viernes, 28 de febrero de 2014

LEOPOLDO MARÍA PANERO



Página veinte


Esperando todos los días para que venga el cierzo
para que venga el ciervo
azul como el poema, como el gamo
que corre fugitivo sobre el poema
y que sea la nada mi último poema
baba de los labios para que el hombre muera
azul sobre la página
" victorieusment fuit le suicide beau" Mallarmé lo dijo
oh belleza húmeda del suicidio
única rosa, única flor
rosa cúbica de la página
para que el hombre descubra
que no es un hombre.


GUILLERMO CARNERO

  

Cenicienta


Esta dama ironiza
en las implicaciones de su beso.
Huella el patio de armas con el Príncipe Azul,
y al ingeniar fruición
lo escuchamos croar en su inquieto regazo.
Y si ella es portadora del hechizo,
¿dónde hallar escarpín para su zarpa?



CLAUDIO RODRÍGUEZ




La contemplación viva


I

Estos ojos seguros,
ojos nunca traidores,
esta mirada provechosa que hace
pura la vida, aquí en febrero
con misteriosa cercanía. Pasa
esta mujer, y se me encara, y yo tengo el secreto,
no el placer, de su vida,
a través de la más
arriesgada y entera
aventura: la contemplación viva.
Y veo su mirada
que transfigura; y no sé, no sabe ella,
y la ignorancia es nuestro apetito.
Bien veo que es morena,
baja, floja de carnes,
pero ahora no da tiempo
a fijar el color, la dimensión,
ni siquiera la edad de la mirada,
mas sí la intensidad de este momento.
Y la fertilidad de lo que huye
y lo que me destruye:
este pasar, este mirar
en esta calle de Ávila con luz de mediodía
entre gris y cobriza,
hace crecer mi libertad, mi rebeldía,
mi gratitud.


II

Hay quien toca el mantel, mas no la mesa;
el vaso, mas no el agua.
Quien pisa muchas tierras,
nunca la suya.
Pero ante esta mirada que ha pasado
y que me ha herido bien con su limpia quietud,
con tanta sencillez emocionada
que me deja y me da
  alegría y asombro,
y, sobre todo, realidad,
quedo vencido. y veo, veo, y sé
lo que se espera, que es lo que se sueña.

Lástima de saber en estos ojos
tan pasajeros, en vez de en los labios,
Porque los labios roban
y los ojos imploran.

Se fue.

Cuando todo se vaya, cuando yo me haya ido
quedará esta mirada
que pidió, y dio, sin tiempo.


VICENTE MOLINA FOIX




Amante que escapa  


He oído los cascos de un caballo
temblar en la colina.
No he hecho nada.

He comido raíces y el fruto de las bayas
que crecen sin provecho
entre las calaveras.
No me ha ocurrido nada.

He tocado la estela de tu cuerpo.
He visto nuestras cartas húmedas y arrugadas.
He pasado la lengua por los labios
que sólo a mí me cierras.
No he sentido nada.

Publicado en la antología “Del goce y de la dicha”


FRANCISCO BRINES



Aquel verano de mi juventud



Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?
¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida. 

Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no queda ya el recuerdo de días sucesivos
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;
y así saberme digno del sueño de la vida. 

De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,
y la mirada fija dentro del mar.
Tan sólo ese momento indiferente.
Sellada en él, la vida.


ENRIQUE GRACIA TRINIDAD




Como el olvido...

                          "Fui donde el Ángel y le dije que me diera el librito.
                     Y me dice: Toma, devóralo; te amargará las entrañas,
                             pero en tu boca será dulce como la miel-." (10.9)

Como el olvido,
como las lágrimas y el sueño
que ya no se recuerda.
Así de amargo
el libro y cuanto en él se escribe
con la sangre.
Igual de amargo que este tiempo
que pasa como un trueno sobre el mar
y la tierra,
sobre la espalda de los hombres.
Como el dolor que no entendemos,
como el cansancio de la risa.
Igual que esta certeza que nos rompe
la voz y la cintura,
el recuerdo del barro,
la nostalgia de haber sido una lágrima fecunda.
Páginas vegetales que alimentan
las horas de la tarde,
cuando todas las cosas
ponen el corazón en cuarentena.
Letras amargas como el dorso
de una mano apoyada
sobre una puerta que cerró el recuerdo. 

