"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 28 de julio de 2017
ELEONORA FINKELSTEIN
El ángel
Se
vestía de blanco (tenía
cierta
fijación –más bien rústica–
por
la metáfora).
“Todo
ángel es terrible”, decía
y
cerraba el negocio.
Las
mujeres entornaban los ojos
para
entender mejor.
Pobres,
feas, de las que se cambian el nombre
por
Rosemary o Jacqueline y coleccionan muñecas.
Yo
era una tipa fuerte y andaba con él,
habría
sido una puta perfecta
pero
iba a la universidad.
Tampoco
me pidan que sea un ángel.
El
cuento es que volaba,
volaba
porque ese verso
–“Todo
ángel es terrible”–
era
su retrato fiel.
El
mensajero del Oriente,
de la
aspirina y el bicarbonato,
pensaba
yo, y volaba también
mientras
en la vereda
todo
sucedía con naturalidad:
“este
soy yo y esto es lo que hago”.
Canturreaba:
“te ofrezco lo mejor de mí…”
¿Estaba
suficientemente alerta?
¿Miraba
cuando el ángel volteaba
los
espejos para la degustación?
¿Entendía
tanta mirada oblicua
si la
cosa se ponía caliente de verdad?
Asuntos
de un oficio terrible, me decía,
de la
ira de Dios.
¿A
qué temer? Después de todo,
no
hay nada que te mate dos veces.
Debería
contar esto alguna vez.
Pero
contarlo mejor, contarlo bien.
Porque
sé que es algo que nadie
buscaría
recordar jamás.
Porque
sé que todo ángel es terrible.
Y yo
no soy un ángel.
DIONICIO MORALES
Señales
XII
No digas
que no te quiero
si te olvido
un día
El olvido
es la memoria
fiel
del
tiempo
No digas
que no te quiero
si te olvido
un día
El olvido
es la memoria
fiel
del
tiempo
De: Inscripciones y señales
VÍCTOR HUGO
Ayer, al anochecer
Las sombras descendían, los pájaros callaban,
la luna desplegaba su nacarado olán.
La noche era de oro, los astros nos miraban
y el viento nos traía la esencia del galán.
El cielo azul tenía cambiantes de topacio,
la tierra oscura cabello de bálsamo sutil;
tus ojos más destellos que todo aquel espacio,
tu juventud más ámbar que todo aquel abril.
Aquella era la hora solemne en que me inspiro,
en que del alma brota el cántico nupcial,
el cántico inefable del beso y del suspiro,
el cántico más dulce, del idilio triunfal.
De súbito atraído quizá por una estrella,
volviste al éter puro tu rostro soñador...
Y dije a los luceros: "¡verted el cielo en ella!"
y dije a tus pupilas: "¡verted en mí el amor!"
Las sombras descendían, los pájaros callaban,
la luna desplegaba su nacarado olán.
La noche era de oro, los astros nos miraban
y el viento nos traía la esencia del galán.
El cielo azul tenía cambiantes de topacio,
la tierra oscura cabello de bálsamo sutil;
tus ojos más destellos que todo aquel espacio,
tu juventud más ámbar que todo aquel abril.
Aquella era la hora solemne en que me inspiro,
en que del alma brota el cántico nupcial,
el cántico inefable del beso y del suspiro,
el cántico más dulce, del idilio triunfal.
De súbito atraído quizá por una estrella,
volviste al éter puro tu rostro soñador...
Y dije a los luceros: "¡verted el cielo en ella!"
y dije a tus pupilas: "¡verted en mí el amor!"
Versión de Salvador Díaz Mirón
JORGE GAITÁN DURÁN
Canícula
El sol abrasa toda
Vida. No mueve el viento
Un árbol. Fuera del tiempo
Está el fasto del día.
La canícula absorbe
Las horas, los colores,
El silencio.
De repente óyese una gota
De agua, y otra,
Y otra más, en la tarde.
Es la música.
El sol abrasa toda
Vida. No mueve el viento
Un árbol. Fuera del tiempo
Está el fasto del día.
La canícula absorbe
Las horas, los colores,
El silencio.
De repente óyese una gota
De agua, y otra,
Y otra más, en la tarde.
Es la música.
MARILINA RÉBORA
Resultará
forzoso el cruel alejamiento
Y habrá que decidirse, como lo inevitable,
Lo mismo que aceptamos la violencia del viento,
El rugido del mar o el tiempo inexorable.
Y habrá que decidirse, como lo inevitable,
Lo mismo que aceptamos la violencia del viento,
El rugido del mar o el tiempo inexorable.
Habrá
que tener ánimo en el fatal momento
Para abdicar de todo lo que nos fue agradable,
Y saber resignarnos en el recogimiento
Con el gesto tranquilo ante lo inapelable.
Para abdicar de todo lo que nos fue agradable,
Y saber resignarnos en el recogimiento
Con el gesto tranquilo ante lo inapelable.
Los
ojos en el cielo, frente al azul del día,
Serán dulce consuelo las venturas de otrora
-El hogar de la infancia, juventud, poesía-,
Y al alumbrar la luna, al filo de la sombra,
Tendré la paz ansiada, y llegará la hora
En que cerca de Dios, tan sólo a Dios se nombra.
Serán dulce consuelo las venturas de otrora
-El hogar de la infancia, juventud, poesía-,
Y al alumbrar la luna, al filo de la sombra,
Tendré la paz ansiada, y llegará la hora
En que cerca de Dios, tan sólo a Dios se nombra.
MARUJA VIEIRA
Letras de arena
Háblame.
Al fin y al cabo
mis sueños están hechos de palabras.
Tus palabras.
Las que nunca me has dicho y están vivas
con fuerza de memoria verdadera.
Vivas como en el fondo transparente
las estrellas marinas.
Como el recuerdo tuyo que me sigue
y voy llevándolo.
Sin que lo aparte un cielo distinto ni una ola,
ni siquiera la sombra de otro cuerpo.
Escucha... El mar enreda
sus dedos verdes en los arrecifes.
Es como si tu voz estuviera buscándome
sin encontrarme y sin que yo la encuentre.
Desde lejos
viene a azotarme el rostro tu silencio.
mis sueños están hechos de palabras.
Tus palabras.
Las que nunca me has dicho y están vivas
con fuerza de memoria verdadera.
Vivas como en el fondo transparente
las estrellas marinas.
Como el recuerdo tuyo que me sigue
y voy llevándolo.
Sin que lo aparte un cielo distinto ni una ola,
ni siquiera la sombra de otro cuerpo.
Escucha... El mar enreda
sus dedos verdes en los arrecifes.
Es como si tu voz estuviera buscándome
sin encontrarme y sin que yo la encuentre.
Desde lejos
viene a azotarme el rostro tu silencio.
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