"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 28 de marzo de 2020
KENNETH PATCHEN
Mi religión es amarte
Ya
que el tiempo endurecerá nuestros cuerpos
En
un solo sueño, el hambre satisfecha, roto el corazón
Como
una botella abandonada por los ladrones
Amada,
ya que se encuentran tan tarde nuestros labios,
inclinados
Nuestros
rostros muy juntos, los ojos cerrados
Allá
afuera
detrás
de la ventana donde se agitan las ramas
en
el suave viento, donde los pájaros sacuden
las
súbitas alas
Dentro
de ese aire lisiado, amor, nos estamos muriendo
Observemos
cómo llega ese sueño, y crucemos nuestros
dedos
A
través del aliento que sale de nosotros
Viviendo,
podemos amar aunque la muerte ande cerca
Es
su canción desesperada la que no debemos escuchar
Es
que tenemos que permanecer unidos, sin morir ahora
que
estamos abrazados
PAUL ELUARD
Algunas palabras que, hasta ahora, me
estaban misteriosamente prohibidas
a
André Breton
La
palabra cementerio
A
los otros de soñar con un cementerio ardiente
La
palabra casita
Se
la encuentra a menudo
En
los avisos de los periódicos en las canciones
Tiene
arrugas es un viejo disfrazado
Tiene
un dedal en el dedo es un papagayo maduro
Petróleo
Conocido
por ejemplos preciosos
En
las manos de los incendios
Neurastenia
una palabra que no tiene afrenta
Una
sombra de casís entre dos ojos parecidos
La
palabra criolla toda de corcho sobre raso
La
palabra bañadera que es arrastrada
Por
caballos perfectos más feos que muletas
Bajo
la lámpara esta noche glorieta es un nombre
Y
domina un espejo donde se inmoviliza
Hiladora
palabra que se derrite hamaca vid saqueada
Olivo
chimenea con tambor de resplandores
El
teclado de los rebaños se apaga en la llanura
Fortaleza
malicia vana
Venenoso
telón de caoba
Velador
mueca elástica
Hacha
error jugado a los dados
Vocal
timbre inmenso
Sollozo
de estaño risa de buena tierra
La
palabra gatillo estupro luminoso
Efímera
el azur en las venas
La
palabra bólido geranio en la ventana abierta
Sobre
un corazón batiente
La
palabra contextura bloque de marfil
Pan
petrificado plumas mojadas
La
palabra frustrar alcohol marchito
Pasillo
sin puertas muerte lírica
La
palabra muchacho como un islote
Mirtilla
lava galón cigarro
Letargo
azulina circo fusión
Cuántas
quedan de esas palabras
Que
no me conducían a nada
Palabras
maravillosas como las otras
Oh
imperio mío de hombre
Palabras
que escribo aquí
Contra
toda evidencia
Con
la gran preocupación
De
decir todo
SANTIAGO KOVADLOFF
Se sugiere
No
vuelvas todavía. Es mejor esperar.
Hablarías
hasta el alba, la casa es chica
y
el amor sólo pide unas pocas oraciones.
Mientras
tengas qué decir o mucho
que
aprender o algo
que
enseñar
no
vuelvas todavía.
Te
quiero rota, amor.
Lo
que se dice fulgurante y rota.
Como
cabe a una buena mujer por fin perdida
que
se ha visto girar y girar en el espejo.
De: “Ciertos hechos”
GOYA GUTIERREZ
La flor del hibisco
V. Pero, sin el certificado de amar,
Sin bendición ni hipoteca que obligue,
He mezclado mi sangre con tu sangre.
Mi saliva a través de tus labios
Se entrega como espuma
De ola a las arenas. Tierra y carne
Preñadas del olor a magnolia
Y del color del ámbar. Las lenguas,
En aquel hechizarse, olvidan
Los recuerdos de sombras de aves negras
Que traspasan el aire y llegan
Hasta el rayo fatal,
Con cuya claridad abrasa
El espectro más ínfimo.
De: "El cantar de las
amantes"
HANS MAGNUS ENZENSBERGER
Oda a nadie
Tu corazón humeante es testigo,
único rey, al viento
tu mirada a causa de la pena.
Eres el compañero del encantamiento,
esclarecido por muchos desiertos,
coronado por la desobediencia.
No estás moldeado por el tiempo,
ni salpicada de ceniza
está tu frente fiel.
Eres un espíritu sin lacra,
tu silueta es imponente,
eras, antes, más perfecto
que la raya grande y flotante,
más ungido, en tu brillo,
a mano con la muerte, rey.
Pero no te encuentras ni lejos ni temprano
o tarde, estás aquí.
Tu mirada recta cae
como nieve hecha de aire
y habita en arsenales,
va más allá de los observatorios
a las oficinas polvorientas de objetos perdidos, reposa
en mojados sótanos de cemento,
donde gritan de júbilo los asesinos, cae
sobre trombosis y mechas,
chasquea en los mataderos
y en las retorcidas refinerías
donde el gas hilarante se quema despacio, descansa
en las intrigas de las compañías de navegación
y roza los cometas,
los carcinomas de las altas finanzas,
descansa en las murallas del poder,
tras las cuales los capitales
laten a muerte, y las asedia,
hasta que tu mirada estremecida
frente al cielo, enmohecido
por paracaídas, cae.