Pero en la boca,
dulce sospecha de esperanza,
pie que se acerca por la espalda
para dejar su beso sobre el cuello.
Dulce como la sombra
del verso que jamás escribiremos. 

De "Tiempo de apocalipsis"

jueves, 27 de febrero de 2014

ENRIQUE GRACIA TRINIDAD




Dificultades

                                                                         A Emilio Porta

Lo más difícil es que el corazón
recorra su distancia sin heridas,
que el tiempo tenga besos suficientes
entre las páginas del libro que hace piedra la Historia.
Lo más difícil es
que las fotografías rocen sin abrasar
las horas degolladas,
acaricien sin daño
los encajes oscuros de las horas que fueron.
Lo más difícil es que la rutina sirva para tejer
una canción de cuna
que adormezca y abrigue los caballos sin alma del olvido.
Lo más difícil es que nuestros versos
rescaten hoy de nuevo la canción más oculta, sin sangrar,
sin hacer de la vida cotidiana un esperpento.
El resto es siempre fácil, sucede simplemente.

De "A quemarropa"




VICENTE MOLINA FOIX



Juego De Disfraces


Desmadejado, desaparecido mi control sobre una cabellera
en alboroto que opta a menudo por resoluciones
distintas a las del sistema motriz,

penetro en la desértica extensión de los telares y en el
depósito de las almas muertas, que sostienen resignadamente
colores de lapislázuli y cartonajes con memoria particular,
mas desechada, raídos, túmido, ominosamente numeradas,
delicadamente sustraídos de tono, agrietados, por ajena
voluntad borrada.

En los pasadizos de la trastienda no únicamente duele
el hallazgo de frondas que treparon vertiginosas escalones
de mármol despintado o la arboleda que poseía poseía
articulaciones mecánicas para asustar y hacer caer de su caballo
a la Joven Furtiva que eligió las incertidumbres de un Caballero
sólo recientemente armado,
 

pues tal vez con semejante desafección encontráramos el mascarón
de proa que puso en pie a toda una generación y los nimbos
algodonosos que por primera vez llevaron a muchos a pensar
que quizá no todo consista en arribar al propio domicilio una vez
la obra terminada y revolverse entonces pesarosos entre las
engañosamente mullidas plumas del jergón.

Vuelta la espalda a un creciente clamor de asentimiento que invade
la platea, navego con vacilación un estrecho cuarto de luces y el
camarín de la estrella, dejado intacto en su crepúsculo de noche
resonante y con la misma argolla aún, sujetando los muslos que
trastornan y aquella máscara de labios curvados hacia abajo,
poseedora del secreto que desencadenó guerras.

Decretada mi extinción por ocupantes de los palcos más celebrados,
dudo acerca de enfrentarme a la conjuración mortal de luces
que convergen en el proscenio,
 

o practicar (sea por una sola vez!) la compuerta de hierro que conduce
al callejón de la Mala Conducta y hace evitar la probablemente
desmerecida dialéctica de la palestra.



