"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 19 de julio de 2018
PERE GIMFERRER
Si
sientes que te llama el abismo del cielo...
Si sientes que te llama el abismo del cielo,
con un grito de abismo, si te aspira
a lo alto, a lo hondo, donde más se oscurece
la melena de nieve de los astros
o el escamoso hielo de la noche,
o si, con voz más ruda aún, te llamas tú mismo
y no puedes dejar de oir tu grito, áspero
como al oído pálido de un sordo,
o insidioso y desnudo como un agua
que con un resplandor de hacha hiere la luna:
si te llamas al centro de ti mismo, si sientes
que todo aquel llamarte es encontrar un centro
y tú mismo apareces en tu nudo de luz;
si te llaman desde dentro de ti, cuando te mires
¿verás el sueño que soñé yo anoche?
No es ver exactamente, porque no lo veía,
sino que más bien yo era mi sueño.
No era que me viese a mí mismo; era ser
algo que existía y era yo.
Porque el tema de las apariciones
es el tema del yo. Pero esa vez
no vi ninguna identidad concreta:
no se me apareció ninguna imagen.
No hubo desdoblamiento ni hubo mirada. Era
el negativo de la vida, estado nulo,
el silencio del río despoblado de agua,
la claridad de un cielo que desviste su azul
y es cielo aún: fulgores invisibles,
que siento en un vacío de visibilidad.
Así el lecho de Un río: tierra, piedra, reposo,
sequedad devastada, rama, verde rencor
que desertó del mundo vegetal, humedades
bebidas por el yermo. Mirad, la luz rebota
y todo son peñascos, polvareda famélica:
pero ahí vive el agua. Es una ausencia,
violenta como el sol, que nunca fluye
petrificada, un hierro que se incrusta en lo inmóvil,
agua ya liberada de ser agua, pesando
en el lecho del río. Como el rumor de un agua
que no pasa en el lecho de este río agostado.
De: "Apariciones y otros poemas"
Si sientes que te llama el abismo del cielo,
con un grito de abismo, si te aspira
a lo alto, a lo hondo, donde más se oscurece
la melena de nieve de los astros
o el escamoso hielo de la noche,
o si, con voz más ruda aún, te llamas tú mismo
y no puedes dejar de oir tu grito, áspero
como al oído pálido de un sordo,
o insidioso y desnudo como un agua
que con un resplandor de hacha hiere la luna:
si te llamas al centro de ti mismo, si sientes
que todo aquel llamarte es encontrar un centro
y tú mismo apareces en tu nudo de luz;
si te llaman desde dentro de ti, cuando te mires
¿verás el sueño que soñé yo anoche?
No es ver exactamente, porque no lo veía,
sino que más bien yo era mi sueño.
No era que me viese a mí mismo; era ser
algo que existía y era yo.
Porque el tema de las apariciones
es el tema del yo. Pero esa vez
no vi ninguna identidad concreta:
no se me apareció ninguna imagen.
No hubo desdoblamiento ni hubo mirada. Era
el negativo de la vida, estado nulo,
el silencio del río despoblado de agua,
la claridad de un cielo que desviste su azul
y es cielo aún: fulgores invisibles,
que siento en un vacío de visibilidad.
Así el lecho de Un río: tierra, piedra, reposo,
sequedad devastada, rama, verde rencor
que desertó del mundo vegetal, humedades
bebidas por el yermo. Mirad, la luz rebota
y todo son peñascos, polvareda famélica:
pero ahí vive el agua. Es una ausencia,
violenta como el sol, que nunca fluye
petrificada, un hierro que se incrusta en lo inmóvil,
agua ya liberada de ser agua, pesando
en el lecho del río. Como el rumor de un agua
que no pasa en el lecho de este río agostado.
De: "Apariciones y otros poemas"
ANGEL CRUCHAGA
Abeja
de mi tarde y de mi muerte,
anticipo del sol, bien de mis ojos,
deja que en tu cruz grabe mi día
como en la gloria de un bajo relieve.
Ancha de mirra, música de arcángel
en toda latitud tu cuerpo vive,
como la rueda leve de este mundo
que de los cielos a los mares gira.
Tú llevas el rocío en las pestañas
y en los cabellos el matiz dorado
de un caracol que se quedó dormido.
Todo esto es el amor entre retoños,
entre resinas, olas y relámpagos.
Este es el amor que se desprende
como un lento cometa de tus hombros
Éste es el mundo para tu garganta,
erguido ventanal de las palomas.
Ésta es la noche de fulgor de esencia
en donde el mar detiene su caballo.
Eres la dueña de las golondrinas,
del azahar que atrae al moribundo.
Tú tienes el vestido de la tierra,
verde y dorado con encajes de agua.
Si te mueves de súbito, el rocío
moja la tarde porque estás colmada.
Si levantas los brazos inauguras
una grave y doliente geometría.
Dueña del gnomo que embrujó la selva
donde duerme y suspira la avellana.
Para tu hechizo lloran los pastores
en los oteros de marfil y de ámbar.
En ti doblega el día su corola
y tú la meces en tus pulsos finos.