Desconocida paseas,
hermosa Bö, de noche,
por Plaza España.
Tu reino regresa a ti,
cazador oculto, cristalino.
En tu magnanimidad,
igual que el inocente espárrago,
tu viva imagen, capturarás,
olvidarás el capital suscripto.
¡Tuyas son la fama y la venganza,
roca nunca importunada, compañero
del encantamiento, testigo secreto
y único! Tu pelo de viento
tu mirada constante se despliega
sobre tu viejo futuro reino,
y preserva en el humo
lo verdadero, en el viento.
Tu corazón humeante es testigo,
único rey, al viento
tu mirada a causa de la pena.
Eres el compañero del encantamiento,
esclarecido por muchos desiertos,
coronado por la desobediencia.
No estás moldeado por el tiempo,
ni salpicada de ceniza
está tu frente fiel.
Eres un espíritu sin lacra,
tu silueta es imponente,
eras, antes, más perfecto
que la raya grande y flotante,
más ungido, en tu brillo,
a mano con la muerte, rey.
Pero no te encuentras ni lejos ni temprano
o tarde, estás aquí.
Tu mirada recta cae
como nieve hecha de aire
y habita en arsenales,
va más allá de los observatorios
a las oficinas polvorientas de objetos perdidos, reposa
en mojados sótanos de cemento,
donde gritan de júbilo los asesinos, cae
sobre trombosis y mechas,
chasquea en los mataderos
y en las retorcidas refinerías
donde el gas hilarante se quema despacio, descansa
en las intrigas de las compañías de navegación
y roza los cometas,
los carcinomas de las altas finanzas,
descansa en las murallas del poder,
tras las cuales los capitales
laten a muerte, y las asedia,
hasta que tu mirada estremecida
frente al cielo, enmohecido
por paracaídas, cae.
Desconocida paseas,
hermosa Bö, de noche,
por Plaza España.
Tu reino regresa a ti,
cazador oculto, cristalino.
En tu magnanimidad,
igual que el inocente espárrago,
tu viva imagen, capturarás,
olvidarás el capital suscripto.
¡Tuyas son la fama y la venganza,
roca nunca importunada, compañero
del encantamiento, testigo secreto
y único! Tu pelo de viento
tu mirada constante se despliega
sobre tu viejo futuro reino,
y preserva en el humo
lo verdadero, en el viento.
De "Los elíxires de la
ciencia"
Versión de Heberto Padilla
Versión de Heberto Padilla
SEAMUS HEANEY
I
Notas
de campanas al vuelo
atravesaron
la quietud matinal
y
los maizales ampollados de agua;
un
doblar fugitivo que cesó tan pronto
como
se había desatado. Domingo,
el
silencio respiraba,
incapaz
de pausa alguna:
un
hombre apareció
a
la vera del campo
con
una sierra de arco en ristre
como
si fuera una guitarra.
Se
desplazó y se detuvo a observar
por
entre las ramas de castaño,
puso
su sierra en ángulo,
se
retiró para observar de nuevo
y
pasar de ahí a la siguiente
"Te
conozco, Simón Sweeney,
eres
aquel quebrantador del Sabbath
que
murió hace tantos años."
"Maldito
sea cuanto sabes", dijo,
con
la mirada aún en la cerca
y
sin volver la cabeza.
"Fui
tu hombre misterio
y
lo he vuelto a ser esta mañana.
Entre
los claros de los arbustos
tu
rostro de Primera Comunión
me
veía cortar la leña.
Cuando
los troncos mutilados
del
árbol se iban marchitando,
cuando
el humo de la madera afilaba
el
aire o las zanjas murmuraban,
sentías
mi rastro por ahí
como
si lo hubieran rociado.
Y
te hacía temblar de miedo.
Cuando
te exhortaban a escuchar
en
la oscuridad del cuarto
al
viento y la lluvia entre los árboles,
y
a pensar en los remendones que vivían
bajo
un carretón volcado,
cerrabas
los ojos y veías
un
eje mojado y rayos de rueda
bajo
la luz de luna, y a mí,
deslizándome
desde la llovizna
rumbo
a tu puerta."
La
luz del sol se abrió paso entre castaños,
las
rápidas campanas al vuelo comenzaron
por
segunda vez. Me volví entonces
hacia
un sonido muy distinto:
una
muchedumbre de mujeres con chal
iba
vadeando por entre el maíz tierno;
las
faldas se agitaban suavemente.
Su
movimiento entristecía la mañana.
Avanzaban
susurrándole al silencio:
"Ruega
por nosotros, ruega por nosotros",
la
súplica a través del aire,
hasta
que el campo se llenó
de
rostros recordados a medias,
una
congregación suelta
que
se dispersaba y seguía.
Cuando
me acerqué por detrás,
me
vi de pronto cual peregrino en ayunas,
con
la cabeza ligera, abandonando el hogar
para
dirigirme a mi estación penitencial.
"¡Apártate
de cualquier procesión!",
Sweeney
me gritó,
pero
el murmullo de la muchedumbre
y
sus pies chapoteando
por
la hierba tierna, peinada,
abrían
una vereda adormilada
sobre
la que me proponía pasar.
Seguí
el rastro de aquellos madrugadores
que
habían comenzado la jornada
antes
que los humos en las chimeneas.
Apresurada,
la campana sonó de nuevo.
De: “Station Island
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