVA



 

El caballero de la espada. Cuadro del Greco



 

Y juraslo, la mano sobre el pecho valiente,
pronta –si a dudar llego– por la cruz de la espada,
que tu historia no es esa que divulga la gente
rufianesca, una historia como pocas menguada.

 

Enfloreciste –afirmas– timbres de tu linaje,
que del Rey confidente fuiste por cortesano,
que al Santo Oficio un tiempo rendiste vasallaje
cual corresponde a un noble piadoso castellano.

 

Que de Dios en defensa tus manos se tiñeron
con sangre de los moros y judíos serviles…
que tus labios prudentes si un secreto vendieron,
fue de Dios en provecho destruyendo a los viles…

 

delación no se nombra la verdad proclamada,
quemar a los herejes es deber, no mancilla,
solo cuando sus huesos blanqueen la llanada,
del Cid y de nosotros será digna Castilla.

 

Así dice en la estancia difusa y silenciosa,
la voz queda, sin tonos, del bello personaje
de la erguida cabeza, y la barba sedosa
en la gola que afina negruras del ropaje.

 

Y la mano que afirma lealtad y proezas,
temblor tiene de ataque, de terror o partida…
la lividez del rostro pérfida sutileza,
y la mirada tiene serenidad fingida.

 

¿Quién eres? Te pregunto con ansiedad, atado
mi espíritu al misterio de tu frente inmutable,
dilo, aunque la certeza no vale lo ignorado,
ni hay atracción más fuerte que la de lo insondable.

 

Y yo vengo movida por extraño conjuro
a saber lo que hiciste, a saber cómo fueres,
a adorar tu hidalguía si no fuiste perjuro,
a execrarte, si hiciste llorar a las mujeres.

 

Nadie sabe tu historia, nadie donde naciste,
si te honraron por justo, si has sufrido destierro:
en Toledo la sacra, ¿cuántos años viviste?
¿Del de Orgaz no recuerdas el histórico entierro?

 

*

 

Tu secreto me has dicho; ya conozco tu historia,
gran señor toledano, mal herido de amores…
cruel has sido y valiente, y a tus días de gloria
no les falta grandeza, pues les sobran dolores.

 

El Greco en una hora de poder sobrehumano
echó a tus nobles plantas la red del maleficio,
y hechizado, me miras mi triste castellano,
y esperas que te salve de tu horrendo suplicio.

 

Más de dos siglos hace que te quejas sin queja,
que el temblor de tu mano es esfuerzo inaudito
por romper tus prisiones, y algente te deja
prisionero en un cuadro prodigioso y maldito.

 

Se retuerce abrasado mi espíritu por darte
libertad, vida, y siento mi impotencia de muerte…
¿Qué frase es la que tiene el poder de salvarte?
¿Qué acto puede a la vida redivivo volverte?

 

Beldades juveniles que adoráis la leyenda
de aquel Príncipe rubio por amor encantado
en la copa de un pino, o en la oscura vivienda
de una bruja muy blanca que lo tiene embrujado,

 

venid al caballero que ha hechizado un artista
y romped el conjuro que lo oprime inclemente,
con la frase enigmática que os inspire su vista.
con un beso que roce la calma de su frente.

 

Que sus ojos perciban la boca que lo nombra,
que sean vuestras frases emoción y fragancia,
que alguien diga: imposible, y aureolando la sombra
un acento se escuche que murmure: constancia.

 

Que el aroma de rosas, cual incienso de ofrenda,
le corone las sienes, le acaricie la mano,
y trazad en el aire, cual dice la leyenda,
dos cruces con la rama de un almendro temprano.

 

Cada cual de nosotros el poder atesora
de romper cautiverios, de salvar corazones,
de despertar el sueño que en otras almas mora,
de dar alas y ritmo de vida a las ficciones.

 

Y todo lo podemos, si solo el bien ansiamos;
la vida ante nosotros ensanchará el camino
si, para conquistarla, conscientes avanzamos
con las únicas armas que vencen el destino.

 

El amor que perdona, la intuición que guía,
la pasión en acecho, mas el pecho encalmado…
la voluntad vibrante y atenta la alegría
en el presente oyendo sentencias del pasado.

 

Beldades juveniles: oíd atentamente
de vuestros corazones el murmullo sagrado,
y la fórmula mágica hallaréis que potente
libre de sus prisiones al príncipe encantado.

 

Pulsad del sentimiento la lira intensa y varia,
y cercad con un canto de amor al caballero
que una vez, en un lance de gloria legendaria
rompió ante su enemigo, por no herirle, el acero…

 

Se retuerce abrasado mi espíritu por darte
caballero sin tacha, la vida de tu muerte…
¿Qué frase es la que tiene el poder de salvarte?
¿Qué acto puede a la vida redivivo, volverte?

 

 

Cancionero de la dicha, 1911

 

 

JOSÉ CORREDOR MATHEOS

  



¿Cómo podré pagarte…

 

La nada es el fruto de mi
constante meditación.
Omar Jayyam

 


 

¿CÓMO podré pagarte
que me hayas hecho ver
la irrealidad de todo,
la vanidad de todo?
¿Cuánto daría yo
por oír en tu voz
que la nada es el fruto
de tu meditación,
que después de la muerte
hay la nada
o la misericordia?
Tus palabras me llegan
con sabor a tu voz
y me parece verte
con un vaso en la mano,
que levantas
hacia ese firmamento
resultado tan sólo
de la imaginación.
Si es que eres tú, Omar,
arráncame una a una
las certezas.
Que quede tan desnudo
como las claras dunas
del desierto.
Omar Jayyam, brindemos,
porque aunque todo sea
viento, espejismo, sueño,
quiero seguir oyendo
tus palabras,
contemplar tu figura
de apagada ceniza
y beber en silencio
el vino de tu cáliz.

