viernes, 17 de enero de 2014

AUGUSTO ROA BASTOS



La jaula de oro


En esta cárcel de mi joven vida
donde cantando estoy porque mi llanto
la blanda soledad no turbe tanto,
vivo soñando una ilusión perdida.

Es una jaula de doradas rejas
como esas que aprisionan la sonora
inquietud del ruiseñor cuando a la aurora
repite el canto de sus dulces quejas.

¡Cuántas veces también con ala herida,
en vano intento de fugarse, mi alma
en forzada quietud halló la calma... !

Sólo a mi encierro acude a darme vida,
cuando gimiendo estoy, con una mansa
caricias de sus dedos, la Esperanza.


ELVIO ROMERO



Con tu nombre


Por siete lunas me miré en tus fuentes,
catorce en las orillas de vasija anhelante de tu sangre;
dormí en tu piel con infinitas manos
los largos ciclos de inundación del bosque,
diez o veinte en tu red de vespertina fruta agreste y dulce,
no sé cuánto en la rama
fragante de tus brazos
y toda la vida me llené con tu nombre. 

Rosa del Sur, me dije clavel de la cordillera,
guitarra clara del amor, mujer suave como la lluvia
que a veces llega apenas para tocar las hojas,
tierra de siembra fértil del varón y el arado,
honda como la brisa que despeina el maizal y la distancia,
mi latido es el tuyo, mis ventanas abiertas al rumor de la noche. 

Si todo mi país, si mi comarca
de taciturna estirpe se despierta en tu aliento,
si el enjambre y la miel, la viga añosa
de la casa, si el azahar del lecho de los enamorados
me acercan a tu piel, si todo late,
si todo vive en ti,
todos mis años, toda mi vida llenaré con tu nombre.

De "El viejo fuego"


EDUARDO QUINTANA



Besos


Como estrellas en el nunca firmamento
quiero tus besos.
Para que en una noche eterna no se acabe
por el desconsuelo.

Ni contarlos ni apagarlos, ya que siempre
estarán allí.
Como quisiera, hoy en diciembre,
un amanecer con el rocío
insistente de un día de invierno, para que en vez
de la lloviznilla dulce, me cubran los tiernos
besos de tus labios y sin despreciarlos, yo
habré de amarlos.

Como peces sin medida en una fría corriente,
por los soplos de la vida, quiero tus besos.
Para que en un abrazo suave, me los lleve como
rosas en un jardín sin veredas.

Quiero tus besos, yo, hoy que estoy despierto,
para llevarme conmigo mañana,
cuando me habré dormido.




HERIB CAMPOS CERVERA



Simple ruego por el ausente esperado

Para el recuerdo de Andrés Campos
Cervera -(Julián de la Herrería)-, que
era de mi amistad y de mi sangre.


Yo te esperé:
eras como un hermano cuya mano se busca,
para oprimir los labios calientes de una herida.

Y faltaste, hermano: te quedaste sin voz
cuando todos rogaban tu presencia.

Pero vino tu sombra:
nada más que tu sombra, hermano ausente.

Abrió la boca antigua, todavía sellada,
y dejó florecer sobre los labios duros
esta solicitud de perdón por la ausencia:
«...Ya he devuelto a la tierra lo que era de la tierra,
pero os queda a vosotros lo que seré mañana.

»No me lloréis, hermanos: estoy entre vosotros.
Ya no me lleva el tiempo con sus manos de leguas,
ni me oprime los ojos la forma del espacio.

»Mi vestidura flota sobre el Alba y la Noche,
más allá del recuerdo.
Mis avatares buscan otro vaso más puro,
para infundirme un cuerpo que regrese a vosotros».

Calló tu voz: sentimos que temblabas de frío,
pensando en que podrías sufrir otra caída.

Como quien se defiende de una angustia indecible,
murmuré, como un rezo, tu súplica inefable:

«Ya no me lleva el Tiempo con sus manos de leguas
ni me oprime los ojos la forma del espacio...».

Así sea.


DELFINA ACOSTA


Unigénita del sur

  
Tal vez es culpa mía que haga frío,
que rija ya el otoño, y que las hojas
se borren de las ramas como pájaros,
o se largue a llover a cualquier hora.
O es sólo culpa nuestra. Por querernos
un fuerte viento por las calles sopla.
¿Cuál mariposa recibió una piedra
y mana sangre limpia de paloma?
Un trébol por un beso, y un poema
para quedarse triste en tu memoria.
Me diste lo mejor de tu tristeza
y te clavé en el pecho una amapola.
Los pasos de la lluvia suenan lentos.
Acaso quien camina es tu persona.
Soy hojarasca que otro paso esparce.
A mi favor tan sólo el viento sopla.






NILA LÓPEZ



Nacer
Sin ningún dato


XX

Sopla suave la brisa.
El árbol legendario observa silencioso
el paso agigantado de los años.
Oigo la tenue voz de la mujer secreta
sobre las olas
que llegan y se van, libres y frescas.
Mi nombre no existe
traspasando la muralla del río.
Allá yo crezco
y recibo frutas del agua y de la tierra.
Allá vivo.
No sé si soy yo misma
o una fugaz estrella más.