"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 7 de julio de 2021
MARIANA VIVEROS
Liberación
En
brillante redondez
se asoma la luna del escorpio.
Frente a su rostro de lava y memoria
enumero sus dones,
agradezco sus tinieblas.
(le digo)
¿Qué trozos de mí he dejado al camino?,
rastros piel de víbora
vistos de reojo en el tiempo.
¿Qué huesos me quedan?
¿Qué musculatura los cubre y pulsa?
¿Son gotas de la misma sangre
las que hoy manchan la entrepierna,
la sábana pulcra?
Mi nombre ya es, quizá
un anagrama,
varios seres en letras dispersas.
(responde)
Eres Morayma de Granada,
antorcha, estramonio, pez
pero tus huellas
han de ser arena al viento,
tu carne, vasija rota,
un cráneo más en la pira del aghori
y cuando dejes de temer a eso
la eternidad será guirnalda sobre tu pecho.
ARELY JIMÉNEZ
El
enfermo debe callar
callar
y agradecer
al menos, le ayudan
le tienen muchas buenas intenciones
el enfermo no habla
no tiene voz
sólo recibe y calla
no es humano
es tiempo dispuesto a morirse
es solo carne furiosa
carne y requisitos cuidados
olor a sangre
a fabricada pureza de hospital
carne pinchada látex gasas
carne amarilla hematomas
carne que sabe que va a morir
y eso mata más que la muerte
carne que sueña con morir soñando
la enfermedad es soledad
que mastica silencio
hasta sangrar la boca
carne sin lenguaje
sin poemas
carne llorosa
carne que deja de ser carne.
AZUL SEGURA
Preguntas
/ rituales que pasaron por la mente de Ana Mendieta
Para Diana
Pienso
mucho en algunos rituales
¿cómo sería hincarme ante tus
pies?
-repletos de raíceshacerme
yo también raíz
raíz que subvierte para enredarse
hacia arriba
más allá de las capas de la piel
más allá de las capas de la tierra.
¿Qué
son las enredaderas sino la resistencia hecha raíz?
ya
no arrastrarnos
apuntar hacia el cielo
hacia tu cuerpo
porque nos merecemos el cielo y la cuerpa
y no esconder nuestra fuerza debajo de la tierra
(de la piel)
como históricamente hemos venido.
No
somos herederas ilegítimas de un cielo que nos condene a bajar la mirada.
Pienso
mucho en algunos rituales
¿cómo sería ser raíz? resistir en tu cuerpo
crecer de tu ternura.
JUAN CARLOS CABRERA PONS
Brilliant
Corners
Para Josué Hernández
Me
dijiste que volver era difícil.
Hablo de la ciudad en que crecimos
(nada mejor que invocar una ciudad común
para acercar a dos espíritus afines).
Desde tus labios se elevaban para mí sus perspicacias
el trazo irregular de sus aceras, el cielo interrumpido
por sus muros: esquinas brillantes en las que aprendimos del amor
y de la hombría, de la juventud y de la soledad.
En tus ojos resplandece todavía su mañana. La mañana,
esa eterna promesa a los sentidos.
Me
dijiste que crecer era difícil.
Esta mañana te vi sonreír recordando la ciudad que nos saquearon.
La memoria ciertamente toma y da obedeciendo misteriosos protocolos.
¿Qué tan cierto, qué tan justamente ilusorio fue el lugar en que crecimos?
Me despedí con la promesa del reencuentro. Cuánto habíamos ignorado
que la promesa es un pretérito infortunio,
que es rota ya o cumplida al enunciarse.
Crecer es aprender a traicionarse.
Estaba
pensando en lo que fuimos.
La manera acostumbrada en que nos despojamos de nosotros.
Se me ocurría que somos quizá un número finito de promesas.
Hablo de lo que somos,
de lo que inevitablemente tomó el lugar de lo que fuimos
y que nos define hoy como congéneres.
Estaba caminando y viendo a pasar a los transeúntes.
Cómo eran diferentes nuestras calles, cómo igualmente inútiles,
igualmente anónimos sus habitantes.
Qué poco había cambiado la ciudad
al ocultar las esquinas brillantes que entonces ignoramos.
No
puede ya engañarnos. Hemos crecido sabios,
la hemos despreciado en otras, mirándonos en otros anaqueles.
Dicen que uno termina por volverse en lo que odia.
Hemos también odiado a otras.
Muchas hay más cómodas para el amor y mucho más completas
para el odio. Qué fácil fue para nosotros despojarla
de los rincones ocultos que todavía somos: las sombras contra la pared
que fueron nuestras, las esquinas que cruzamos sin mirar
y que no dejarán de lucir en lo que fuimos.
No
puede ya engañarnos. Somos lo que dejó de ser:
rincones de inútil servidumbre que alguien, quizá más afortunado,
decidió no rescatar. No podrá rescatarnos:
hemos crecido simples,
hemos aprendido a ignorar lo que perdemos.