martes, 1 de enero de 2019


TRISTAN TZARA





Viaje



Derrúmbate casa tardía
sobre la tumba de una muchacha;
por el humo lentamente deshilachado
por el cielo manchado y por las gallinas presurosas,
la lluvia nos envía señales
quisieras encontrar pobres con canas para darles limosna

Tus ojos son demasiado grandes, tus labios están fríos
Preguntas raras veces al espejo si eres de su agrado
Aquí hay cuatro hombres decididos a irse
hacia cuatro lugares desconocidos

En el camino hay plantaciones de amapolas, hay chopos por relámpagos
Hay puentes echados sobre ríos imperiales
sobre arena amarilla como el azufre donde no crecen
ni las malas hierbas en las faldas de las montañas hay aldeas nuevas y limpias
con aves en el corral, con frutas en los jardines
con campanarios, molinos de viento, patios de terratenientes
al borde de la tierra las colinas están rotas
hay trilladoras y graneros con cereales

En la pequeña estación donde bajaremos nosotros solos
nos está esperando el viejo cochero
me preguntarás por aldeas y ventas en el camino
por cosas a las que no te contestaré porque no lo sé

Viviremos en una casa con tejado de junco
en el que anidan las cigüeñas
recibiremos huéspedes, visitaremos al alcalde, la escuela
haremos colección con los insectos del cielo
En nuestro bosque hay osos, ardillas, ciervos.
La casa del guardabosques está vacía
desde ahí veremos toda la aldea
y esperaremos el correo de Dumbraveni.

Estoy viajando, sin fin,  en este tren con una enferma de nervios
como no se salva uno de la profundidad de las ciénagas y de las malas hierbas.

Versión de Darie Novácenau


CLARA LECUONA VARELA





XI



Escribo cartas desde lo alto con un cuchillo escondido,
criaturas escondidas ven el sol nacer entre sus pies
al futuro no le queda más que besar al cielo
aunque el beso nunca llegue
aunque sólo sea una triste reminiscencia.
Si escribo cartas es porque me asiste el derecho a repartirlas
como árboles con sus raíces hacia arriba
la desventura es no poderlas aferrar
los hombres desentierran el fruto incomprensible 
y son las hojas del árbol o las cartas cual aves lentas
las que devuelven sus palabras hacia mi rostro.
Ya no estaré sola en medio de la noche
Inmóvil  me alimento de plegarias
de estas páginas caen cuchillos , anuncian un nacimiento remoto
para que mi voz repita de un golpe
lo que tardíamente han comprendido.


EDITH SÖDERGRAN




  
La última flor del otoño



Yo soy la última flor del otoño.
Fui mecida en la cuna del verano,
fui puesta en guardia contra el viento del norte,
rojas llamas florecieron
en mis albas mejillas.
Yo soy la última flor del otoño.
Soy la simiente más joven de la primavera difunta,
es tan fácil ser la última en morir:
he visto el lago tan mágico y azul,
he oído latir el corazón del verano difunto,
mi cáliz sólo contiene la semilla de la muerte.
Yo soy la última flor del otoño.
He visto sus profundidades estelares,
he contemplado la luz de cálidos hogares lejanos,
es tan fácil seguir la misma senda,
cerraré las puertas de la muerte.
Yo soy la última flor del otoño.


Versión de Renato Sandoval e Irma Sítanen


RENE SEGURA





Me santifico



Me santifico
Con mi propio ritual y mis sagradas palabras
Me conmemoro y me perdono
Me crucifico y resucito según mis propias escrituras.

Escribo mis libros sagrados
Pero dudo que sean palabra de dios
De mi génesis a mi Apocalipsis se pasa en un parpadeo
Un parpadeo que limpia las lagrimas de mis ojos.

Lagrimas que hacen parte del ritual de santificación
Lagrimas que purifican hasta el agua bendita
que bautizan lo innombrable
Y que me liberan de ser libre.

No hay catedral ni capilla
Y los iconos representan todo
De rodillas como símbolo de respeto
O  simplemente otra posición para descansar.

Me santifico
Pierdo mi inocencia repitiendo mi oración
Me vuelvo sagrado y hasta  puedo bendecir
Pero Bendecir que?
si ya alguien se me adelanto.


ROXANA ELVRIDGE-THOMAS


  


Mujer que goza al penetrar el humo



Vierte al fuego las resinas.
Inunda el claro con vapores de maderos, secreciones, asaduras.
Se pierde en ese pliegue que se orada en la montaña al elegir los animales, las breas, flores, juncos, pulpas, raíces olorosas.
Danza jubilosa entre el humo.
Aspira.
Impregna los muslos, los pezones.
Siente penetrar por sus resquicios ese aroma que satura su delirio.
Regresa a la aldea cuando se ha extinguido la emulsión.
Pasa al lado de ese hombre que la embriaga aún más que sus mezclas vaporosas
y él se prenda del aliento que la envuelve.
Se entrega, rendido, a ese cuerpo ahumado, perfumado.



ANDREA CABEL GARCÍA




  
Howard in Waterworks



La piel del departamento se deshoja
Cae como juguetes sobre las manos de alguien que no sabe jugar.
El terreno se desliza, se apoya en el aire,
Y me enciendo y me apago, como una bomba o un sueño
Seis bolsas de ropa, cables, plásticos para las ventanas, seis bolsas con cosas nuestras que no cambian como cambiamos nosotras
Entre la lluvia y la muerte he vendido nuestras cosas,
vendí por ejemplo, nuestras conexiones a distancia,
y nuestros platos. Vendí también mi escritorio, donde me sentaba a dibujar el azar, vendí el sofá que no conociste y el aire de la enredadera que sembré en mi cabeza.
Conservo zapatillas que nunca has visto, capaces de correr hasta donde tu nombre no existe, conservo poesía vertical, horizontal, poesía que se adapta al movimiento del agua en la pileta del punto
del punto aquel que intersecta nuestros tres ríos.
He subido en el rojo setentaycinco para buscar peces y monedas. He subido para vender y comprar todas las cosas que eran nuestras y ahora son de nadie. He subido, y no has estado en ninguna parada, te he buscado en otros idiomas y he arañado la fuente, el agua, he visto como un oso proyecta la sombra del día en una metáfora mal escrita. Y he olvidado todas tus frases, toda tu luz encendida cuando abres el cielo frente a Waterworks.
He olvidado la forma aérea de tu cuerpo cuando me abandonas,
Y comienzo a morder la distancia de esta palabra suspendida
y el futuro de mis ojos que se cierran.