FRANCISCO BRINES




Aceptación


Saliste a la terraza
pensando que la brisa de la noche
podría devolverte al que eres siempre.
Mas la tibieza que en tu cuarto había
era un ámbito ,allí, bajo la calma
de alejadas estrellas.
Olvidar pretendías unas horas
todavía recientes, la penumbra
que acercaba el latido de los dos,
y tus palabras qué serenas eran
como si a nadie las dijeses. Viste
la emoción de su rostro, su contorno
quemarse de belleza;
y esas mismas palabras te llenaban
de dolor y de sombra.
De nada te sirvió, cuando quedaste
solo, cegar la luz,
hacer brotar desde un rincón la música,
fortalecer tu fe con su joven pureza.
Sobre tu frente se rompían olas
gigantes: el calor
detenido del día,
el naufragio de un hombre que entregaba
la pasión de su vida en el espectro
doliente de la música (aún
como si la esperanza le alentase),
y te ardía el espíritu
porque sentías declinar tu vida.
Para ser el que fuiste
sales a la terraza, para ver
si un frío súbito derriba pronto
la plenitud del corazón. Tocas
el aire oscuro con los labios, oyes
los gritos fatigados de la calle,
la luminosa altura te estremece.
El tiempo va pasando, no retorna
nada de lo vivido;
el dolor, la alegría, se confunden
con la débil memoria,
después en el olvido son cegados.
y al dolor agradeces
que se desborde de tu frágil pecho
la firme aceptación de la existencia.




YOLANDA CASTAÑO


  


Hace un día precioso.



Y qué bien hemos hecho al venir hasta aquí, el parque
tanto mete la pata como brilla, lo mismo que un adolescente.
Tú estás tintineante con tu vestido amarillo;
en el fondo de la fuente hay un mar embalsamado y, ¿ves?
los gorriones también han querido olvidar los nombres de las cosas.

Al fondo, el monte abraza la ideología de la primavera.
La madre de aquel pequeño pronuncia “abrígate” como un mantra.
Tenemos pan y ciruelas, y algunos mp3,
¿no te divierte observar a la gente e inventarles historias rocambolescas?

Me pides entonces que te saque una foto,
pero no te conformas con una piedra arrojada al estanque.
A ver, mi amor: yo mido uno ochenta y cuatro,
mis ojos deben estar diez centímetros por debajo de eso,
como quieres, desde aquí, que encuadre el verde y la montaña,
la fuente con la pequeña estatua ecuestre allí en lo alto,
la camada de sociables azaleas de delante y a ti,
todos felices en el mismo paralelogramo.

No es cierto que esta luz de mediodía de sábado tenga dos pies izquierdos.

El bastón de un anciano cruza el camino como si fuese los cuernos de un caracol.
Estás empezando a torcer el morro. A ver.
Ponte ahí delante de la fuente, pégate bien a su borde lamido,
si no salen tus zapatos nuevos puede que nunca te reconozcamos.
Voy a hacer lo posible,
me pongo en frente aquí de pie, yo mido
uno ochenta y cuatro. Levanto los brazos con la cámara hacia los ojos. Pero no.
Lo fácil de la transparencia anda decidiéndose a hacer dieta.
Si saco la estatua y también el monte, las flores y tú quedaréis fuera,
o si quieres un retrato, hay que renunciar a ese paisaje.

Mi amor, hace un día precioso,
todos los rincones del parque están entonando una balada.
Ve mirando de meterte todo esto en la cabeza
que yo voy a intentar comprar por aquí cerca unos helados.


(Traducciones al castellano de la autora)


CLAUDIO RODRÍGUEZ




The Nest Of Lovers
(Alfistron )


Y llegó la alegría
muy lejos del recuerdo cuando las gaviotas
con vuelo olvidadizo traspasado de alba
entre el viento y la lluvia y el granito y la arena,
la soledad de los acantilados
y los manzanos en pleno concierto
de prematura floración, la savia
del adiós de las olas ya sin mar
y el establo con nubes
y la taberna de los peregrinos,
vieja en madera de nogal negruzco
y de cobre con sol, y el contrabando,
la suerte y servidumbre, pan de ángeles,
quemadura de azúcar, de alcohol reseco y bello,
cuando subía la ladera me iban
acompañando y orientando hacia…

Y yo te veo porque yo te quiero.
No era la juventud, era el amor
cuando entonces viví sin darme cuenta
con tu manera de mirar al viento,
al fruto verdadero. Viste arañas
donde siempre hubo música
lejos de tantos sueños que iluminan
esa manera de mirar las puertas
con la sorpresa de su certidumbre,
pálida el alma donde nunca hubo
oscuridad sino agua
y danza.

