jueves, 18 de abril de 2019


TOR JONSSON





Mira Los Fiordos En Una Enciclopedia



¿Qué es un poema
comparado con el húmedo instante
navegando los fiordos?

¿Acaso su belleza es comparable
con las escarpadas vertientes
del hielo contenido y los abetos
silbando al viento como muchachos?

Un poema no es nada
si no contiene vida,
si no es el mismo fiordo
que navega la estela
de una barca incendiada.

¿Para qué escribir más
de todo lo que existe
si los ojos conforman
siempre un mejor poema?


LILIAN SILVA





Nocturno



La cama es un caballo blanco entre incertidumbres
un animal que respira tras cuatro paredes y mi sombra
donde recuesto el cuerpo, donde e cuerpo no me habla
este insomnio regándome los ojos
persiste y va de prisa, despedazando fotografías
urdiendo
Mamá, papá, Alejandro
calles, botellas vacías
una muñeca rota en la caja de música
estos, mis cabellos largos y oscuros moldean una criatura

una almohada preñada de vidrios


ELISEO DIEGO




  
La niña en el bosque



Caperuza del alma, está en lo oscuro
el lobo, donde nunca
sospecharías,
y te mira
desde su roca de miseria,
su soledad, su enorme hambre.

Tú le preguntas: ¿por qué tienes
esos ojos redondos?
Y él responde,
ciego, para mirarte
mejor, llorando.
Y en seguida

tú vuelves: las orejas,
¿por qué tan grandes?
Y él,
para escucharte, oh música
del mundo, sólo
para escucharte.
Y luego

lo demás es la sombra -indescifrable.


FRANÇOIS COPPÉE





Noviembre



Cautivo del invierno en mi habitación
Y cansado de tantas esperanzas mentirosas,
lo veo en un cielo de noviembre,
dejando a los últimos migradores.

Ellos sufren bien bajo esta lluvia;
Pero, en el país soleado,
creo que un rayo limpia
y calienta el pájaro mojado.

Mi alma es como una curruca
triste bajo un cielo lluvioso;
El sol cuya alegría está hecha
es la mirada de dos hermosos ojos;

Pero lejos de ellos ella está exiliada;
Y, más que estos pájaros, mártir,
no puedo tomar mi vuelo
y no tengo derecho a irme. 


ROBERT PYNSKI





el tarro de los bolígrafos



Algunas veces simplemente el verlos
apiñados en su cilíndrica formación
me repele: humildes, erectos,
mudos y expectantes en su
enjuagada jarra de miel: mi carcaj
de desprendidos aguijones. (O un ramillete
de mentiras y de intenciones sin usar).

Pilotos, zánganos, obreros. La Reina está
molesta. La logia vertical
de los que trabajan duro, reunidos
en posición de firmes como si creyeran
que toda la tinta del mundo sería suficiente
para cubrir la primera sílaba
de toda la confusión de un corazón.

Esta gruesa estilográfica desearía
con todo su elástico corazón
que yo fuera un chico de granja
cuyo padre analfabeto
la rescata del retrete
tras haberse caído del pantalón del chico:
el hombre escarbando con sus botas
a la luz de un farol, ahí abajo en la fosa.

Otra pluma se esfuerza en recobrar
los caracteres de las miles
de lenguas del mundo que han muerto desde 1900,
florituras, espirales, salpicaduras
de pincel y arabescos:
las huellas de unas especies extinguidas.

El padre le da un manguerazo a las botas
y tras dejarlas en el granero
junto al pantalón y la camisa
entra en la cocina,
sosteniendo el pequeño y recuperado
símbolo de la confección de símbolos.

Oh, camada de rascadores de líneas,
vainas de plástico para el alma, habéis
durado más que las espadas—vosotras,
las garras y las alas de las manos.


GEORGE BATAILLE





Un sol muerto……



Iluminaba la sombra velluda
De un reguero de amargo esperma
El sombrero de tu lengua de sanguinolentos ojos.