domingo, 5 de febrero de 2017


CÉSAR ANTONIO MOLINA




La luz del farero                (Sisargas)



Desde la torre veletas de bronce dorado.
La campana sonando en la proa.
La vela que se curva en la curva del corazón.
Y el corazón en la flecha del haz de luz.
Aves errantes se estrellan contra la linterna.
La férrea escalera de caracol sube y baja sin fin
como un condenado al que pasan por la quilla.
Blancas son las paredes y las maderas de caoba,
libros y periódicos encima de las órdenes,
las páginas saqueadas sin leer.
Leve ruido de cuervos en un campo de cucos.
Desde la ventana todo está tranquilo,
todo está en su ordenado desorden.
Y no hay remordimiento que turbe,
y los goces del pasado alimentan la melancolía.
y llega la noche abarcando lo vasto,
lo lejano que está ya próximo.
Y llega la noche,
y la luz que de nuevo se enciende y no basta.



ANIBAL NÚÑEZ




Ángel en tres lugares



Espera en aquel banco
que llegue hasta ella un ángel
                                                    -soy el único
(y no soy de este mundo)
que se sienta a su lado y no pregunta nada-.

vuelve y ya no está ella:
y le hace reverencias a su ausencia brillante.
 

 


ELENA SOTO





Siempre Vuelves



Naciste en el mes de las lluvias
en el mes en el que nacen las encantadoras de gusanos de seda
por eso hablas en secreto con la flor de los manzanos y tejes
mientras unes la savia del salmón y los rosales.
Naciste en el mes en que regresan las aves
en el mes en el que nacen los seres con las manos de pato
por eso cuando quieres buscarme te orientas en el cielo
te dejas llevar por vientos favorables
y vuelas.
Naciste en el mes en que se deshojan los destinos
en el mes en el que los salmones abandonan los mares,
por eso tiñes peces con pétalos de rosa.
Y emigras…
y siempre vuelves.



ARMANDO ROA VIAL

  


Memoria. Relectura de Albert Camus.



Memoria, mujer inconstante,
no te asomes al olvido suplicando una plegaria.
Tus horas galopan
junto al río
entre abandonados brezales.
y aunque "el pensamiento de un hombre
sea ante todo su nostalgia"
ya no puedes abrevar
tus recuerdos en la orilla:
agua que no has de beber
déjala correr.




ELSA LÓPEZ




Pastoreo



Ay pastor,
rebaño es este cuerpo
que apacienta y habita los prados de tu casa..
Vigílame, pastor.
Acéchame los labios y el pasto donde como.
Vigila los cercados,
que hay un lobo rondando por el invierno mío.
que las nieves son altas y se ha posado el hielo
en este pobre pecho que a veces fuera tuyo.


2002



CARLOS BARRAL




Primer amor



No lo supimos la primera vez;
lo extraño,
que lo hacía distinto de los sueños,
no estaba en ella, ni
en ser menos real,
más pálida y ausente,
humana donde el mórbido cuerpo imaginado.
Tampoco en la premura
de gestos que, al contrario,
habíamos fiado a maravilla
ni en las voces que nunca imaginamos
-«De un pueblecillo cerca de Jaén»,
decía, todavía en rosada
ropa interior,
como en un envoltorio de farmacia.
Y luego de rodillas,
cerca, sobre la cama
esquemática:
                         -«Ya ves,
a mis hermanos,
que están bien situados,
esa empresa...»
                           Y de pronto una parte
del cuerpo
próxima se imponía,
mostraba su imprevista materia
y hacía que nos olvidásemos de nosotros mismos,
y, como en un relámpago,
amásemos la realidad
y aquella dulce imperfección inmediata.

-«Mi madre con los años...»
Había unas cortinas de bordes oxidados
y un perchero
como las mecedoras del verano.
                                                         Pero un día
(aunque quizás el tiempo nos engañe
y sea sólo ahora) comprendimos,
supimos de aquel vértigo más hondo
que los minutos en secreto.
Era en las escaleras o en la sala:
aquel señor con aires oficiosos,
el mecánico verde todavía
de grasa, o el alumno,
no estábamos seguros, del colegio,
la gente que encontrábamos, los ojos
que hacían que miraban otra cosa.
Porque habíamos sido
cuidadosamente guardados del contagio,
meticulosamente preservados, y, un momento,
tiraba de nosotros el instinto
más fuerte, nos hacía
extrañamente solidarios.
Ciudad arriba, luego, en el camino
de forzoso regreso a la costumbre,
sentía vagamente -me parece-
algún alivio a mi respecto,
más amigas las cosas, menos prieta
la atención a mí mismo,
como si aquella sensación durase.
Y eso era todo, creo, era muy corto.
O tal vez algún día
escogía un camino sinuoso,
buscaba los repliegues
azules, las aceras
curvas,
donde los niños juegan a los naipes
a la luz de un comercio de ortopedia;
los cielos con alambre
y la humedad afectuosa
de las plazuelas apartadas.