"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 27 de agosto de 2020
JOSELA MATURANA
El verano
Tendrán
que venir los ojos del estío,
ojos perfilados al horizonte como lunas
o albercas turbias de espejos más recientes.
Tendrán que venir con los vivos y los desconocidos,
con los abandonados por la brasa de agosto
y el metálico juicio de un cuerpo al que yo amé
al calor que hoy le impide brotar sobre esta noche,
como un hueso botánico del sur oliendo a tierra
dejada, clausurada al verde desarrollo,
apenas arrancada del sol de los preludios,
de los arcos y fustes que sujetan al hambre,
al afán de vivirnos rebasando paisajes.
Tendrán hoy que venir los ojos de los ojos
palpando tiernamente mi frente desolada,
la fiebre de mi barrio, su sudario de grillo,
al ver que no he devuelto las flautas melancólicas
ni he cerrado ventanas calladas ni portales,
ni he vuelto por el alma quemada del estío
a retomar las voces gritando en el silencio,
el recuerdo que funde la voz y el territorio
y advierte que el verano resume las visiones
del amor cuando pudo desear e incendiarse.
Tendrán hoy que venir los ojos de mi estío,
negando los glaciares, las lágrimas sin tiempo,
los rastros de la ciencia fugados a los cielos,
la fragua sepultada en veranos de infancia,
incinerados salmos de hebreos renacidos
o arábigos encuentros en playas de sus iris,
volviendo, regresando, por ojos de sus ojos.
ojos perfilados al horizonte como lunas
o albercas turbias de espejos más recientes.
Tendrán que venir con los vivos y los desconocidos,
con los abandonados por la brasa de agosto
y el metálico juicio de un cuerpo al que yo amé
al calor que hoy le impide brotar sobre esta noche,
como un hueso botánico del sur oliendo a tierra
dejada, clausurada al verde desarrollo,
apenas arrancada del sol de los preludios,
de los arcos y fustes que sujetan al hambre,
al afán de vivirnos rebasando paisajes.
Tendrán hoy que venir los ojos de los ojos
palpando tiernamente mi frente desolada,
la fiebre de mi barrio, su sudario de grillo,
al ver que no he devuelto las flautas melancólicas
ni he cerrado ventanas calladas ni portales,
ni he vuelto por el alma quemada del estío
a retomar las voces gritando en el silencio,
el recuerdo que funde la voz y el territorio
y advierte que el verano resume las visiones
del amor cuando pudo desear e incendiarse.
Tendrán hoy que venir los ojos de mi estío,
negando los glaciares, las lágrimas sin tiempo,
los rastros de la ciencia fugados a los cielos,
la fragua sepultada en veranos de infancia,
incinerados salmos de hebreos renacidos
o arábigos encuentros en playas de sus iris,
volviendo, regresando, por ojos de sus ojos.
MANUEL MAGALLANES
De
mis días tristes
Quedo, muy quedo penetré a tu alcoba
y ahogando el rumor de mis pisadas.
Avancé...
Ya la luz desfallecía.
El aposento sumergido estaba
en una claridad tenue y dudosa;
y era esa claridad así tan lánguida
como la suave luz de tus pupilas
cuando mi boca febriciente y ávida
muerde la dulce carne de tus labios...
Entonces languidecen tus miradas
con desfallecimientos de crepúsculo.
En el limpio cristal de la ventana
agonizan reflejos purpurinos
y las sombras germinan en la estancia.
como un florecimiento de tristezas
en los pliegues recónditos de un alma.
Quedo, muy quedo penetré a tu alcoba
y ahogando el rumor de mis pisadas.
Avancé...
Ya la luz desfallecía.
El aposento sumergido estaba
en una claridad tenue y dudosa;
y era esa claridad así tan lánguida
como la suave luz de tus pupilas
cuando mi boca febriciente y ávida
muerde la dulce carne de tus labios...
Entonces languidecen tus miradas
con desfallecimientos de crepúsculo.
En el limpio cristal de la ventana
agonizan reflejos purpurinos
y las sombras germinan en la estancia.
como un florecimiento de tristezas
en los pliegues recónditos de un alma.
Flota
un vago perfume... Así el perfume
de tu alma de mujer enamorada.
Así tan leve, así tan vago... Acaso
este perfume delicioso es tu alma!
Acaso este perfume es el espíritu
de aquellas pobres rosas deshojadas
que por buscar el sol del vaso huyeron
y sin sol se quedaron y sin agua...
Acaso este perfume delicioso
así tan leve, así tan vago, es tu alma!
