viernes, 4 de noviembre de 2016


ÁNGEL CRUCHAGA




Adoración



Este mi amor no puede volverse un alarido.
A veces en él siento fragancias de ceniza.
Así en el mediodía se quemarán los trigos.
¡Yo no puedo llorar a Dios como las islas!

Atraviesas mi orgullo flameando tan cercana
que me emociono como si yo fuera algo tuyo,
pulsera de tu mano, collar de tu garganta,
y lloro contemplando tus pestañas de humo.



JUAN CUNHA




Me voy le dije al alba...



Me voy le dije al alba
Me voy me voy a la alborada

A mi mano derecha oí zorzales
A la zurda un caballo relinchaba

El saltamontes de cintura breve
Me saludó tres veces por la grama

Lento el arroyo su cuchillo nuevo
Cortaba largo a largo la mañana


De: "Triple tentativa"



ENRIQUE MORÓN

  



Seco dolor en la noche



No sé. Quiero llorar. Pero es a veces
cuando el llanto no acude. Y es preciso
llorar. Y es necesario llorar. No sé.
Pero me invade un dolor por el cuerpo.
Un dolor seco de rastrojo. Estío
ha segado mis ojos y no puedo
llorar. Y es necesario llorar. Voy
camino de la muerte. Quizá quiera

morir. ¡Señor, sin una sola lágrima...!
Sin una sola lágrima morir
es algo cruel. Mordiéndome los labios
estoy aquí, cansado, en esta noche

de dolor seco, de dolor abrupto
como el tronco de un árbol. Esta angustia.
Esta quietud robusta. Y es preciso
llorar. Pero no puedo llorar. Soy

una gran piedra sobre la llanura,
un metal oxidado, un árbol seco.
Las noches pasan sobre mí. Las noches
no acaban de pasar. Ni un solo pájaro

canta. Ni una sola hoja se mueve.
Mis mejillas son tierra. Mis mejillas
son tierra con bolinas y cúspides.
Quiero llorar. Pero mi ojos miran.

  

DOLAN MOR



  
Un rey en el exilio

                             -¿Has leído Los reyes en el exilio de Daudet?
                                -No, todavía no he salido de mi biblioteca.



Escribir no me salva de padecer el mundo
cifrado bajo el hielo que ahora cubre mis manos,
ni la hoja vacía resuelve mi problema
(según me dijo Freud) de ser un animal
que opera la mecánica del texto a cinco patas.
Donde los hombres tejen su discurso de sabios
con corbatas o dictan sus riquezas de falsos
crisantemos azules (brillos y teorías de un jardín
posmoderno) yo me oculto entre hierbas.
(Me gusta comer flores que sepan a ignorancia.)
Donde la ciencia exhibe una cuerda abismal
que va desde los monos al invisible Espacio,
me siento a caminar (lo aprendí con Daudet).
En mis manos no crecen los párrafos con lirios
porque la flor de lis es un símbolo heráldico
y yo no pertenezco, a pesar de mis nombres,
ni a Virginia ni a Francia. Tampoco la belleza
me volverá a matar porque bastó en mi infancia
la brisa de esa lana breve, de perfección,
que envolvía mis ojos bajo un grifo de lluvia.
No sé por qué detesto también junto a mi oficio
los puentes sobre el cielo, las ciudades de Europa,
las marcas de las ropas, el símbolo del número
que cada movimiento, al caminar sin rumbo,
deposita en el campo neuronal de mi mente...
No me salva tampoco la vana arquitectura
del genoma, los signos, los conceptos, los libros
a orillas de una taza dorada de Murano.
Ni museos, ni calles con trajes de difuntos
adornando las plazas, los bares, los teatros.
Tampoco las iglesias, ni mudas librerías,
ni el salón de los climas que adorna Copenhague.
Un puñado de arena en las manos me salva
porque al mirarlo dice que soy una partícula
perdida entre millones de moléculas Waals,
y porque el universo que vemos es un hueco,
un desierto, agujero, Gran Maya o espejismo
que según Schopenhauer dejará de existir
cuando se oiga el motor de la causa primaria
anunciando en silencio, bajo el reino del fuego,
que han muerto las galaxias, las rosas, las esferas.


VINICIUS DE MORAES




Ausencia



Dejaré que muera en mí el deseo
de amar tus ojos dulces,
porque nada te podré dar sino la pena
de verme eternamente exhausto.
No obstante, tu presencia es algo
como la luz y la vida.
Siento que en mi gesto está tu gesto
y en mi voz tu voz.
No quiero tenerte porque en mi ser
todo estará terminado.
Sólo quiero que surjas en mí
como la fe en los desesperados,
para que yo pueda llevar una gota de rocío
en esta tierra maldita
que se quedó en mi carne
como un estigma del pasado.
Me quedaré... tu te irás,
apoyarás tu rostro en otro rostro,
tus dedos enlazarán otros dedos
y  te desplegarás en la madrugada,
pero no sabrás que fui yo quien te logró,
porque yo fui el amigo más íntimo de la noche,
porque apoyé mi rostro en el rostro de la noche
y escuché tus palabras amorosas,
porque mis dedos enlazaron los dedos
en la niebla suspendidos en el espacio
y acerqué a mí la misteriosa esencia
de tu abandono desordenado.
Me quedaré solo como los veleros
en los puertos silenciosos.
Pero te poseeré más que nadie
porque podré irme
y todos los lamentos del mar,
del viento, del cielo, de las aves,
de las estrellas, serán tu voz presente,
tu voz ausente, tu voz sosegada.


Versión de Mariano Ramos



JOSÉ LUPIÁÑEZ




Balneario



Soñando va la tarde en su divisa
y azul la vida marcha hacia el ocaso.
(Acuden siempre pájaros los jueves).

Dolor, es un decir, no siento mucho,
ni nada que al dolor se le asemeje.
(Me gustan los colores de tus guantes).

Muy cerca de Ajijíc te recordaba
y tú tumbada al sol de la injusticia...
(Me acaba de morder otra serpiente).

No atino con el mundo, se me olvida
que llevo el corazón algo atrasado.
(¿No estoy cuando me llamas? ¡Qué fastidio!).

No busques nunca alivio, te suplico,
en el oscuro fondo de unos ojos.
(Le enseño a disparar desde hace meses).

Ni vengas hasta el filo de la nada
que ha cortado los puentes entre ambos.
(Me voy, adiós; regresaré muy tarde).