Alza tu cara más porque no es una imagen
y no hay recuerdo ni remordimiento,
cicatriz en racimo, ni esperanza,
ni desnudo secreto, libre ya de tu carne,
lejos de la mentira solitaria,
sino inocencia nunca pasajera,
sino el silencio del enamorado,
el silencio que dura, está durando.

Y yo te veo porque yo te quiero.
Es el amor que no tiene sentido.
El polvo de la espuma de la alta marea
llega a la cima, al nido de esta casa,
a la armonía de la teja abierta
y entra en la acacia ya recién llovida
en las alas en himno de las gaviotas,
hasta en el pulso de la luz, en la alta
mano del viejo Terry en su taberna mientras,
toca con alegría y con pureza
el vaso aquel que es suyo. Y llega ahora
la niña Carol con su lucerío,
y la beso, y me limpia
cuando menos se espera.

Y yo te veo porque yo te quiero.
Es el amor que no tiene sentido.
Alza tu cara ahora a medio viento
con transparencia y sin destino en torno
a la promesa de la primavera,
los manzanos con júbilo en tu cuerpo
que es armonía y es felicidad,
con la tersura de la timidez
cuando se hace de noche y crece el cielo
y el mar se va y no vuelve
cuando ahora vivo la alegría nueva,
muy lejos del recuerdo, el dolor solo,
la verdad del amor que es tuyo y mío.


GUILLERMO CARNERO


  
Giovanni Battisa Piranesi


Aquí el espectador se ve forzado
a una actitud esencialmente equívoca
pues la calzada que allá abajo cruza
el valle, nebulosa, lejanísima,
arranca de sus pies.
                                        Y así es menor que exista
un obelisco alzado sobre cuatro columna
que corona un tritón con cabeza de lince,
o un arco de triunfo remadado
por un bosque de cedros y de sauces llorones.
Y dijeron de él: parva imaginación
esclava del pasado –su genio, si lo tuvo,
pereció bajo el peso de la bibliografía.


Y lo llamaron 'arqueólogo'.

miércoles, 26 de febrero de 2014

LEOPOLDO MARÍA PANERO



Pavane pour un enfant défunt

  
A mi tía Margot


Se diría que está aún en la balaustra del balcón
mirando a nadie, llorando,
Se diría que eres aún visto como siempre
que eres aún en la tierra un niño difunto.
Se diría, se arriesga
el poema por alguien
como un disparo de pistola,
en la noche, en la noche sembrada
de ojos desiertos, los ojos solos
de monstruos. Todos nosotros somos
niños muertos, clavados en la balaustra como por encanto,
como sólo saben esperar los muertos.
Se diría que has muerto y eres alguien por fin,
un retrato en la pared de los muertos,
un retrato de cumpleaños con velas para los muertos.
Pero a nadie le importan los niños, los muertos,
a nadie los niños que viajan solos por el país de los muertos,
y para qué, te dices, abrir los ojos al país de los ciegos,
abrir los ojos hoy,
mañana, para siempre. Era mejor Oeste, tierras vírgenes,
héroes en los ojos
de un cine desesperado, y los dioses que matan a los
hombres feroces,
los dioses más feroces que los hombres
los dioses crueles de la infancia, los dioses
de la inocente crueldad, pensabas que se alimentan de ciegos
y de quienes mendigan su ser en una picaresca sórdida,
si hombres hay, homicida. Pero aventura no hay, lo sabes,
más que por alguien, para alguien, como un poema,
como el riesgo de un vuelo en el aire sin tránsito. Y es por ello
por lo que no hay infancia en el país desierto. Por ello también
por lo que nadie podría jamás sospechar que conservas esa
belleza demente de la infancia, ese furor contra lo útil de tu cuerpo,
y esa mudez en los ojos, esa belleza
sólo vendible al cielo del suicidio, sólo a esos ojos: esa existencia.
Pero la vida sigue como el puente de Eliot,
como un puente de muertos o un flujo
de sombras que se cogen
de la mano ciega en el lodo para saber que están muertos y viven.
Esa vida de la que hablan
en el infierno, entre sí los muertos, los alucinados, los absurdos,
los orgullosos sonámbulos disputando con sangre
una certeza alucinante; es un fuerte dios pardo.
Una basta tragedia que hacen
por navidades, los viejecitos, los difuntos,
con personas de olvido, con máscaras y ritos de otros tiempos,
rótulos de neón y fuegos fatuos: así obra desde entonces,
desde entonces, esa raza
misteriosa que pasa a tu lado sin mirarte o mirarse,
desde entonces, desde el día primero
en que te asomaste con pánico a su delirio. Desde que viven, quizá,
desde que no hay tiempo sino destino y trazo
de vida invulnerable a la decisión de una mirada fuerte.
Quien es visto o quien cae en ese río sordo
es lo mismo, es un muerto
que se levanta día tras día para
mendigar la mirada.
Porque todos llevamos dentro un niño muerto, llorando,
que espera también esta mañana, esta tarde como siempre
festejar con los Otros, los invisibles, los lejanos
algún día por fin su cumpleaños.