Aquí la mesa pequeñita en donde
llorando escribes tus amantes cartas:
allí tu traje rosa, cuya seda
el tibio aroma de tu cuerpo guarda;
allá en el muro, hundida en la penumbra,
la silueta borrosa de una santa;
acá el vacío espejo de Venecia
como un pozo de sombra, y de la estancia
en un ángulo oscuro, el blanco lecho,
como un altar de albura inmaculada!
De rodillas caí junto a aquel lecho
y convulso de amor besé la almohada,
y el tibio aroma de tu carne virgen
busqué, besando las revueltas sábanas
que ajé ardorosamente en mi locura...
Y hallé las dulces huellas que buscaba
y el tibio aroma de tu cuerpo amado
llegó hasta el fondo mismo de mi alma.
Y lloré de placer y de amargura,
y amoroso besé, mordí con rabia
y fué un delirio enorme y angustioso...
Temblé.
Miré en redor y mi mirada
se hundió en la negra sombra de la noche.
Sentí fuego en los ojos... Eran lágrimas.
Tambaleando salí, como un demente,
y abierta y sola se quedó tu estancia...
de tu alma de mujer enamorada.
Así tan leve, así tan vago... Acaso
este perfume delicioso es tu alma!
Acaso este perfume es el espíritu
de aquellas pobres rosas deshojadas
que por buscar el sol del vaso huyeron
y sin sol se quedaron y sin agua...
Acaso este perfume delicioso
así tan leve, así tan vago, es tu alma!
Aquí la mesa pequeñita en donde
llorando escribes tus amantes cartas:
allí tu traje rosa, cuya seda
el tibio aroma de tu cuerpo guarda;
allá en el muro, hundida en la penumbra,
la silueta borrosa de una santa;
acá el vacío espejo de Venecia
como un pozo de sombra, y de la estancia
en un ángulo oscuro, el blanco lecho,
como un altar de albura inmaculada!
De rodillas caí junto a aquel lecho
y convulso de amor besé la almohada,
y el tibio aroma de tu carne virgen
busqué, besando las revueltas sábanas
que ajé ardorosamente en mi locura...
Y hallé las dulces huellas que buscaba
y el tibio aroma de tu cuerpo amado
llegó hasta el fondo mismo de mi alma.
Y lloré de placer y de amargura,
y amoroso besé, mordí con rabia
y fué un delirio enorme y angustioso...
Temblé.
Miré en redor y mi mirada
se hundió en la negra sombra de la noche.
Sentí fuego en los ojos... Eran lágrimas.
Tambaleando salí, como un demente,
y abierta y sola se quedó tu estancia...
ROQUE ESTEBAN SCARPA
Leerán algún día
Escribo
para alguien que me espera.
No
sabe que me espera. Cualquier día
encontrará
la palabra quieta con su ansia
y
le dirá mi sentido a su sentido.
Quizá
resbale por ella y no la entienda.
Hay
que respetar al tiempo. El sabe madurarnos.
Puede
que la verde palabra bajo su sol grane
o
que el alma tierna le urjan gravedades,
sonrisas
entreveradas entre los grises,
alguna
ortiga de ira que la irrite,
un
moho triste que contenga salvaciones,
azulear
fugitivo entre densos líquenes,
por
la complejidad de serlo no decir hombre
en
el recuerdo que despierta a la memoria
de
esa sucesión de olvidos que es su sueño.
Algún
día, alguien leerá lo que no he escrito,
pero
su apariencia lo moverá a lo eterno.
PEDRO PROVENCIO
Luz en desarmonía…
Luz
en desarmonía
entre las dos imágenes que emergen
del blanco incuestionable.
entre las dos imágenes que emergen
del blanco incuestionable.
Dos
surtidores que al mirarse
pierden
identidad y se vacían
hasta quedar a la intemperie
hasta quedar a la intemperie
de
su sed. Ya no pueden
resolver
ni eludir la interrogante
mutua que los confina
mutua que los confina
en
un nidal de transaprencia crítica.
Es el vacío explícito
Es el vacío explícito
de
la mirada lo que buscan
las manos a lo largo de la piel.
las manos a lo largo de la piel.
No
hay más respuesta ni más rumbo
que
los ojos mirándose
desde la sombra de la lucidez
desde la sombra de la lucidez
para
hacer segregar a todo el cuerpo
jugo
de voz, y a toda la presencia,
forma de solo ser
forma de solo ser
el
instante que, en vez de pasar ve.
IRMA TORREGROSA
Nunca pusimos retratos sobre la mesa
ni escribimos cartas
preferimos siempre el arte del presentimiento,
hallarnos en el latido de las puertas
y amoldar los sueños a las curvas del sofá
Nunca tomamos fotos ni asistimos a fiestas
siempre preferí quedarme en casa
y astillarme trabajando en los detalles de tu cuerpo
Recibías mis manos como el mar recibe los barcos
con el vaivén propio de lo incierto
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