"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 27 de agosto de 2019
DELFINA ACOSTA
Sucede
Sucede
que mi carne se deshoja
porque
ella es desde antes mi enemiga.
Morir
o envejecer. La tarde quieta,
la
noche tan callada en mis mejillas,
me
ocurren. Y me ocurre la penumbra
del
corazón. De niña no sabía…
Me
hablaban de muñecas de cristal,
de
la importancia de las blancas cintas
en
el cabello verde, o me llevaban
al
cine. Me contaban las mentiras
que
a ellas les dijeron, y yo, buena
y
sana fui instalada en una esquina
del
tiempo hasta que ahora, a la hora
de
aquel reloj que marca el mediodía,
me
digo, finalmente, que en mi rostro
el
sol se puso ya. Cuán largo día…
YANIRA SOUNDY
Amor de pampa y mar adentro
Te
toco en la memoria y una luz cae mar abierto, eres fuerza irresistible que me
atrae y voluntad que precipita cada uno de mis pasos. Impulso que mezcla el
gozo y la tristeza, suspiro y amor que corta el viento.
¿Qué
importa si no estrecho más el coral de tus labios ni arribo a tus ojos con las
sienes serenas?
Si
soy el hálito que te absorbe el pensamiento y me tocas en la memoria
inalterable del recuerdo.
¿Qué
importa si es agreste el mar y tú no llevas rumbo?
Si
beso la ribera y el vuelo de las aves, donde tus ojos encienden matorrales de
deseo.
Déjame
esta voz para hablarte en el silencio, hombre, cielo gris de ritmos y gaviotas,
amor de pampa y mar abierto.
Déjame
esta voz, luego estallarás en risa fresca, me querrá tu alma, buscarás mis
brazos y la triste cigarra hará revuelos en el viento.
¿Qué
importa si se cierra nuestro cerco y apago los latidos de mi pecho? Si ahora
soy la cóncava gruta para tu cauce serpentino y tú la lluvia torrencial que me
humedece desesperada, honda y doliente.
No
sé si volverás, no sé si existes o eres sólo un vano sueño.
¡Amor
de pampa y mar abierto!
NORA MÉNDEZ
Nace de una pared
Creímos,
Antes
de ser torturadas
Que
toda
La
sensibilidad del mundo
La
cargábamos
En
la llanura adulta
De
nuestra piel.
Y
ahora
Comprendemos
Compañeros,
Que
las convicciones y la fe
No
pueden llevarse en la piel,
Pues
sino,
Hace
mucho tiempo
Se
nos hubieran muerto.
De: “Cárcel de mujeres”
AÍDA ELENA PÁRRAGA
A qué me voy a aferrar
Si
no es a la risa que dejaste
colgada
en el respaldo de la cama?
Cómo
voy a sobrevivir estas distancias,
Si
no es amarrada a tu palabra?
Quién
me va a inventar zoológicos en la luna
cuando
me esconda atrás de un beso?
¿Dónde
voy a enterrar mis lugares comunes?
Dónde
a desvestirme los deseos,
dónde
a jugar con mis «no puedos»?
Dónde,
amor, encontrará esta playa
barco,
naufrago y puerto?
LOURDES VÁZQUEZ
La cabalgata
Todo
el día he estado cabalgando
este
caballo. Un animal vigoroso
y
suave al tacto. Es como trotar con el lobo,
la
zorra, sus patas, su cabello largo.
Galopando
con esa intensidad me
aficiono
al óvulo, al ovario entero,
todos
los huevecitos de mi cariño
y
de a poco cuatro poderosos brazos
me
levitan, sientiéndome cómoda,
sin
peso, suelta, suspendida y estas ganas
de
estar, solo estar, la mera presencia
y
brillo como un hallazgo de oro
en
mitad de la cueva o un incendio
de
guirnaldas en medio del bosque.
Todo
el día.
HUGO LINDO
Canto XXI
Todo
el dolor te navegaba por la sangre.
Un
río largo descendía por la historia
hasta
llegar a tu lugar preciso.
La
sombra iba nadando sobre el río.
El
aire
le
pasaba la mano suavemente.
Y
los sauces lloraban siglo a siglo
sus
hojas,
su
rocío,
su
ternura,
para
amparar la soledad del hombre.
Pero
era menester que te agobiara
la
carga de los días.
Que
la noche
se
te echara en el alma y te mordiera.
Que
la razón del mundo y su pregunta
se
te enroscaran en la voz.
Que
el vino fuera
vinagre
ya en las comisuras.
Y
era
indispensable
el fuego de los ojos
la
sal atroz,
madrina
de su brillo.
Y
la espina del paso.
Y
la aterida
mordida
del invierno en la piel tensa.
Sin
eso
no
serías el hallazgo,
la
flor abierta al ámbito del día,
la
mano recia ni la mano dulce.
Sin
eso, simplemente, te hallarías
mineral,
vegetal,
seco,
vacío,
rondando
apenas el envés del mundo.
La
rosa se te dió,
gloria
en la vista,
miel
del olfato,
levedad
del tacto,
porque
lloraste encima de sus brotes.
La
luz se te otorgó
porque
venías
silencioso
y sangrante
por
el túnel.
La
vida misma circuló en tus venas
porque
es rojo el color de los suplicios.
Y
el amor llegó a ti,
quedó
en tu casa,
echó
raíces
y
engendró milagros,
porque
venía ya de otras edades
en tu propio dolor,
tu
propio tiempo,
tu
propio río,
en
fin,
tu
propia historia.
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