"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 31 de diciembre de 2021
AGUSTÍN LANUZA
LA CIUDAD ENCANTADA
Primera
parte
El
sueño
Sobre
la altiva pendiente
de gigantescos barrancos,
cuyos granÍticos flancos
son el cauce de un torrente,
se alza la
Bufa imponente,
limitando la cañada
que se llama La Rodada,
y es conseja popular,
que existe en aquel lugar
una ciudad encantada.
Desde
el crestón se domina
la llanura del Bajío,
y el extenso caserío
de la población vecina;
mas si la altitud fascina
y causa grande arrebato,
es el paisaje más grato,
ver entre las verdes lomas,
como nidos de palomas,
las casas de Guanajuato.
El
vulgo cuenta en verdad,
que cuando en la noche obscura,
una viandante se aventura
por aquella soledad,
aparece una deidad
de belleza encantadora,
que gime, suplica, llora
con acento lastimero,
porque la libre el viajero
de aquel sitio donde mora.
Que
en hombros la ha de llevar,
dando de entereza ejemplo,
de la Parroquia hasta el templo,
donde la debe dejar;
y ofrece desencantar
una rica población,
poniendo por condición,
que no torne la mirada,
aunque sufra encarnizada
y tenaz persecución.
Mucho
tiempo transcurría;
el monte desierto estaba,
y si alguien se aproximaba,
las súplicas desoía;
presa de pavor corría,
sobrecogido de espanto,
y de las rocas en tanto,
en las quiebras y en los huecos,
se dilataban los ecos
de triste y lúgubre llanto.
Del
sol el radiante disco,
al hundirse en la floresta,
en oro baña la cresta
del más empinado risco;
y tornando hacia el aprisco,
que se oculta en el alcor,
seguido por el pastor,
cruza el rebaño,
y ante él,
camina un viejo lebrel
para cuidarlo mejor.
De
súbito el pastor mira
que la cumbre gigantea,
pesada se bambolea
y bajo sus plantas gira.
Y si sueña o si delira,
a comprender no lo alcanza,
porque a medida que avanza,
creciendo su desvarío,
parece que en el vacío
aquella cumbre lo lanza.
Negra
nube entolda el cielo,
y semeja el aquilón,
el desacordado són
de mil campanas a vuelo.
Cubre el horizonte un velo,
muere la luz en ocaso,
y al tenue fulgor escaso
que la excelsa cumbre toca,
cree mirar que cada roca
alza un baluarte a su paso.
Y
sintiéndose invadido
por un vértigo invencible,
cual si de un filtro terrible
hubiese el licor bebido,
ante su vista, encendido,
cruza un relámpago rojo,
y sin fuerza y sin arrojo
para vencer a su suerte,
desplómase, al cabo, inerte,
como un mísero despojo.
JORGE LUIS BORGES
Buenos
Aires
Y la
ciudad, ahora, es como un plano
De mis humillaciones y fracasos;
Desde esa puerta he visto los ocasos
Y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí
el incierto ayer y el hoy distinto
Me han deparado los comunes casos
De toda suerte humana; aquí mis pasos
Tejen su incalculable laberinto.
Aquí
la tarde cenicienta espera
El fruto que le debe la mañana;
Aquí mi sombra en la no menos vana
Sombra
final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
Será por eso que la quiero tanto.
LOUISE BELMONTE
¡Qué
suerte tenemos!
Para algunas mujeres,
entre ellas, Ananda
que
no encajabas,
que tu cuerpo era más grande, más ancho
que no coincidía con el tamaño de esa escena,
perfectamente montada que estaba destinada para ti.
que
no podías
entrar y salir tan fácilmente
cuando
quisieras
que
tuviste que quedarte aquí
afuera y ver el mundo
con solo tus palabras para contar
lo que hay detrás de esa imagen de esa familia
feliz congelada
Qué
afortunados somos
de que la única vez que realmente intentaste
encajar fuera tan catastrófica
que solo hizo falta un salto mortal
para convertirlo en el
momento vital.
