sábado, 7 de noviembre de 2015


CARILDA OLIVER LABRA




Elegía en abril



Andaba yo volando por el suelo,
sin zapatos,
sin mi traje de nube de las nubes;
sola para tus manos,
patética,
inviolada,
pobre,
sola para tus manos,
sola,
y me empinaba hasta rozarte el ángel.
Andaba yo
-noche sobre la noche-
distraída en tu voz de inconfundibles dalias;
andaba yo como entre acosos de belleza,
clásica,
lírica,
absoluta,
y en las paredes profanadas por otros sin el sueño
rebotaban lejanías, pedazos de palabras,
besos
que guardaré mañana.
Mi boca dio en la tuya
como un ave de paso.
Pensé en abril
y en que las noches de amor son breves como
                                                      fósforos negros
De qué serán los versos sino de aquella sombra
que hicimos sobre el lecho?
Su enredadera me arroja en la inocencia
y otra vez soy la misma
que demoraba su salud de novia.

Me he preguntado hoy si tú entendías la media luz
si hallaste el todo,
si te faltaba piel, no quiero, entraña, como a mí.
Me he preguntado si asumes la ternura de memoria,
si odias tu trabajo, los relojes, mi ómnibus,
el alba fiera, insobornable...
¡Ay, tantas cosas...
(¡Qué trastorno hace aquí si te recuerdo,
qué venas tengo nuevas si me ayudas
a duplicar el alba
otra vez en mi frente!)
Y las preguntas pasan inalterables, con verano,
ayer, ahora, siempre,
siempre, ahora, ayer,
y quedo muda sobreseyendo un pájaro,
la fiebre, el mar,
la arena que debe estar contigo,
todas las soledades,
el desayuno triste como un acuerdo impronunciado.
¡Ay, qué palabra diré para ignorarte,
en cuál silencio no hablaré tu nombre
que ya supe!
Mira, te quejas y el amor instala
la agonía,
el tiempo,
la casa extraña donde empecé tu carne
hecha de estalactitas y misterios.
Mira, te quejas,
y yo me acojo a un zumo de azucenas porfiadas,
a niños que desean intervenir mi vientre.
Mira, te quejas,
y estoy yo sola con tu voz
-nelumbio, amarillez, cauto cristal-
viviendo el alarido de la noche muerta
que resucito en el poema.

Yo me pregunto hoy cómo aplacar el cisne,
lo inefable de tu tedio,
la marca de mi alma,
esto que no es morirme aunque me muero.
Y sigo oscura, oscura, oscura,
por gusto derramada,
como esos sauces que nos dicen llantos
que no oímos,
como esas olas que se acaban tan cerca y no miramos,
como esos cánceres horribles que ni duelen,
como esa luz que aunque es la luz porque es la luz
nos deja ciegos...

Yo me pregunto,
llama que no se dijo,
cerrada puerta,
óxido,
hueso maldito,
sed;
yo me pregunto cómo saberte a toda la sorpresa,
a adolescencia,
a naufragio por fin,
a vértigo,
a imposible;
cómo salir de pronto a condenar tu sangre,
a dividirte en truenos,
a ser otra
metida en tus gavetas de estudiante.
Pregunto,
y me socorren todos los incendios del mundo
y vuelvo sola,
y sola vuelvo
y vuelvo sola.
No sé qué tengo. Digo que es jueves
y me asesina un miércoles.
Llega el frío.
Paseo entre callados árboles
sin otro aviso
que el que me traen las horas que nos vieron.



ÁNGELA FIGUERA AYMERICH



  
Mujer



¡Cuán vanamente, cuán ligeramente
me llamaron poetas, flor, perfume!...

Flor, no: florezco. Exhalo sin mudarme.
Me entregan la simiente: doy el fruto.
El agua corre en mí: no soy el agua.
Árboles de la orilla: dulcemente
los acojo y reflejo: no soy árbol.
Ave que vuela, no: seguro nido.

Cauce propicio, cálido camino
para el fluir eterno de la especie.



HOMERO ARIDJIS



  
Pero tú no te reconoces como mía...



Pero tú no te reconoces como mía
Luces dispersas te saludan como suya

Siempre igual en todas partes
siempre primero a ti mujeres apagadas

A pesar de ciudades y ciudades
de rostros y rostros de semejanza y semejanza

Lo que tocas me niega
Ascensos y descensos no me tienen

Labios y palabras y engaños
son para mí una muerte verdadera

Silencios tan largos como un segundo
caen sobre mí sin conocerte

He creído encontrarte adentro del sonido
Los espejos confunden las imágenes

No amaneces No eres tú
Eres otra         Es la noche

Quedas viva        inmune
caminando todavía sobre los muertos



GASTÓN FERNANDO DELIGNE



  
2



Memento

Los Magnos de la Patria, en lazo estrecho
tornaron indomable su impericia
ante el altar donde la unión oficia.
Abríguese la unión en nuestro pecho.

Para alentar el ponderoso hecho
que la victoria diademó propicia,
amaron el derecho y la justicia.
Amemos la justicia y el derecho.

Ese el alto tribute, y no los dones
de evanescente incienso y vano ruido,
a su santa memoria y sus blasones.

Cuando la bien amada ha fenecido,
recordar sólo el nombre -¡oh, corazones!-
es una ambigua forma del olvido.


Sonetos



GERARDO VALENCIA



  
Mensaje a todos los hombres



Este hijo fué un pacto
que yo hice con Dios.
El le daría su aliento,
 su carne pura yo.

Luché por él, sufrí por él:
pudo haber nacido o no.
Pero yo se lo debía al mundo
porque estaba en deuda de amor.

Una mujer regó su sangre
para impulsar su corazón:
por largo tiempo estuvo herida
esperando tu tenue voz.

Luchó por él, sufrió por él,
se lo debíamos los dos.
Oid ahora mi proclama,
oid ahora mi oración:

Con este hijo que os entrego
prenda de paz os doy.
Yo lo engendré para la vida,
para la muerte oscura nó.

No para el mal ni para el odio,
que lo engendré para el amor.
Tened en cuenta lo que os digo
cuando os entrego este varón:

Que nadie cierre los caminos
que abrió a los hombres la ilusión;
que nadie robe su derecho
para la dicha o el dolor.

Es como un pacto que os propongo
para la humana comprensión:
es un amigo que os entrego,
abridle un sitio bajo el sol.





GILBERTO OWEN




15. Romance



Niño Abril me escribió de un pueblo
por completo silvestre, por completo.
Pero yo con mi sombra estaba
haciendo sube y baja
en balanza de aire, a la ventana,
y el pasado pesaba más,
y se divulgó aquella carta
al caer a pasearse al bulevar.

             Señor policía el cielo,
             yo no hice aquel verso, no,
             que la estrella que veis ahogada
             sola a mi espejo se cayó.

Camino incansable, automóvil
para poetas, siempre a cien
kilómetros, y río que se va;
el cenit viene con nosotros,
el horizonte huye sin fin.

Niño Abril me escribía: "En junio,
ya no flor y no fruto aún,
¿qué prefieres, el pan o el vino?"
-Yo prefiero el vino y el pan,
y ser a la vez yo y mi sombra,
y tener cabal todo el campo
en mi árbol del bulevar.

               Señor policía el viento,
               yo no ando desnudo, no.
               que la sombra que veis llorando
               de un sueño mío se cayó.


De: Desvelo