miércoles, 18 de noviembre de 2020


 

INGEBORG BACHMANN

 

 

 


Toma de tierra 




Llegué a las dehesas 
cuando ya era de noche, 
olfateando en los prados la hierba 
y el viento antes de levantarse. 
Ya no pastaba el amor, 
las campanas se habían extinguido 
y los haces de hierba endurecido. 

En el suelo había un cuerno clavado 
por el obstinado animal de guía 
hundido en la oscuridad. 

Lo saqué de la tierra, 
lo alcé al cielo 
con todas mis fuerzas. 

Para llenar este país 
del todo con sonidos 
toqué el cuerno, 
dispuesto a vivir en el viento venidero 
y bajo los tallos ondeantes 
de cualquier procedencia.

 

 

De: "Invocación a la Osa Mayor"

Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

JUAN BAUTISTA ARRIAZA

 

 



Mis deseos

 


 

Si Dios omnipotente me mandara
de sus dones tomar el que quisiera,
ni el oro ni la plata le pidiera,
ni imperios ni coronas deseara.
Si un sublime talento me bastara
para vivir feliz, yo lo eligiera:
¿mas qué de sabios recordar pudiera
a quién su misma ciencia costó cara?
yo sólo pido al todopoderoso
me conceda propicio estos tres dones,
con que vivir en paz y ser dichoso:
un fiel amigo en todas ocasiones,
un corazón sencillo y generoso,
y un juicio, en fin, que rija mis acciones.

 

RÉMY DE GOURMONT

 

  

 

Margarita

 

 


Antes carne amorosa, antes dulce comarca
de placer; 
y luego polvo bajo las sandalias
de San Francisco;
Margarita salvada de la carne
por el espanto de una carne adorada; 
Margarita, con su nombre de cuatro pétalos 
al pie de una santa higuera 
y por tres años suspirante 
en el limbo de la tristeza 
y por tres años golpeando 
en la puerta de la Santidad; 
Margarita en una mortaja de oración y silencio;
Margarita cuya confesión
espantó la penumbra de las catedrales.
Oh Margarita, loca de Dios, pecadora arrepentida,
con el rostro pegado al suelo de la penitencia:
Santa Margarita, dobla hacia la tierra
nuestro orgullo.

 

 

Versión de Eduardo Carranza

 

 

 

DIANA MONCADA

 


 


 

muerto el cuadro libera su retina

suave

sobre los montes que crecen

la justa mecánica se estira

y cobra sentido el hecho

de que los principios sean siempre

solos y de muchos

la línea percibe el acto y todo

deletrea el cuadro

el segundo día fue un ovillo

anudar y desanudar la singular caída

toca muda

impura biología de rectas divisiones

las cosas humanas no se hicieron para quebrar su anillo

díscolo el bisonte

arriba no hubo noche más blanca 



MANUEL MAGALLANES

  

 


Mañana gris

 

 


Flota la niebla sobre el mar.
                                                   Flota la niebla
y es como un sueño blanco y misterioso
vagando sobre un alma entristecida;
como el vapor de un sueño melancólico
al aclarar de un triste día.
                                               Flota
la niebla.

Sobre el mar la niebla es como
un ensueño flotando sobre una alma:
un ensueño muy íntimo, muy hondo
y muy blanco, por cuya blanca bruma
fuera temblando un desfilar borroso
de pensamientos tristes, como sombras
al través de la niebla; y en el fondo
de aquel ensueño blanco, lentas, lentas
van las barcas. Aquellas que ni al soplo
del viento, ni al empuje formidable
del vapor abandonan su reposo.

Aquellas que se mueven solamente
cuando se arquean los fornidos torsos
de los barqueros, y los remos se hunden
en el inflado vientre tembloroso
del agua.

                                                  Van las
barcas y el prodigio
de la niebla agiganta sus contornos.
Envueltas en la bruma van las barcas.
Van como pensamientos dolorosos
que huyeran al través de un sueño blanco.

Y mudas como en un cinematógrafo
se encogen y alargan las siluetas
de los que van remando con monótono,
pausado compás.

                                             Aquellas barcas.
con su deslizamiento silencioso,
parecen los espectros de las naves
que el océano atrajo hasta su fondo.
Son como lenta procesión de sombras
tras la bruma de un velo tembloroso.

Del blanco abismo de la blanca niebla
se escapan grifos prolongados, chorros
de sonidos que vibran en el aire
con rumor de aletazos. Un sonoro
silbido arranca y de onda en onda vuela
como un grito salvaje.

                                          Sobre el dorso
del infinito mar, la blanca niebla
duerme su sueño inmóvil.

                                           Poco a poco
se deslizan las barcas como espectros
al través de un ensueño melancólico.

 

 

 

LUIS MARRE

  

 


Pequeña canción diurna

 

Para Minerva Salado

 


 

Voy a hablar de la dicha
no de sueños ni cábalas.

 

Voy a hablar de la dicha
—perdona si no dejo
a un lado mi tarea.

 

Voy a hablar de la dicha.
Más que discurso es canto
de labor:
óyeme
mirándome a las manos.

 

 

MAROSA DI GIORGIO

 

 

 

Ellos tenían siempre la cosecha más roja, la uva centelleante...




Ellos tenían siempre la cosecha más roja, la uva centelleante.
A veces, al mediodía, cuando el sol embriaga -si no, nunca
nos atreviéramos-, mi madre y yo, tomadas de la mano,
íbamos por los senderos de la huerta, hasta pasar la línea
casi invisible, hasta la vid de los monjes. La uva erguía 
bien alto su farol de granos; cada grano era como un rubí 
sin facetas con una centella dentro. Ellos estaban aquí y allá 
con las sayas negras o rojas, y parecían escudriñar diminutas
estampillas, grandes láminas, o meditar profundamente sobre
el Santo de esos lugares. A nuestro rumor alguno dirigía
hasta nosotras la mirada como una flecha de oro o de plata.
Y nosotras huíamos sin volvernos, temblando bajo 
el inmenso sol.


De: "Historial de las violetas" 1965