Qué
suerte tenemos entonces
de que tú, tan joven, casi mueras
y ahora tengas la oportunidad,
con tantos años por delante,
de hacer lo que muchos de nosotros
sólo nos damos cuenta cuando ya es demasiado tarde:
vivir.
Versión
de Paola Buitrago
TAHA ADNAN
Odio
el amor
No
me gustan las elegías,
simples cumplidos tardíos,
halagos que se mascullan siempre tarde.
Detesto los elogios, mentiras manifiestas.
No
me gusta la poesía clásica,
necesita demasiados glosarios
y un ejército de intérpretes;
detesto la crítica contemporánea,
moneda barata.
No
me gustan los borradores,
me recuerdan poemas
que nada significan.
Detesto los poemas publicados
y me deja consternado que se queden
inacabados para siempre.
No
me gusta la fama,
las luces ciegan
y no soy tan estúpido
como la mariposa;
detesto la vida en la sombra,
exactamente como un fruto invertido
que no llega a madurar.
No
me gusta tener una nariz,
–órgano que se inscribe como una frase incisa–.
Detesto
tener dos piernas,
paralelas como una escalera que no sirve de nada,
pues no tiene travesaños.
No
me gustan los coches,
vehículos ineptos que exigen cuatro ruedas
para conseguir un sencillo equilibrio.
Detesto también la bicicleta,
que corre como un pájaro metálico miedoso,
incapaz de volar.
No
me gusta que me llamen
Tahar el Marrakechi,
detesto las sonrisas fingidas que me ofrecen
cuando destrozan mi nombre en los servicios municipales
llamándome “Monsieur Taa Adnan”.
No
me gusta el odio,
a menudo gratuito, sin razones fundadas.
Odio el amor, que es tan costoso.
No
mee gusta el domingo,
un día perezoso
que me recuerda que tengo que trabajar
al día siguiente.
Detesto el lunes (véase el domingo).
No
me gusta vivir solo,
la soledad es glacial
como una noche de diciembre
con la calefacción descompuesta.
Detesto vivir acompañado, es el infierno.
No
me gusta tener una sangre que circula
sin poder atraparla
y detesto no tener sangre.
No
me gusta el reloj,
me recuerda la vida que se pierde;
detesto el reloj de pulsera
que compite con los latidos de mi corazón.
No
me gusta la paz,
vuelve monótona la vida, le quita el gusto.
Detesto la guerra, antítesis de la paz.
No
me gusta la vida, esa hija de perra.
Detesto la muerte, su ladrido último.
Versión
de Antonio López Peña
KHULOOD AL MUALA
El
periódico de la mañana
Esta
mañana
No aguanté el color del periódico
Las punzadas del corazón me roen los huesos del alma
Las líneas dibujan el cuerpo del desastre
Había olvidado mi alfabeto
La noticia formó la cara de mi tristeza
No estaba en el periódico
Pero leí mi nombre entre los fallecidos
Y bajo un poema que nunca escribí.
En
la cuarta página vi un color
Parecido al de mi locura
Las palabras dibujadas con un lenguaje que me asimila
No me comprendí
No comprendí el periódico
La taza de café se llenó de nuevo
La había bebido ayer
Recuerdo mi rostro invertido en la taza
Pensé que las letras se habían derramado
Y que estaba leyendo el periódico al revés
Igual que mi cara en la taza del café.
Versión
de Amr Mohamed Said
JOAN BERNAL
Carta
a Luzbel
Voy
en retirada.
A corto plazo en mi. A largo plazo en ti.
Sopor unánime.
Aire. Meretriz.
Toda mi frente.
Estrépito de barcos donde la noche abrupta
suelta en perezas brumas y regazos.
Busca en mi edad. Príncipe excelente.
Busca en el incremento de mi rostro tu cifra inaugural.
Pobre absoluto.
Quieto en la cavidad de mis oídos.
Estás pero no estás. En todo el todo.