Y si viene la noche con los ojos
cerrados te adelantas a la muerte.
Entre el cielo y la tierra, detenido
está el amor con túnica de mirra...
anticipo del sol, bien de mis ojos,
deja que en tu cruz grabe mi día
como en la gloria de un bajo relieve.
Ancha de mirra, música de arcángel
en toda latitud tu cuerpo vive,
como la rueda leve de este mundo
que de los cielos a los mares gira.
Tú llevas el rocío en las pestañas
y en los cabellos el matiz dorado
de un caracol que se quedó dormido.
Todo esto es el amor entre retoños,
entre resinas, olas y relámpagos.
Este es el amor que se desprende
como un lento cometa de tus hombros
Éste es el mundo para tu garganta,
erguido ventanal de las palomas.
Ésta es la noche de fulgor de esencia
en donde el mar detiene su caballo.
Eres la dueña de las golondrinas,
del azahar que atrae al moribundo.
Tú tienes el vestido de la tierra,
verde y dorado con encajes de agua.
Si te mueves de súbito, el rocío
moja la tarde porque estás colmada.
Si levantas los brazos inauguras
una grave y doliente geometría.
Dueña del gnomo que embrujó la selva
donde duerme y suspira la avellana.
Para tu hechizo lloran los pastores
en los oteros de marfil y de ámbar.
En ti doblega el día su corola
y tú la meces en tus pulsos finos.
Y si viene la noche con los ojos
cerrados te adelantas a la muerte.
Entre el cielo y la tierra, detenido
está el amor con túnica de mirra...
EZRA POUND
GUSTAVO OSORIO DE ITA
El box y ella
I
Mis
ansias
tropel de mis puños
congregados a golpes
por volver a ti:
a tu cama
a tus dientes
a tus manos.
Tú,
única estratega,
conoces el trocamiento
de mis batallas en pasiones
de mis victorias en sexo violento.
tropel de mis puños
congregados a golpes
por volver a ti:
a tu cama
a tus dientes
a tus manos.
Tú,
única estratega,
conoces el trocamiento
de mis batallas en pasiones
de mis victorias en sexo violento.
II
Debo guardarme
y hacer acopio de energías:
más tarde,
cuando acabe en esta lona,
y salga por la puerta grande
me esperan doce rounds de sombra
con Francisca
buscando quitarme el título
de campeón del mundo
en pesos completos.
y hacer acopio de energías:
más tarde,
cuando acabe en esta lona,
y salga por la puerta grande
me esperan doce rounds de sombra
con Francisca
buscando quitarme el título
de campeón del mundo
en pesos completos.
III
Aquí
mis manos me explican:
yo soy lo que puedo
lo que peleo
lo que aguanto.
Allá,
bajo tu boca,
siento que no puedo y
resisto un poco menos
de lo que desearía.
yo soy lo que puedo
lo que peleo
lo que aguanto.
Allá,
bajo tu boca,
siento que no puedo y
resisto un poco menos
de lo que desearía.
Contigo
sé que puedo desgastarme,
caer rendido
y mis manos nada te dirán ya.
caer rendido
y mis manos nada te dirán ya.
Entonces
si es imposible ganar hoy
lograr esta victoria
prefiero guardar mis manos
ocuparlas en otras batallas
y hoy juntarlas frente a ti
por adelantado.
si es imposible ganar hoy
lograr esta victoria
prefiero guardar mis manos
ocuparlas en otras batallas
y hoy juntarlas frente a ti
por adelantado.
IV
Carajo
Si vi venir los golpes,
el baile, su ritmo,
un paso cruzado,
su guardia cansada bajando.
Lo juro lo vi
vi todo
todo bien medido y pensado,
salvo a ti en su esquina
y al final
tu mano en su puño levantado.
Carajo eso no lo vi venir.
Si vi venir los golpes,
el baile, su ritmo,
un paso cruzado,
su guardia cansada bajando.
Lo juro lo vi
vi todo
todo bien medido y pensado,
salvo a ti en su esquina
y al final
tu mano en su puño levantado.
Carajo eso no lo vi venir.
ROLANDO REVAGLIATTI
He sido el ancla
He sido
el ancla de mi mamá
y el “no se puede seguir en lo que estábamos”
de mi
papá
Él, en
parte, pudo
seguir
en lo que estaba.
De: “Sopita”
LEIDY BIBIANA BERNAL
Lluvia Blues
(…)
Y se desviste como
para poder tocar
toda la tristeza que
está en su carne.
María Mercedes
Carranza
A quién confiarle la urgencia…
en
quién abandonarse más allá del abandono
si a
esta hora hasta las horas no tienen tiempo
si esta
noche el único encuentro
es el
de la lluvia con el techo
si
llueve sobre la casa y sobre el cuerpo
si
lágrimas, saliva y agua y otra humedad…
se
confunden en la boca y saben a Blues
A quién
confiarle la urgencia…
Si dejé
el mundo del otro lado de la puerta
donde
solo toca la lluvia
si de
este lado no hay quién se desnude
–más
allá de la piel–
con esta desnuda soledad.
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