GUILLERMO CARNERO


  

De la inutilidad de los cristales ópticos



Si las imágenes se apiñan en un recinto oscuro
nada en ellas hay de movimiento (menos aún hábito de
movimiento);
sí en cambio los ojos de cristal que el taxidermista tan bien
conoce,
con su excesiva holgura en la órbita seca;
un día han de invadir a medianoche
los bulevares de la ciudad desierta,
aterrando con su agilidad a los animales pacíficos,
en una conjunción única que consagre el azar.

El azar, aniquilando en su represalia de hondero
el estupor del que alinea y su conciso cristal.



CLAUDIO RODRÍGUEZ




Tú Siempre Tan Bailón, Corazón Mío
  


Tú siempre tan bailón, corazón mío,
  ¡métete en fiesta; pronto,
antes de que te quedes sin pareja!
  ¡Hoy no hay escuela! ¡al río,
a lavarse primero,
que hay que estar limpios cuando llegue la hora!

Ya están ahí, ya vienen
por el raíl con sol de la esperanza
Veo que no queréis bailar conmigo
y hacéis muy bien. Si hasta ahora
no hice más que pisaros, si hasta ahora
no moví al aire vuestro
hombres de todo el mundo. Ya se ponen
  a dar fe de su empleo de alegría.

¿Quién no esperó la fiesta?
¿Quién los días del año
no los pasó guardando bien la ropa
para el día de hoy? Y ya ha llegado.
Cuánto manteo, cuánta media blanca,
cuánto refajo de lanilla, cuánto
corto calzón. ¡Bien a lo vivo, como
esa moza se pone su pañuelo,
poned el alma así, bien a lo vivo!

Echo de menos ahora
aquellos tiempos en los que a sus fiestas
se unía el hombre como el suero al queso





PILAR ADÓN




No puedo abrir los ojos…


No puedo abrir los ojos.
Cerrados persisten con un peso que duele e inquieta.
Ya no ensayo más amplias sonrisas.

Los labios secos de ayuno y de sed.
El irrespirable sol irrespirable. Sol.

Estudié el origen de la energía.
Ejemplos de dilatación del tiempo,
anomalías excéntricas y anomalías medias.
Calculé el área de un círculo (πr²).

Las mareas de los agujeros negros.
El horizonte de sucesos.

Y, sin embargo, ¿dónde la fórmula de la existencia?
¿Dónde la teoría de la conservación?

¿Y la ecuación para evitar el acabamiento?

¿Dónde la permanencia?