 

 

JOSEPH BRODSKY

  

 

 

El busto de Tiberio

 


 

Yo te saludo, pasados dos mil años.
También tú fuiste marido de una puta.
Es algo que tenemos en común. Por lo demás,
en torno a ti está tu urbe. Estruendo, coches,
chusma con jeringas en húmedos portales,
ruinas. Yo, un viajero del montón,
saludo ahora tu busto polvoriento
en la desierta galería. Ah, Tiberio,
aquí no alcanzas ni los treinta. Del rostro
mana la confianza de quien domina el músculo
más que el futuro de su suma. Y la cabeza,
que el escultor cortara en vida,
muestra en esencia el augurio del poder.
Todo lo que queda bajo el mentón es Roma:
provincias, cohortes y también rentistas,
más un sinfín de infantes que besan tu aguijón
-placer en clave de la loba
que alimenta a los críos Remo
y Rómulo-.(¡Los mismos labios!,
musitando, dulces, inconexos
entre los pliegues de la toga. ) A fin de cuentas:
un busto en señal de independencia entre cuerpo y cerebro.
De hecho, incluido el del Imperio.
De dibujar tú mismo tu retrato,
sería todo él circunvoluciones.

 

Aquí no alcanzas ni los treinta. Nada
en ti detiene la mirada.
Ni, a su vez, tu firme observar
está dispuesto a detenerse en algo:
ni en rostro alguno ni en un
paisaje clásico. ¡Ah, Tiberio!
¡Qué más te da lo que rezonguen
Tácito o Suetonio en busca de las causas
que te hicieron cruel! No hay causas en el mundo,
tan sólo efectos. Los hombres son sus víctimas.
Y sobre todo en las mazmorras donde todos confiesan;
no en vano confesar bajo tortura,
como las confidencias del niño,
se torna monocorde. Lo mejor es
no tener nada que ver con la verdad.
Por lo demás, ésta no eleva. A nadie.
Menos aún al César. Al menos,
tú apareces más capaz de ahogarte
en tu baño que por una gran idea.
Y en general, ¿ser cruel no es acaso
precipitar tan sólo el común destino
de toda cosa, o la caída libre
de un cuerpo simple en el vacío? En él
siempre acabas en el momento de caer.
No vendrá el diluvio tras nosotros

 

Enero. Un aluvión de nubes
sobre la invernal ciudad a modo de mármol sobrante.
El Tíber, que huye de la realidad.
Las fuentes, que echan agua hacia el lugar
de donde nadie mira, ni cómo quien no ve,
ni entornando la mirada. ¡Es otro tiempo!
Y no hay modo de atrapar al lobo
enloquecido. ¡Ah, Tiberio!
¿Quiénes somos nosotros para ser tus jueces?
Has sido un monstruo, mas fiera impasible.
Pues la naturaleza, cuando crea sus monstruos
-las víctimas jamás-, los plasma, no obstante,
a semejanza suya. Más nos vale mil veces
-si escoger nos es dado-
que venga a destruirnos un engendro del infierno
antes que un neurasténico. Con treinta sin cumplir,
el rostro hecho en piedra, cara rocosa,
creada para dos milenios,
te asemejas a un instrumento natural
de exterminio, y en nada a un esclavo
de pasión humana alguna, o a un forjador de ideas
y demás. Y defenderte de las invenciones
es como proteger al árbol de sus hojas,
con su complejo de que ellas son, entre susurros
inconexos pero claros, mayoría.
En la desierta galería. En mediodía gris.
El ventanal tiznado con las luces del invierno.
El ruido de la calle. Ajeno por completo
a la textura del espacio, el busto…
¡No puede ser que no me oigas!
Pues yo también huí, sin mirar hacia atrás,
de todo lo que me había sucedido; me convertí en isla
con sus ruinas, sus cigüeñas. También me esculpí
el rostro por medio de un candil.
A mano. Y lo que llegase a decir,
lo que haya dicho, a nadie le interesa,
y no en su momento, sino hoy mismo.
¿No es esto también un modo de acelerar
la historia? ¿No es un intento -logrado por desdicha-
de colocarse el efecto delante de la causa?
Y además, también en el total vacío,
lo cual no garantiza un gran aplauso.
¿Arrepentirse? ¿Rehacer tu suerte?
¿Jugar, como se dice, con otra baraja?
Pero, ¿vale la pena acaso? La lluvia radiactiva
nos cubrirá no mucho peor que tu historiador.
¿Y quién vendrá a maldecirnos? ¿Una estrella?
¿La luna? ¿Una termita enloquecida por
las incontables mutaciones, de tronco fofo, eterna?
Todo es posible. Pero, cuando, como un objeto duro,
se tope con nosotros, ella también, tal vez,
algo turbada, detendrá la excavación.

 

«Un busto -exclamará en el lenguaje de las ruinas,
del músculo abreviado-, un busto, un busto.»