"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 1 de noviembre de 2019
FERNANDO FERREIRA DE LOANDA
Chichicastenango
a
Claudia Guillen
Cada
gota de lluvia tiene un color
y
la vegetación explota con violencia.
El
tiempo pasa gritando, opaco y pesado,
preñado
de sortilegios;
todos
los pájaros son quetzales: los escucho,
y
las palabras, cajas donde salta una sorpresa.
1980
MARCO ANTONIO MONTES DE OCA
Comparecencia
Araña
de tristeza
Ola
conturbada
Entiérrame
adentro del poema
Pero
con un brazo afuera
Para
que yo no olvide
Al
viento que me olvida.
Quienes
siempre estuvimos solos
Agradecemos
al sueño su comparecencia
Lo
que flagela no es el dolor sino el embeleso
Pues
una fiera apenas rasga apenas mata:
El
recuerdo asesina mejor
Cuando
pregunta
Por
qué seguimos vivos.
Enterradme
oh aves amistosas
Con
un brazo fuera de la tierra:
No
quiero olvidar al olvido que me olvida.
De
Se llama como quieras
ANA AJMÁTOVA
Todo ha sido saqueado
Todo
ha sido saqueado, traicionado, vendido.
Las
grandes alas negras de la muerte rasgan el aire,
la
Miseria roe hasta los huesos.
¿Cómo,
entonces, no desesperarse?
Durante
el día, desde cercanos bosques,
las
cerezas llevan el verano a la ciudad.
Por
la noche, los profundos cielos transparentes
brillan
con galaxias nuevas.
Y
lo milagroso se acerca inminente
a
las sucias casas en ruinas—
algo
que de hecho nadie conoce,
aunque
salvaje en nuestro pecho por siglos.
(1921)
ANTONIO MARTÍNEZ SARRIÓN
Crónica
fabulosa de Fernando Pessoa
murió el oficinista tenía
una hinchazón horrible paperas
de diagnóstico turbio un diván
gayo papeles esparcidos
por todos los alvéolos de su historia
un jijo de cartón grifos corriendo
que erizaban el vello de los brazos
murió fumando erraba ciertas noches
por claveles de tinta por finos mecanismos
guarnecidos de piel por sellos antigripe
acompañados de un certificado inusitadas
pirámides de polvo hallaron
un orinal debajo de su mesa
postales pornográficas de indescriptible alcance
un libro muy oscuro sobre el maestro eckhart
una alcancía llena de coñac
según los más veraces testimonios
solía mirar al alba los enormes delfines
las joyas y los cuernos que trajeron de goa
una rodela del gran navegante botes de humo
mazmorras para herejes los despuntes
del día le cogían en éxtasis se llevaban
su abrigo de mezclilla a su aterrador paraguas
su personalidad que vaya usted a saber
y otra vez -sol muy tibio gaviotas-
lo devolvían a su inútil despacho
mientras doblaban quejumbrosamente
las verdes anclas del almirantazgo.
murió el oficinista tenía
una hinchazón horrible paperas
de diagnóstico turbio un diván
gayo papeles esparcidos
por todos los alvéolos de su historia
un jijo de cartón grifos corriendo
que erizaban el vello de los brazos
murió fumando erraba ciertas noches
por claveles de tinta por finos mecanismos
guarnecidos de piel por sellos antigripe
acompañados de un certificado inusitadas
pirámides de polvo hallaron
un orinal debajo de su mesa
postales pornográficas de indescriptible alcance
un libro muy oscuro sobre el maestro eckhart
una alcancía llena de coñac
según los más veraces testimonios
solía mirar al alba los enormes delfines
las joyas y los cuernos que trajeron de goa
una rodela del gran navegante botes de humo
mazmorras para herejes los despuntes
del día le cogían en éxtasis se llevaban
su abrigo de mezclilla a su aterrador paraguas
su personalidad que vaya usted a saber
y otra vez -sol muy tibio gaviotas-
lo devolvían a su inútil despacho
mientras doblaban quejumbrosamente
las verdes anclas del almirantazgo.
De: "Pautas para
conjurados"
DIANE WAKOSKI
El mecánico
La mayoría de los hombres usan
los ojos
como metrónomo
para marcar el compás
del caminar de una mujer
cómo sus caderas se ciñen
contra la tela, igual que los higos
en el árbol
justo antes de reventar
sus moradas pieles,
para medir qué tanto
de su andar emplea en la cama
de noche,
la jarra del cielo
llenándose de vía láctea
centellea cada vez
que ella mueve los labios.
pero, claro,
los secretos
no son los golpes obvios
en la canción
que cualquier baterista puede dar
oyendo la velocidad del motor
—hecho también de golpes—
tan rápidos,
sutiles, supongo,
que llegan como un sonido continuo
o el corazón que, por supuesto,
golpea sin ventilador
que lo mantenga
fresco;
es una prueba,
un ritmo,
que no podrían ver
aquellos ojos medidores
aunque tal vez haya algunos
con dedos y oídos
tan cerca de los motores
con aceite limpio circulando por los oídos
que depure la sesera,
quizás algunos...
puedan decir
en qué consiste
el secreto sangrar de una mujer
Como mujer
con estrellas untuosas
en todos los puntos
de mi piel
nunca podría
fiarme de un hombre
que no fuera mecánico;
un hombre que usa sus
ojos,
sus manos,
escucha
al
corazón.
SILVIA EUGENIA CASTILLERO
Sirenas I
Los hilos solares forman un
ovillo en la piedra. La forma entre pliegues guarda un cuerpo endurecido: luz
dolorida que empieza a mancharse de brillos como una flor abriéndose. Las
pizcas de sal reaniman su azarosa hechura. Grano por grano vibra al contacto
del agua. El primer indicio, las uñas, que se aferran a la roca; y el mar con
su furor la llena de escamas.
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