YOLANDA CASTAÑO




Pasé tantas veces por aquí, y nunca os había visto.



Estamos elaborando un inventario minucioso,
como el herbario de una constelación impredecible.
Están primero los lirios, aderezo de estrellas precipitadas,
las dalias y los crisantemos,
hay que contar a las amapolas porque también lo merecen las
flores tímidas y menudas.
La de la higuera es una flor subliminal.
Las más librescas de todas, las inflorescencias en capítulo.
La orquídea es claramente una flor sicalíptica,
se imita demasiado, no sigo por ahí.
El hibisco llena de antojos y proverbios la tarde.
Hortensias: contadme cuánto de feliz fui aquí.
Están los iris, la lavanda, la llamada rosa de té.
Y luego está la magnolia que, como su nombre indica,
en tiempos debió de dar emblema a algún tipo de soberanía mongol.
Calas, anémonas, el aguerrido síntoma del rododendro.
Después están otros prodigios registrables en latitudes apartadas,
como la indecible flor del chilamate,
que se siente pero no se ve, como
ese profundo amor que sube como un bramido desde las rodillas.
Hay
adargas de río, rosas chinas, dientes de león.
Tenemos también cosmos y azar y pensamientos pero esas son ya
flores más conceptuales.
La pasiflora es como el trono de una respuesta, el
baldaquino de una consideración.
Hay flores que llevan para siempre el nombre del primer ojo que las vio.
Lilas, caléndulas, clavellinas.
No puedo olvidar las mimosas, enjambre de diminutas advertencias,
ni a mis absolutas consentidas: fragor indecente de las buganvillas.


Pero, ya os decía, no sé, es curioso,
pasé tantas veces por aquí y
no,
no os había visto
nunca.


(Traducciones al castellano de la autora)


VICENTE MOLINA FOIX



Marcel Proust

  
Buscando, buscando, halló, en efecto,
acurrucado entre los pliegues calientes de la sábana,
a su sexo de por las mañanas, el pequeño y burlón,
que le enviaba gestos como queriendo continuar su reposo.


Proust, sin embargo, se mostró aquella mañana inflexible
y se lo calzó (ayudándose de un cucharón de palo y del manípulo de cinc),
y ajustábase después los faldones de la redingote
pronunciando con decisión el apellido del chofer,
“Fontainebleau” .

martes, 25 de febrero de 2014

FRANCISCO BRINES




A punto de un viaje en coche



Las ventanas reflejan
el fuego de poniente
y flota una luz gris
que ha venido del mar.
En mí quiere quedarse
el día, que se muere,
como si yo, al mirarle,
lo pudiera salvar.
Y quién hay que me mire
y que pueda salvarme.
La luz se ha vuelto negra
y se ha borrado el mar.




LEOPOLDO MARÍA PANERO




La cuádruple forma de la nada



Yo he sabido ver el misterio del verso
que es el misterio de lo que a sí mismo nombra
el anzuelo hecho de la nada
prometido al pez del tiempo
cuya boca sin dientes muestra el origen del poema
en la nada que flota antes de la palabra
y que es distinta a la nada que el poema canta
y también a esa nada en que expira el poema:
tres son pues las formas de la nada
parecidas a cerdos bailando en torno del poema
junto a la casa que el viento ha derrumbado
y ay del que dijo una es la nada
frente a la casa que el viento ha derrumbado:
porque los lobos persiguen el amanecer de las formas
ese amanecer que recuerda a la nada;
triple es la nada y triple es el poema
imaginación escrita y lectura
y páginas que caen alabando a la nada
la nada que no es vacío sino amplitud de palabras
peces shakespearianos que boquean en la playa
esperando allí entre las ruinas del mundo
al señor con yelmo y con espada
al señor sin fruto de la nada.
Testigo es su cadáver aquí donde boquea el poema
de que nada se ha escrito ni se escribió nunca
y ésta es la cuádruple forma de la nada.



