martes, 26 de julio de 2022


ANTONIO HERNÁNDEZ

 

 

 

El juez mayor de Manhattan

 

 

El juez mayor de Manhattan
por entre las tinieblas viene
con todos los dividendos
que al sudor le pertenecen,

copia del Apocalipsis,
el de los cuatro jinetes.
Señores guardias civiles:
aquí pasó lo de siempre.

Murieron todos los pobres,
incluyéndolos a ustedes
que son pobres de nación
por más que no lo recuerden.

El juez mayor de Manhattan,
el de los cuatro jinetes,
con todas las plusvalías,
Peste, Hambre, Guerra y Muerte.

 

 

 

GILLIAN ALLNUTT

 


 

Scherezade

 


Él languidece como un león alimentado.

Ella en su sal y su vestido de silicio que se ha ido

hacia un desierto de viento al mediodía

 

donde el maravilloso bien oculto de los cuentos

es un oasis seco

o un balido

 

abandonado. ¿Cuál es el eco, al mediodía,

del silencio en un grano

de arena? Podría ser lo soportado

 

por ella más allá del hueso vacío del pensamiento,

el escandaloso corazón elaborado,

la sal,

 

y la sombra del silicio

suplicando brevemente en su espalda,

su espalda de Beduino.

 

Versión de Luis David Palacios

 

 

WOLE SOYINKA

 

  

Abiku 

Niño errante. Es el niño que ha muerto y regresa,

una y otra vez, para atormentar a su madre.

Creencia Yoruba

 

En vano su sonar de ajorcas
Encantados círculos a mis pies;
Yo soy Abiku, llamando una
Y otra vez.

¿Debo llorar por las cabras y las conchas valiosas
Por el aceite de palma y los ruegos esparcidos?
Ñames no retoñando amuletos
en la tierra de las ramas de Abiku

Así que cuando se quema el caracol en su concha
Afilado el fragmento caliente, me marca
Profundamente en el pecho-debes reconocerlo
Cuando Abiku llame de nuevo.

Yo soy el diente de la ardilla, craquelado
La criba de la palma; recuerda
Esto, y cava aún más profundo en mí
Al dios de los pies hinchados.

Una vez y otra vez, sin edad
Sin embargo vomitando, y en el momento de
Las libaciones, cada dedo me acerca a
La forma en que vine, donde

 

La tierra es húmeda con luto
Blanco rocío chupa-carne de pájaros
El atardecer se hace amigo de la araña, atrapa

Moscas en el vino-espumoso;

 

Noche, y Abiku chupa el aceite
De las lámparas. ¡Madres! Seré la
Suplicante serpiente enroscada en el umbral
Su llanto de muerte.

La fruta madura fue la más triste
Donde me arrastré, el ardor se sacia.
En el silencio de las redes, Abiku gemidos, formando
Montículos desde la yema.

  

Versión de Mario Bojórquez.

 

 

GEORGE HERBERT

 

  

 

El racimo de uvas

 


Felicidad, yo te escondí: pero algún hombre

maligno te ha sacado de nuevo:

Y ahora, parece que he vuelto al mismo lugar

que siete años ha: una plaza, una vena,

un aria de ideas que me colma el seso.

Quise viajar hacia Canaán, pero ahora he vuelto

A caminar este Mar Rojo, este Mar de lo incierto.

 

Porque como los viejos Hebreos por orden

de Dios viajaban sin hallar ciudades,

así, cada Cristiano tiene que hacer su viaje:

Sus historias son guías ínfimas.

Sus acciones nos parecen nimias.

Los actos de Dios son amplios, y al futuro extienden;

Por su justicia antigua nuestros crímenes se pierden.

 

Entonces también tenemos nuestros fuegos

y nubes guardianas; pero nuestra

brizna eclesiástica apenas alcanza:

tenemos nuestra arena, serpiente, tienda y mortaja;

¡Ay!, nuestros quejidos se nos adelantan.

¿Pero dónde está el racimo? ¿Dónde el sabor

De mi herencia?  Señor, si algo es que debo tomar

Deja que haya alegría, además de tanto pesar.

 

Pero, ¿es lícito desear la uva cuando se tiene el vino?

Yo tengo esos frutos y más.

Bendito sea Dios, por quien los viñedos de Noé prosperaron

y grandes uvas de ellos se nos heredaron.

Pero aún más, percibo, debo adorar

A aquél que del ácido jugo de sus leyes logró sacar vino

Aplastando el cuerpo de Dios mismo como su racimo.

  

Versión de Sergio Eduardo Cruz

 

 

TINO BARRIUSO

 

 

 

Crucero de San Julián

 

 

Asimétrica querencia
del barrio hilado a voleo:
la niñez de Promoteo
y el redoble de conciencia

para defender la vida
—la pedrada, la caída,
la cintura y el bolero—:
agua manantial, Crucero,
de lo que tu pueblo olvida

  

De: “Que asedia el mar”

 

EUGENIO GERARDO LOBO

 

  

A Marsia, cubriéndose los ojos con la mano

 


A tu esplendor se opone soberano
de candor sensitivo nube helada,
porque a poder tu luz ser eclipsada,
lo pudiera ser sólo de tu mano.

Escrúpulo viviente más lozano,
solicita a tu sol Clicie nevada,
y, celosa de puro enamorada,
le da en poco cristal mucho oceano.

De breve oposición blanca osadía,
sepulcro y cuna le aplicó en una hora
a la de luces doble monarquía.