martes, 13 de noviembre de 2012


ERNESTO CARDENAL






Imitación de Propercio



4.-

Tú eres sola entre las multitudes
como son sola la luna
y solo el sol en el cielo.

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER






XX



Sabe, si alguna vez tus labios rojos
Quema invisible atmosfera abrasada,
Que el alma que hablar puede con los ojos
También puede besar con la mirada.

SONYA GARZA RAPPORT






Paisaje desde la distancia



Quiero ser la que ayer amaste.
La que emerge silenciosa en tus angustias.

Quiero ser la que amaste ayer.
La que el tiempo ha cincelado en tu memoria.
La que emerge silenciosa en tus angustias
como bálsamo perfumado por la tarde.
Quiero seguir siendo joven en tus sueños
con el pudor de la fruta y el verano,
inclinada en la orilla de tus penas
como sauce contemplándose en tu espejo.

Recuérdame tierna,
El paso de la vida me transforma,
Pero no sería yo, si así no fuera.
No soy la inocente muchacha de tus días,
pero algo tiembla en mí, que me protege
contra la gangrena de tu olvido.

No me veas aquí
El paisaje es más hermoso en la distancia.

EFRAÍN HUERTA






Verdaderamente




I.

Verdaderamente soy todo oídos para ti
cuando tu pecho en blanco torna lluvia mis manos,
te duelen los hombros hasta el grito
y te corren gladiolas enfermizas por las piernas.
Verdaderamente.
Con la certeza de lo que sentirán en el invierno
una nube con festones de azúcar,
en el otoño dos mujeres sin párpados
o en el alba las rodillas desesperadas de una virgen.

Ennoblecida verdad la del olvido,
purísima verdad aquella de la ternura muerta.
Verdaderamente muertos, encerrados en mármol,
cristalizados en miserables corolas sin angustia
y con asomos de fastidio,
crucificados míos,
petrificados en el filo de las espadas,
en esa hora agradable de los barqueros blasfemando en los ríos
y el duelo espejeante de los remos.

En esta hora y en otras,
tan bien soy todo oídos para ti,
que tu sombra amanece en pleno día del mundo
y mi amor impaciente se atreve sin error por tu vida.


NICOLÁS GUILLÉN



Ébano real

Te vi al pasar, una tarde,
ébano, y te saludé;
duro entre todos los troncos,
duro entre todos los troncos,
tu corazón recordé.

Arará cuévano,
arará sabalú.

-Ébano real, yo quiero un barco,
ébano real, de tu negra madera...
-Ahora no puede ser,
espérate, amigo, espérate,
espérate a que me muera.

Arará cuévano,
arará sabalú.

-Ébano real, yo quiero un cofre,
ébano real, de tu negra madera...
-Ahora no puede ser,
espérate, amigo, espérate,
espérate a que me muera.

Arará cuévano,
arará sabalú.

-Quiero una mesa cuadrada
y el asta de mi bandera;
quiero mi pesado lecho,
quiero mi lecho pesado,
ébano, de tu madera,
ay, de tu negra madera...
-Ahora no puede ser,
espérate, amigo, espérate,
espérate a que me muera.

Arará cuévano,
arará sabalú.

Te vi al pasar, una tarde,
ébano, y te saludé:
duro entre todos los troncos,
duro entre todos los troncos,
tu corazón recordé.


EUGENIO FLORIT



Canciones para la soledad


Tú no sabes, no sabes
cómo duele mirarla. 

Es un dolor pequeño
de caricias de plata. 

Un dolor como un árbol
seco por la mañana. 

Un dolor sin orilla
para dormir el agua. 

Un dolor como el rastro
de la nube que pasa. 

Tú no sabes, no sabes
cómo duele mirarla

GASTON BAQUERO



Las estrellas

  

¡Cuántas estrellas anoche!
¡Yo las veía tan claras y cercanas
como higos de cristal, como frutillas azules!
Me parecía, Teresa,
que todas las estrellas te miraban
con la misma alegría con que te miran
los ojos de mi alma. 

Bocarriba en el campo,
solos la tierra y yo con las estrellas,
yo ponía mis ojos
en el pueblo de ojillos azulosos
que desde arriba podía contemplarte
con tantos ojos como estrellas tiene
el cielo blanco. 

¿O serán las estrellas
las orejas del cielo,
por donde arriba oyen
tu cantar cuando hilas
o tu risa en el baile? 

¿O serán las estrellas
como un sarpullido
que en la piel del cielo
provoca rasquiñas,
y comezón, y ansias,
y por eso titilan
y brincan las estrellas? 


No: son ojos las estrellas,
son miradas, son fiestas.
Yo anoche bien veía
que estaban contentas y felices,
como quien puede mirar desde un collado
a una moza llamada Teresa
mientras va por la cabra
o recoge azucenas. 

Y yo quería tener, yo deseaba
tantos ojos como tiene el cielo
para verte con ellos. Yo me sentía
el cuerpo hecho un acerico
de estrellas y de ojos.
Por la piel
me picaban y corrían
todas las estrellas.
¡Pudiera yo ser cielo
y eternamente verte
con los innumerables ojos
de mis estrellas! 

Sentados a los pies del profesor
preguntábamos: ¿y la eternidad?
Y el buen viejo nos miraba con enojo,
hasta que por fin decía, contemplándose las manos:
"La eternidad no ha sido definida, pues se necesita
una eternidad entera para que abarquemos
el concepto de la eternidad. ¿Habéis comprendido?"
Y nosotros, sentados a los pies del profesor,
nos reíamos tanto, reíamos con tan poco cansancio,
que nos llevaba una eternidad consumir la risa
producida por la definición exacta de la eternidad.