martes, 6 de agosto de 2019


FRANÇOIS COPPÉE





agosto



Por las desordenadas ramas,
Del lago la esquina protegida está,
Y, allí, libres, brotan
Campamentos y gramíneas.

Por el tronco de un abeto ocultos,
Cuando llame a mediodía, allí veo
En incontable alegría las avezitas
Del baño al placer entregarse.

Por lo tanto,
Del agua al suelo saltan,
Y, cuando el vuelo levanta, el agua,
¿Qué diamantes, de sus alas cae.

Cansado de sufrir, sin embargo, mi corazón
Cuanto más las envidia tanto más las admira,
A ellas que de la vida nada saben
¡Si no cantar, amar y morir!


Versión de Cunha e Silva Filho 



GIOVANNY GÓMEZ





Bocanada



Solía tener  sueños
donde las palabras que decía
no tenían  idioma alguno
sonido alguno

Memoria inútil
nunca te he hablado de las madrigueras 
que se pudren 
a la sombra de los pájaros

De un mar a las cinco de la tarde
cuya penumbra no conoces
de un sabor en la boca
que se vuelve pregunta
y escribe en esta hora


ÁLVARO CUNQUEIRO





1. Este es el punto exacto...



Este es el punto exacto.
                                                Aquí
-entre la cuerda rota
e inmóvil de las horas-
                                              se para
                                              cristalina
                                              la rueda de la noche.

Aquí
-la luna entre salas desiertas
de madurez-
                                              comienza
                                              silenciosa
                                              la rueda del alba.


De: "Mar ao Norde"

ÁNGEL PÉREZ ESCORZA




  
Big Bang

A la luz que aún no llega.



Cada vez que creo haber olvidado,
te encuentro inadvertida
y todo en mí se magnifica.

Mi corazón viaja,
explota,
se  e x p a n d e,
sale de órbita,
y es tu luz quien vence
cualquier esbozo de tiempo,
porque al igual que el Universo
eres eterna e inabarcable.

Todo en ti brilla,
y es por ti la extinción
de estos versos que anhelan eclipsar en la claridad lunar
de tus sueños.

Eres Lucero,
cometa lejano e inapreciable
a la sentencia ciega
de aquellos que miran al cielo
e ignoran la inmensidad poética
de tu cosmos.

Dibujo con mis dedos la constelación estelar
de tu nombre,
para así, fijar mi rumbo
y no perderte.
Mi niña, galaxia apartada
incluso de ti misma;
cualquier intento de poema
se hace añicos ante la gravitación pulverizante de tus labios.

¿Si pudiera amarte?
Daría el núcleo inflamado
de los astros
para restablecer el deseo
de tu ya inapetente abismo.

Eres lluvia fugaz
en el firmamento sideral
de un insomnio aglomerado
en suspiros.

Resplandeces el espectáculo
de la noche,
y es tu florido encantó
quien llena de aplausos
la escena explosiva
que da propósito…
a toda raíz galáctica.


IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO




  
Las amapolas



El sol en medio del cielo
Derramando fuego está;
Las praderas de la costa
Se comienzan a abrasar,
Y se respira en las ramblas
El aliento de un volcán.

Los arrayanes se inclinan,
Y en el sombrío manglar
Las tórtolas fatigadas
Han enmudecido ya;
Ni la más ligera brisa
Viene en el bosque a jugar.

Todo reposa en la tierra,
Todo callándose va,
Y sólo de cuando en cuando
Ronco, imponente y fugaz,
Se oye el lejano bramido
De los tumbos de la mar.

A las orillas del río,
Entre el verde carrizal,
Asoma una bella joven
De linda y morena faz;
Siguiéndola va un mancebo
Que con delirante afán
Ciñe su ligero talle,
Y así le comienza a hablar:

—«Ten piedad, hermosa mía,
Del ardor que me devora,
Y que está avivando impía
Con su llama abrasadora
Esta luz de mediodía.

»Todo suspira sediento,
Todo lánguido desmaya,
Todo gime soñoliento:
El río, el ave y el viento
Sobre la desierta playa.

»Duermen las tiernas mimosas
En los bordes del torrente;
Mustias se tuercen las rosas,
Inclinando perezosas
Su rojo cáliz turgente.

»Piden sombra a los mangueros,
Los floripondios tostados;
Tibios están los senderos
En los bosques perfumados
De mirtos y limoneros.

»Y las blancas amapolas
De calor desvanecidas,
Humedecen sus corolas
En las cristalinas olas
De las aguas adormidas.

»Todo invitarnos parece,
Yo me abraso de deseos;
Mi corazón se estremece,
Y ese sol de Junio acrece
Mis febriles devaneos.

»Arde la tierra, bien mío;
En busca de sombra vamos
Al fondo del bosque umbrío,
Y un paraíso finjamos
En los bordes de ese río.

»Aquí en retiro encantado,
Al pie de los platanares
P or el remanso bañado,
Un lecho te he preparado
De eneldos y de azahares.

»Suelta ya la trenza oscura
Sobre la espalda morena;
Muestra la esbelta cintura,
Y que forme la onda pura
Nuestra amorosa cadena.

»Late el corazón sediento;
Confundamos nuestras almas
E n un beso, en un aliento...
Mientra s se juntan las palmas
A las caricias del viento.

»Mientras que las amapolas,
De calor desvanecidas,
Humedecen sus corolas
En las cristalinas olas
De las agua s adormidas».

Así dice amante el joven,
Y con lánguido mirar
Responde la bella niña
Sonriendo... y nada más.

Entre las palmas se pierden;
Y del día al declinar,
Salen del espeso bosque,
A tiempo que empiezan ya
Las aves a despertarse
Y en los mangles a cantar.

Todo en la tranquila tarde
Tornando a la vida va;
Y entre los alegres ruidos,
Del Sud al soplo fugaz,
Se oye la voz armoniosa
De los tumbos de la mar.


FRANCISCO VILLAESPESA





El reloj



Tardes de Paz... Monotonía
de lluvia en las vidrieras...
Se extingue el humo gris del día...
¿En dónde están mis primaveras?

La lluvia es una fantasía,
de misteriosas encajeras...
Tú, que tejiste mi alegría,
¿tras qué cristal mi vuelta esperas...?

Lentas deslízanse en la alfombra
las tocas negras de la sombra;
viuda que no falta a la cita...

Igual que un pecho adormecido
el reloj tímido palpita...
¡Oh juventud! ¿Dónde te has ido...?