VICENTE MOLINA FOIX



Descartes


En un principio se creyó ver en él al desprovisto de mensajes,
al venido de lejos,
a sólo un miembro de secciones ocultas
que todo encierran en el estrecho cauce de los libros.
-ignorantes, según se observa, lo fiel de su manejo
con problemas de audiencia más vasta-.

Tuvieron que llegar edades más adultas
que le reconocieran.
-algunos han pensado que hallábanse
ante un nuevo profeta de lo inútil-.

(Los grabados de época nos muestran un Descartes
siempre sentado junto al fuego,
con el hábito negro,
más preocupado en la textura o esencia del escrito
que propiamente haciéndolo.)


YOLANDA CASTAÑO

  

Que es dolor
El dolor que de veras siente



Tengo cara de gustarme
las cosas que no me gustan.

Los labios de todo el mundo
hablan sin despegarse.

Esto también es así.
Las paredes de una gruta en la que alguien, hace diez mil años,
mancilla lo natural de la piedra.
Monedas, corriente alterna,
una muchacha nacida con los genes de la belleza,
toda picada de complejos.
Como un orgasmo de Hedy Lamarr, los ojos de Nikola Tesla.
Un país donde no ser,
donde sólo
parecerlo.
Guantes desenfundados, sal, la más prestigiosa
de todas las escuelas de doblaje.

El capital es la pesadilla
de quedarnos atascados en nuestra capacidad simbólica.
El más favorecedor de todos:
maquillaje tanatoestético.
Años de trabajo vueltos un pedazo de granito ecuestre.
Una industria de la miseria, las huertas del wolframio.
Como un cuerpo ardiente que sabe, y
disimula.
Pestañas postizas de marca barata, una imagen
idéntica a sí misma.

Como poesía política que se confunde
con una autofoto frente al espejo del baño.
La metonimia del mal,
normativo dislocado.
Escenificación, menú, la escalera de incendios del discurso.
Algo al que le crecen raíces aéreas
y anhela volver a la tierra en cuanto hace un tiempo que salió a la luz;
como los ojos de las patatas.

La mirada del poema es también así,
filas de hormigas obreras
aplastadas para permanecer,

restos de gestos
que parecen

otra cosa.


(Traducciones al castellano de la autora)


GUILLERMO CARNERO




En el hueco de tus manos


En el hueco de tus manos
pongo tu nombre
y lo bebo a sorbos,
tus minerales
se licuan con mis soles
y en la memoria
la leyenda de tu cuerpo
se vuelve mariposa,
limpio las soledades
a tus pasos,
entonces te acuno entre mis ojos
entonces te limpias el sudor
y recoges mis mañanas.





CLAUDIO RODRÍGUEZ




Tiempo Mezquino

  
Hoy con el viento del Norte
me ha venido aquella historia.
Mal andaban por entonces
mis pies y peor mi boca
en aquella ciudad de hosco
censo, de miseria y de honra.
Entre la vieja costumbre
de rapiña y de lisonja,
de pobre encuesta y de saldo
barato, iba ya muy coja
mi juventud. ¿Por qué lo hice?
Me avergüenzo de mi boca
no por aquellas palabras
sino por aquella boca
que besó. ¿Qué tiempo hace
de ello? ¿Quién me lo reprocha?
Un sabor a almendra amarga
queda, un sabor a carcoma;
sabor a traición, a cuerpo
vendido, a caricia pocha.

Ojalá el tiempo tan sólo
fuera lo que se ama. Se odia
y es tiempo también. Y es canto.
Te odié entonces y hoy me importa
recordarte, verte enfrente
sin que nadie nos socorra
y amarte otra vez, y odiarte
de nuevo. Te beso ahora
y te traiciono ahora sobre
tu cuerpo. ¿Quién no negocia
con lo poco que posee?
Si ayer fue venta, hoy es compra;
mañana, arrepentimiento.
No es la sola hora la aurora.