lunes, 11 de junio de 2018


ROLANDO REVAGLIATTI





“Angel Heart”



Sí, por qué no, haría
cualquier cosa por 5.000 grandes

Un desgraciado que soy yo me mira
descuajado desde un espejo rafañoso
roto por mi propia trompada.


En alusión a la película “Angel Heart” (“Corazón Satanico”) de Alan Parker.


JUAN GREGORIO REGINO





Llámame



Llámame, cuando sientas que el susurro
de la noche fría y solitaria te desnuda
o cuando el silencio bese tu boca
llenándola de inquietud, llámame.
Yo sé desvestir la soledad
de mil formas bellas, llenar la noche
trémula de apasionadas caricias.
Acostarme con los sueños infieles
callados a la luz del día.
Llámame, bastará un instante de mi vida
para eternizar la dicha de saber que existes.



JORGE CHIESA





2



A lo mejor quiero decir la imagen sesgada de un pueblo
viviendo solo en la llanura,
o de unas pocas almas viviendo una vida de pueblo:
casas de ventanas y puertas abiertas
de gente que barre la vereda bajo la luz tenue
o anda en bicicleta al ritmo de los perros.
A lo mejor quiero decir todo eso
en el ojo de un observador que se desplaza,
durante todo un invierno entre dos ciudades,
tironeando entre lo que se posee
y no se posee.


De: “Un invierno ruso”


FRANCISCO MARTINOVICH





Todo



Bien lo dice
el dicho
aquí no ha pasado
nada
aquí
ha pasado todo.




RAMÓN MARTÍNEZ LÓPEZ





Inmortalidad en el beso

Sólo quien ha besado sabe que es inmortal
Raquel Lanseros



El cuerpo nos recuerda lo que fuimos
con sus prisas ajenas y silencios.
Las flores seducen la mirada,
nos alejan de los grises
de la pátina del tiempo.
Hay lunes que sonrojan las mejillas
con secuencias de piel sobre el invierno.
Las caricias están en la otra esquina,
deambulando incansables por tu sueño.
Somos aire que acaricia los contornos
y semillas acunadas por el viento.
Incertidumbre somos
y pasajeros borrosos del recuerdo.
Manos cansadas que buscan temblorosas
los perfiles lejanos del encuentro.
Inconstantes somos
y, a pesar de los pesares, fuego.
Juguetes rotos que anhelan ser mañana
extraños en las playas de febrero.
Un lunar en tu falda
y su derribo.
Un punto, en tu cuaderno,
Secuencias de piel sobre el invierno
suspensivo.
Unos ojos.
Sus contrarios.
Hielo en el estío.
Al menos, eternos en el beso.
Inmortales lenguas de rocío



VÍCTOR A. JIMÉNEZ JÓDAR





La mujer infinita

Por Dios, que he visto esos dos ojos negros,
esas caderas anchas, esa forma
de culear andando, esas dos tetas
Rafael Alberti



Por la calle me digo:
“No sé por qué será”.
Y en realidad, lo sé.
Será la primavera,
o esa forma que tienes
de colocarte el pelo
tras la oreja.
Podría ser también
el tono de la voz,
las palabras exactas
que pronuncias,
la manera que tienes
de decir, de callar.
Es bastante posible
que sea “esa forma
de culear andando”,
calle arriba y abajo,
por los umbrales leves
del oculto Albayzín.

En el surgir probable
de una tibia sonrisa
o en el latir oscuro
de un profundo desvelo.
En el mirar ausente
por las grietas del mundo
o en el estar pendiente
a los actos, los gestos.

En realidad no sé.
Ciertamente parece
que hubieras devenido
consumación del tiempo,
que miles de millones
de años de evolución
te hubieran otorgado
el poder increíble
de ser la más perfecta
creación del universo.
Una divinidad
cachonda y callejera.
Una mitología
suburbana y moderna.
Afrodita perdida
o cotidiana diosa.

Pero todo pudiera
ser -y puede que sea
quizá- este discurrir
mundano en un paseo
por tu siempre figura.

Puede, también, quizá,
que me has enamorado,
tanto hoy como ayer,
anónima mujer,
con quien nunca he hablado
y a quien siempre amaré.